La historia de «Papelito»
Con tela de arpillera, Papelito armó la carpa de humilde con el que recorrió durante 45 años el interior de la provincia. Su historia se hizo película.
Carlos Brighenti tiene 71 años. Tenía apenas 11 cuando se presentó en un club en la localidad de Norberto de la Riestra, partido de 25 de Mayo, para participar de una audición organizada por la compañía de radioteatro de Humberto Lopardo “Pichirica”, que llegaba desde Buenos Aires en busca de un chico para que formara parte del elenco de la obra “El boyerito de la cara sucia” en Radio Porteña, emisora que luego se convertiría en Continental.
Las condiciones para quedar seleccionado eran dos: debía saber tocar la guitarra y cantar, algo que el chico hacía muy bien, y además estar dispuesto a viajar e instalarse en la ciudad de Buenos Aires, algo que tampoco resultaba un impedimento para él: “Yo era un vago tremendo, me iba por dos o tres días y no volvía a casa, me iba a la casa de conocidos de pueblos vecinos”, cuenta a INFOCIELO Carlos , quien volvió a su hogar luego de ser seleccionado, armó un bolso con unas pocas remeras, algún pantalón y su guitarra, y se despidió de su madre diciéndole que se iría a trabajar como actor de radioteatro a Buenos Aires, “todavía recuerdo cómo mi mamá me miraba desde la puerta cuando me iba”.
Carlitos, como lo llamaba su madre, viajaba para cumplir su sueño de triunfar en la gran ciudad, convencido de que su destino era entretener y hacer reír a las personas. “Yo nací artista, cuando era pibe, a los siete, ocho años me vestía de payaso y divertía a los chicos de la escuela haciendo shows en distintos galpones del pueblo. La plata que se recaudaba con la entrada la donábamos a ALPI, una asociación que se ocupaba de la rehabilitación de chicos con parálisis”, relata quien años más tarde se convertiría en el payaso más querido de las pampas.
El legendario payaso de las pampas hoy vive en Rafael Obligado, un pueblo al norte de la provincia de Buenos Aires
El sueño adolescente de llegar a ser una estrella en la capital se derrumbó cuando la compañía terminó su ciclo y ya no había un papel para él. Con menos de 15 años, quedó a la deriva en las calles porteñas, “pasé uno o dos años mal, dormía en los bancos de las plazas, iba a cantar a las cantinas de La Boca por comida, me las rebuscaba”, recuerda Carlos, quien no volvió a pisar su hogar hasta que cumplió 18. “En mi casa no sabían dónde estaba y yo no pegaba la vuelta porque no quería volver derrotado”, recuerda hoy.
Su primera experiencia circense llegó tres años más tarde a partir de una propuesta de su tía, quien lo presentó en el circo Capicúa. Allí aprendió a mantener el equilibrio sobre un monociclo, a realizar piruetas en el aire balanceándose con un trapecio, pero también conoció a su primera esposa y madre de cinco de sus seis hijos.
En 1975, Papelito trabajaba en el circo Patagonia, que recorría los barrios de Junín, pero un día le avisó a sus compañeros que levantaría su propio circo y, aunque muchos pensaron que se trataba de una broma, así lo hizo: “Me fuí al local de un tipo que vendía lonas ahí en Junín, le compré 110 metros de arpillera plástica, con la que se hacen las bolsas, la corté y armé una carpa en la que entraban 30 personas”, comenta Papelito, “como no me alcanzaba la tela para terminar de cerrar los ruedos de la carpa, le até una frazada para que tapara esa parte”.
Josele Gómez formó parte del circo Papelito y aparece en la película documental dirigida por Sebastián Giovenale
Al igual que la carpa, todo se hacía a mano y todo lo hacía su dueño, “las casillas las hice yo, también compraba madera en el aserradero y fabricaba las sillas, las luces, los dibujos y las letras de las casillas, los muñecos”, explica el payaso que le dio vida al circo Papelito, que llevaba el apodo que había heredado Carlos de su padre, quien se dedicaba a vender diarios.
“A mí lo que me importaba era que la gente entrara al circo y poder ver que se rieran. Yo me paraba en la puerta cuando llegaba el público, saludaba a las personas, les daba un beso, y esa gente venía al otro día de nuevo”, cuenta Papelito, quien durante 45 años llevó su circo a prácticamente toda la provincia de Buenos Aires, ganándose la admiración de varias generaciones.
Había una vez un circo
En cada pueblo al que llega Papelito, es recibido casi como un prócer, “no soy una persona que tenga plata, pero tengo lo más grande que puede haber en el mundo, que no sé si muchos lo pueden tener y que es el amor y el cariño de la gente”, asegura el legendario payaso bonaerense, y dice que un locutor de un canal de televisión de 25 de Mayo siempre le recuerda la misma anécdota de cuando fue a verlo con su abuela y viajó en el auto con el dueño del circo: “Una noche hubo una tormenta enorme que me obligó a suspender la función y, como muchos habían venido en remis y no tenían cómo volverse, los empecé a llevar uno por uno con mi auto hasta donde vivían”.
En 1977, cuando el circo llegó a Las Flores, lo invitaron a Papelito a visitar un hogar de ancianos, donde se encontró con un hombre muy entrado se puso a hablar con él, “me dijo que él estaba ahí porque se había ido de su casa en el Chaco para hacer giras con un circo y, de viejo, terminó sólo”. A partir de ese momento, visitó todos los domingos los asilos de los lugares a donde llevaba su circo para charlar y acompañar con música a los abuelos.
