LAS CAMPANAS DE MI PUEBLO - Por Lis Solé. |
Es difícil leer entre líneas los mensajes que se trasmiten por los medios de comunicación y que nos desvían de lo verdaderamente importante. No es un consuelo, pero ésto ha sucedido en todas las épocas con mayor o menor intensidad; es nuestra decisión determinar dónde queremos estar y hacia dónde pretendemos llegar.
Gracias a Dios, hay referentes terrenales: personas actuales y antiguas que son ejemplos de vida. Es el caso de José Rufino de Olaso. Pionero en nuestras tierras, el marqués de Olaso llega a General Alvear en 1854 y fue uno de los primeros pobladores del entonces Pueblo Esperanza. En sus campos, en el Paraje conocido como Doña Josefa,- así se llamaba el lugar en memoria de la madre de José R. Olaso-, se erigió el Fuerte La Parva en 1858. Fue comerciante, ganadero, Alcalde de San Salvador del Valle (España), Vicecónsul de Argentina, marqués de Olaso, fundador de la Sociedad Española de Lobos, cofundador del Banco Provincia en Lobos, Padrino de la Iglesia San José de Gral. Alvear en la colocación de la Piedra Fundamental en 1900 lo mismo que su hijo Luis en 1932…
Muchas son sus obras, pero quiero referirme en particular a las Campanas de mi pueblo. Sabía que los terrenos donde se encuentra hoy la Parroquia San José fueron donados por Olaso a la Iglesia para que se iniciara su construcción. No sabía nada de la campana hasta que llegó hasta mis manos, una carta que envía Don José Rufino de Olaso a Tomás Camacho, -Director del Diario “El Nervión” de Bilbao-, escrita en 1902 en ocasión de la visita de la “Fragata Sarmiento” a esa ciudad –donde él viajaba-. En ese texto, él mismo se refería a la Campana de la Parroquia diciendo:
“Como recuerdo de América, relacionado con nombres de la República Argentina que tantas simpatías han despertado recientemente en Bilbao, debo apuntar el hecho de haber regalado una hermosa campana a la Iglesia de un pueblo de la Provincia de Buenos Aires, titulado General Alvear. En la función religiosa que entonces se celebró para solemnizar el acto, predicó un elocuente sermón el Dr. Piaggio, cuyas excepcionales cualidades de orador sagrado hemos tenido ocasión de admirar. Precisamente a la jurisdicción del pueblo antes referido pertenece el establecimiento de ganadería fundado por el que suscribe en 1875 y que lleva el nombre de San Salvador del Valle, en memoria de la humilde aldea, cuna bien amada del dueño y fundador”. (Olaso, José Rufino. 1902).
La campana que suena cada día en nuestro pueblo nos trae pensamientos que corren hacia lo bueno, y ahora sabemos que fue José R. Olaso quién la obsequió. Dicen que para estar presente eternamente hay que vivir una vida que valga la pena recordar. José Rufino así lo hizo; dejó muchas cosas detrás. Quizás lo ayudó la suerte, la situación, el estar justo en el lugar preciso pero nada se logra si todo eso no es acompañado por el hacer, el altruismo, los principios… Cuando muere, todo el mundo debería dejar algo detrás. El refrán dice que en la vida hay que hacer tres cosas: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Yo creo que se pueden hacer otras cosas… Hacer algo, como dice Ray Bradbury, “que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol o esa flor que tú plantaste, tú estarás allí”. Son unas hermosas palabras que ni deben haber pasado por el pensamiento de José Rufino o de su hijo Luis, II Marqués de Olaso. Pero su accionar y parte de su alma, ha quedado aquí en General Alvear.
Siempre recuerdo y recito para mí misma el poema de John Donne (1572-1631), “¿Por quién doblan las campanas?”, que explica con esas tan bellas y precisas palabras de los poetas, el lugar que cada persona ocupa en el mundo. Es verdad, nadie es una isla. Ningún hombre puede vivir solo sino que es una parte del todo y modifica constantemente el porvenir. José Rufino Olaso cambió la historia de nuestro pueblo y trabajó en forma noble para el beneficio propio y de todos. Creo que no está de más recordar este bello poema:
“¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. (Donne, 1631)
Las campanas de Olaso, se colocaron en el campanario de la Primera Iglesia de General Alvear que se encontraba en el mismo lugar donde ahora se ve la Intendencia y que fue demolida en 1926. Eran dos, de distintos tamaños. La más grande se ubica en el campanario de la actual Iglesia, inaugurada en 1935. La más chica, en la Capilla Nuestra Señora de la Paz sita en la calle San Martín al 1700. Hay otras dos campanas de Olaso: la que se encuentra en la ex Estancia, actual Unidad N° 14 del SPB y la que estaba en la Escuela N° 15 de la Colonia San Salvador del Valle, ex Escuela de Olaso. Tienen la leyenda: “Juan B. Majo. 1900. Ind. Arg.”.
Olaso escribe desde Bilbao: “Jamás pude imaginar que los modestos hechos de mi vida, inspirados en el amor a mi patria y a mis semejantes, llegaran algún día a ser objeto de investigación histórica […] Es para mí un deber de gratitud, que cumplo con la satisfacción más íntima de mi alma, hacer constar que la mayor parte de mi escasa representación y valía la debo a las simpatías y cariño fraternal con que mis gestiones y proyectos fueron acogidos y secundados en la República Argentina, a la que cada día amo con afecto más entrañable y a la que considero con orgullo como mi segunda patria, hasta el punto de no poder precisar cuál de las dos patrias me es más querida”. (Olaso, 1902). Creo firmemente que parte del alma del Marqués de Olaso quedó entre nosotros para siempre, inmortalizado en sus obras y acciones, y en cada campanada, vuela al viento buscando concretar otros sueños y compartir más ilusiones.
