Año a año junto a Vicente y “Picho”, su perrito, llegan a Claromecó a pasar diez días a pura tranquilidad, felicidad y disfrute. Acompañados de su enfermera Valeria Aranda, quien asegura que son “unas personas maravillosas” este año fue especial porque Fita pudo, después de mucho tiempo, volver a tocar el mar. Ella se acomoda en la mesa, está preparada para las fotos y las preguntas, tiene muchas ganas de charlar. Coqueta, con maquillaje y especialmente peinada para la ocasión se la ve radiante y deslumbra a cada paso con su pasión por la vida y el disfrute.
La conversación comienza con su nacimiento, un 23 de julio en la Estancia Orella “como vivíamos en el campo, mi papá me fue a anotar el 24 por eso dice eso en mi libreta. Pero mi cumpleaños real es el 23”. Lúcida y clara continúa relatando sobre el amor con su marido que nace por teléfono en el año 1953; Vicente era radio operador y ella trabajaba de telefonista en la empresa Canale. Estuvieron dos años hablando por ese medio, se conocieron los gustos y hasta la personalidad. Se conocieron tanto y el lazo fue tan fuerte que no hizo falta más tiempo para que, al verse personalmente, decidieran casarse. Desde ese momento no se separaron. El cariño entre los dos puede percibirse: Vicente la cuida, la ayuda, la atiende “ella es todo para mí, todo lo que me queda”.
La vida de la pareja transcurrió muchos años en Quilmes, donde se hicieron su primera casa con mucho esfuerzo, ladrillo a ladrillo. Vicente cuenta que dejó la construcción también en manos de Fita, que siempre fue una mujer muy movediza y responsable “trabajó con los albañiles, hacia todo”.
El es ex combatiente en la Guerra de Malvinas, que como civil se desarrolló también en un puesto de comunicación, “los primeros días la pasamos fea, teníamos hambre y frio” asegura; mientras explica que lo sacaron pocos días antes porque él había organizado las interferencias en la comunicación. “hay que sacar a Pugliese”, cuenta que decían. En General Alvear, ciudad en la que viven actualmente, se le brindaron cantidad de conmemoraciones junto a otros dos ex combatientes que viven allí por lo que se siente muy agradecido y reconocido. Pero no quiere explayarse en eso, “quiero darle el lugar a ella, que es la protagonista”, insiste. Y la historia entonces, continúa.
El matrimonio dejó esa casa que habían construido para mudarse en el año 2002 a una vivienda que utilizaban como espacio de fin de semana y que se transformaría en su hogar hasta el día de hoy. Una decisión en gran parte buscando seguridad, porque donde estaban se había puesto un tanto peligroso.
Hace cinco años, dispusieron cambiar su lugar de veraneo en busca de serenidad. La costa claromequense fue la elegida y se encontraron, además, con un matrimonio maravilloso que los albergó. Eso sucedió en el Hotel Claromecó, ubicado en calle 7 entre 26 y 28; “los conocimos de casualidad, paseando el primer año que vinimos. Nos atendieron y atienden muy bien, nos hicimos amigos, vienen a casa y hasta estuvieron en el cumpleaños de Fita”.
Como un canto a la vida, Fita ayer volvió al mar. Decidida, feliz, impulsada tanto por Vicente pero especialmente por Valeria su enfermera, que explica que el deseo lo trasmitió desde que pisaron la localidad. Posiblemente porque a Fita siempre le gustó el agua y nadar. Recuerda un viaje a Mar del Plata con su familia, en el que con su prima se metieron al agua. Tan hondo, tan lejos que “todos estaban preocupados porque no volvíamos”. Hoy pudo recordar esos momentos y disfrutar del mar de manera diferente, pero sentirlo igual.
Valeria dice que desde que pisaron Claromecó esas ganas estaban intactas y quería actuar frente a eso, “me dije, antes de irnos voy a hacerlo”. Y lo hizo. Paseando por la costanera, preguntó en uno de los paradores por la silla anfibia, pero lamentablemente no tienen la bajada que permita llegar del auto a la orilla y tampoco una silla de ruedas en la cual trasladarla, ya que ella se sostiene con un andador. Siguieron caminando, esperanzados y encontraron la bajada accesible de calle 30, cerca del reloj.
Con total felicidad, Valeria le dijo a Fita que ahí podían hacerlo. “No me voy a olvidar esa cara” expresa. Los tres vivieron un momento más que especial. Los ojos se llenan de lágrimas, las palabras se pausan y tenemos que parar. Valeria continua, “es una experiencia única, lo que vivimos hoy no tiene palabras. He descubierto dos grandes personas, soy una convencida de que se vive día a día. Y ella tiene muchas ganas de vivir”. Vicente, que la mira enamorado rememora momentos en los que Fita se quedaba nadando en la pileta de la casa. “Me hizo acordar muchas cosas, muchos momentos especiales en los que se quedaba disfrutando el agua mientras yo estaba trabajando. Siempre le gustó mucho”.
Del pueblo disfrutan las tardes, salen a pasear en coche y juegan a las cartas. Se sientan a la nochecita en el banco del Hotel Claromecó, junto a su perro Picho y miran la gente pasar. Las ganas de vivir intactas, la enseñanza de que cuando se quiere se puede y que nadie debería quedarse con las ganas de disfrutar del agua; para ello la importancia una vez más de las bajadas accesibles, del servicio que está y que sea utilizable. En la historia de un Claromecó solidario queda plasmado como el de tantos otros, el nombre Margarita Estefanía Grañeri de Pugliese.
Fuente: La Voz del Pueblo