"Tomatito", hijo de Papelito, siguió el camino de su padre y se hizo payaso
En el Circo Papelito se cobraban entradas con precios insignificantes y no se le negaba el ingreso a quien no pudiera pagar, “en las vísperas de Navidad yo hacía que el que quería pagar la entrada, la pague, y el que no, dejaba una botella de sidra o un pan dulce, y el 24 a la noche, salía a repartirlo entre la gente humilde de los barrios”, cuenta el artista circense que conquistó a cientos de familias de diferentes pueblos de la provincia, “eran montones y montones de pan dulce y sidras que cargábamos al auto y las llevábamos hasta los vagones del ferrocarril en 25 de mayo, donde había mucha gente humilde”
El circo, al que se fueron sumando sus hijos como trapecistas, contorsionistas, equilibristas y payasos, bajó el telón definitivamente en el año 2010, “las casillas que había fabricado yo ya eran viejas, se fueron deteriorando con el tiempo y ya no podían andar en la ruta, tampoco podía comprar nuevas o comprar un camión porque era un circo humilde y había que arreglarse con lo que teníamos”, explica Papelito, quien le propuso a sus hijos que lo continuaran, aunque ellos se negaron a seguir sin él.
Volver a empezar
Hoy Papelito vive en Rafael Obligado, un pueblito de 900 habitantes, ubicado al norte de la provincia, a poco más de 30 km de Junín. Desde allí se traslada con su auto a distintos pueblos de la zona para hacer sus presentaciones, ya sin su circo, pero con el mismo entusiasmo y la misma entrega hacia su público, “con la pandemia se cortó un poco ahora, pero si no, ya estaría todos los fines de semana haciendo mi show en algún cumpleaños, en alguna fiesta, o si no agarro el auto, me voy a un pueblo, anunció que voy a estar en un club y hago dos horas de espectáculo para la gente”.
Papelito, que comenzó su carrera actuando en la radio, no pudo olvidarse de su primer amor, y decidió armar su propia emisora, FM Fiesta Papelito 92.9, señal que es transmitida desde su propio hogar. “Me levanto todos los días a las cuatro de la mañana, arranco a las cinco y estoy sentado frente a la computadora hasta las 12 del mediodía”, dice Carlos y aclara “no lo hago por obligación. Amo lo que hago, si no lo hago me vuelvo loco”.
De película
La historia de Papelito llegó a la pantalla grande de la mano del director Sebastián Giovenale, quien decidió retomar la historia del payaso a partir de un recuerdo de la infancia: “Me acordé que, cuando era chico, iba gente de un circo muy humilde a repartir folletos al colegio y quise averiguar qué había sido de la vida de Papelito”, cuenta Giovenale en diálogo con INFOCIELO,“empezamos a investigar con un grupo de amigos del ámbito del cine y, en agosto de 2017, viajamos a Rafael Obligado y ahí empezó el rodaje”.
La película documental de Papelito, que se terminó de filmar en agosto de 2019, fue grabada en seis ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires: Rafael Obligado, Rojas, Tapalqué, Bragado, Chacabuco y Pergamino.
El documental recorre los pueblos por donde pasó el circo
“Una de las cosas que más me motivó a hacer este documental fue el intento de que no se perdiera en el olvido esa figura del ídolo, del héroe que en algún momento fue”, detalla Giovenale y agrega que “la idea también era retratar un poco la vida en el interior, cómo esta familia de alguna manera nómade, iba de pueblo en pueblo y cómo era su forma de vida”.
Se trata de un film autofinanciado realizado por un equipo de apenas cinco personas que se trasladaban los fines de semana desde la ciudad de Buenos Aires hasta el interior de la provincia para llevar adelante largas jornadas de trabajo,“fue muy duro porque no tuvimos ningún tipo de financiación y lo hicimos con los elementos que teníamos, como algunas luces prestadas, una cámara nuestra, alguna lente prestada”, comenta el director de la película, oriundo de Bragado.
Además de la cuestión económica para sostener este proyecto, otra de las dificultades importantes que tuvo que enfrentar el equipo fue un tanto más insólita: “A la mitad de la película Papelito nos dijo que tenía que vender el auto y nosotros le tuvimos que rogar que no lo hiciera porque todavía nos quedaban grabar muchísimas escenas y no podía aparecer con un auto nuevo”, dice entre risas Giovenale y explica que “el auto de Papelito es un personaje más en la película porque una de las ideas que teníamos desde el principio era hacer una especie de road movie emulando lo que él hacía con el circo inicialmente. Al final pudimos convencerlo de que no lo venda”.
A bordo de su auto, Papelito sigue recorriendo los pueblos bonaerenses llevando su alegría a cumpleaños, fiestas y clubes de barrio
Para Giovenale, quien se mudó de Bragado a los 18 años para estudiar en la ciudad de Buenos Aires, “siempre se extraña el pueblo” y agrega: “la vuelta al pueblo para mí es importante a nivel cinematográfico”.
Papelito, la película, cuenta con un número importante de nominaciones y reconocimientos en distintos festivales a nivel internacional, incluidos dos premios como mejor documental en Rusia y en Estados Unidos y una mención de honor por parte del jurado en la India, además de otras siete nominaciones oficiales en Chile, Venezuela, Croacia, México y Argentina.
Papelito, dirigida por Sebastián Giovenale, fue premiada internacionalmente en Estados Unidos y Rusia
Su última presentación fue en el Festival Baja California International Film Festival, de México, en donde se estrenó a nivel mundial, a través de una transmisión en streaming y, según su director, “la película tuvo muy buena repercusión. En 24 horas obtuvo casi 5 mil reproducciones”.
“Una de las ideas principales, una vez que terminemos de presentarla en los festivales y que pase esta situación de pandemia, es recorrer con la película los pueblos en donde Papelito fue conocido y que él participe de los estrenos de forma presencial”, adelanta Giovenale.