Gracias a Dios, hay referentes terrenales: personas actuales y antiguas que son ejemplos de vida. Es el caso de José Rufino de Olaso. Pionero en nuestras tierras, el marqués de Olaso llega a General Alvear en 1854 y fue uno de los primeros pobladores del entonces Pueblo Esperanza. En sus campos, en el Paraje conocido como Doña Josefa,- así se llamaba el lugar en memoria de la madre de José R. Olaso-, se erigió el Fuerte La Parva en 1858. Fue comerciante, ganadero, Alcalde de San Salvador del Valle (España), Vicecónsul de Argentina, marqués de Olaso, fundador de la Sociedad Española de Lobos, cofundador del Banco Provincia en Lobos, Padrino de la Iglesia San José de Gral. Alvear en la colocación de la Piedra Fundamental en 1900 lo mismo que su hijo Luis en 1932…
Muchas son sus obras, pero quiero referirme en particular a las Campanas de mi pueblo. Sabía que los terrenos donde se encuentra hoy la Parroquia San José fueron donados por Olaso a la Iglesia para que se iniciara su construcción. No sabía nada de la campana hasta que llegó hasta mis manos, una carta que envía Don José Rufino de Olaso a Tomás Camacho, -Director del Diario “El Nervión” de Bilbao-, escrita en 1902 en ocasión de la visita de la “Fragata Sarmiento” a esa ciudad –donde él viajaba-. En ese texto, él mismo se refería a la Campana de la Parroquia diciendo:
“Como recuerdo de América, relacionado con nombres de la República Argentina que tantas simpatías han despertado recientemente en Bilbao, debo apuntar el hecho de haber regalado una hermosa campana a la Iglesia de un pueblo de la Provincia de Buenos Aires, titulado General Alvear. En la función religiosa que entonces se celebró para solemnizar el acto, predicó un elocuente sermón el Dr. Piaggio, cuyas excepcionales cualidades de orador sagrado hemos tenido ocasión de admirar. Precisamente a la jurisdicción del pueblo antes referido pertenece el establecimiento de ganadería fundado por el que suscribe en 1875 y que lleva el nombre de San Salvador del Valle, en memoria de la humilde aldea, cuna bien amada del dueño y fundador”. (Olaso, José Rufino. 1902).
La campana que suena cada día en nuestro pueblo nos trae pensamientos que corren hacia lo bueno, y ahora sabemos que fue José R. Olaso quién la obsequió. Dicen que para estar presente eternamente hay que vivir una vida que valga la pena recordar. José Rufino así lo hizo; dejó muchas cosas detrás. Quizás lo ayudó la suerte, la situación, el estar justo en el lugar preciso pero nada se logra si todo eso no es acompañado por el hacer, el altruismo, los principios… Cuando muere, todo el mundo debería dejar algo detrás. El refrán dice que en la vida hay que hacer tres cosas: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Yo creo que se pueden hacer otras cosas… Hacer algo, como dice Ray Bradbury, “que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol o esa flor que tú plantaste, tú estarás allí”. Son unas hermosas palabras que ni deben haber pasado por el pensamiento de José Rufino o de su hijo Luis, II Marqués de Olaso. Pero su accionar y parte de su alma, ha quedado aquí en General Alvear.
Siempre recuerdo y recito para mí misma el poema de John Donne (1572-1631), “¿Por quién doblan las campanas?”, que explica con esas tan bellas y precisas palabras de los poetas, el lugar que cada persona ocupa en el mundo. Es verdad, nadie es una isla. Ningún hombre puede vivir solo sino que es una parte del todo y modifica constantemente el porvenir. José Rufino Olaso cambió la historia de nuestro pueblo y trabajó en forma noble para el beneficio propio y de todos. Creo que no está de más recordar este bello poema:
“¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. (Donne, 1631)
Las campanas de Olaso, se colocaron en el campanario de la Primera Iglesia de General Alvear que se encontraba en el mismo lugar donde ahora se ve la Intendencia y que fue demolida en 1926. Eran dos, de distintos tamaños. La más grande se ubica en el campanario de la actual Iglesia, inaugurada en 1935. La más chica, en la Capilla Nuestra Señora de la Paz sita en la calle San Martín al 1700. Hay otras dos campanas de Olaso: la que se encuentra en la ex Estancia, actual Unidad N° 14 del SPB y la que estaba en la Escuela N° 15 de la Colonia San Salvador del Valle, ex Escuela de Olaso. Tienen la leyenda: “Juan B. Majo. 1900. Ind. Arg.”.
Olaso escribe desde Bilbao: “Jamás pude imaginar que los modestos hechos de mi vida, inspirados en el amor a mi patria y a mis semejantes, llegaran algún día a ser objeto de investigación histórica […] Es para mí un deber de gratitud, que cumplo con la satisfacción más íntima de mi alma, hacer constar que la mayor parte de mi escasa representación y valía la debo a las simpatías y cariño fraternal con que mis gestiones y proyectos fueron acogidos y secundados en la República Argentina, a la que cada día amo con afecto más entrañable y a la que considero con orgullo como mi segunda patria, hasta el punto de no poder precisar cuál de las dos patrias me es más querida”. (Olaso, 1902). Creo firmemente que parte del alma del Marqués de Olaso quedó entre nosotros para siempre, inmortalizado en sus obras y acciones, y en cada campanada, vuela al viento buscando concretar otros sueños y compartir más ilusiones.
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