JUICIO A TRAUMATÓLOGO SERGIO MIGLIORERO Y AL MEDICO ARIEL MULLEN.
Lo dijo ayer el traumatólogo Sergio Migliorero, que está acusado junto al médico Ariel Mullen del deceso de un adolescente en el Sanatorio Azul al que ambos estaban operando.
Uno de los médicos acusados por la muerte de Leo Villarruel declaró ayer en el debate. NICOLÁS MURCIA
Por primera vez desde que fuera procesado, ayer habló uno de los dos médicos implicados en una presunta mala praxis ocurrida en el Sanatorio Azul en marzo de 2014, situación que derivó en la muerte de un adolescente mientras estaban terminando de operarlo de una lesión ósea en una de sus piernas.
Después de escuchadas las versiones sobre el caso de cinco testigos ofrecidos por las partes en la segunda de las audiencias de este juicio que se está llevando a cabo en el Tribunal Oral en lo Criminal número 1 (ver nota en página 7), el Dr. Sergio Migliorero dejó en evidencia durante lo que fue su testimonio que el médico que como anestesiólogo -y que también está imputado- participó junto con él en la operación del menor que falleció no estuvo todo el tiempo en el quirófano.
El médico platense que está radicado desde hace tiempo en Azul y tiene 58 años figura como acusado de un homicidio culposo por lo sucedido aquella mañana del 19 de marzo de 2014 en el quirófano número 2 del Sanatorio Azul.
En ese lugar operó y le colocó una prótesis en el fémur de la pierna izquierda a Leonardo Villarruel, el chico que tenía 17 años e imprevistamente se descompensó y murió casi al mismo tiempo que esa intervención finalizaba.
A una de las preguntas que le formularon, el traumatólogo reconoció que un médico anestesiólogo no debe entrar y salir del quirófano mientras una operación se realiza. Y en ese contexto, agregó que si esa situación ocurre es el mismo anestesiólogo el que, si se va por algún motivo en especial, “debería dejar alguien a cargo”.
“Pero en este caso no fue así”, reconoció al referirse específicamente a lo que ocurrió durante la operación al adolescente oriundo de General Alvear que él mismo realizara en horas de la mañana del ya referido 19 de marzo del año 2014.
Si se comparan los cargos que a escala penal se les atribuyen a los dos médicos procesados, son más graves los ilícitos que se le imputan a quien hizo de anestesiólogo en aquella operación: el Dr. Ariel Oscar Mullen.
También oriundo de La Plata y radicado en Azul, Mullen tiene 61 años y -a diferencia de la situación procesal de Migliorero- en su caso está acusado de un homicidio simple con dolo eventual en concurso real con falsificación de instrumento privado.
Ese otro ilícito por el que está siendo juzgado se relaciona a que en la investigación que llevó adelante la fiscal Laura Margaretic por lo sucedido no consta que efectivamente Mullen contara con el título habilitante para ejercer como anestesiólogo, situación que fue abordada ayer a través de las versiones de algunos de los testigos traídos al juicio.
Pero, a diferencia de Migliorero, Mullen prefirió no declarar ayer en ese debate donde también esta siendo juzgado. Un proceso donde la versión que dio el traumatólogo -defendido por el abogado Julio Vélez- sobre lo ocurrido con la muerte de Leo Villarruel pareció dejarlo en una situación altamente comprometida al presunto anestesiólogo.
Lo que dijo Migliorero
La declaración del traumatólogo se inició con lo que fue el primer contacto que mantuvo con los familiares del adolescente, una vez que el 9 de marzo de 2014 Leonardo Paul Villarruel resultó lesionado en un accidente de tránsito ocurrido en General Alvear cuando conducía una moto.
Ese mismo día el adolescente fue trasladado a esta ciudad y quedó internado en el Sanatorio Azul, a la espera de la prótesis que se utilizó para hacerle -diez días más tarde- esa cirugía tendiente a reparar el fémur fracturado de su pierna izquierda.
Durante todo ese tiempo, Migliorero contó que mantuvo una relación “más que amistosa” con Julián Villarruel, el papá del menor accidentado.
“En ningún momento supuse que podía llegar a la muerte”, afirmó sobre el trágico desenlace para el adolescente que tuvo esa operación que realizó junto con el Dr. Mullen.
Lo más sustancial de lo que fue esa declaración que el traumatólogo brindó ayer estuvo centrada, obviamente, en lo que sucedió aquella mañana del 19 de marzo de 2014, cuando el chico que tenía 17 años fue ingresado a quirófano y, con la operación a punto de finalizar, sufrió una descompensación que se tradujo en su deceso.
En el quirófano número 2 del Sanatorio Azul Migliorero se ubicó ayer en esa escena como el médico encargado de operar a Leo Villarruel, intervención en la que contó, en carácter de ayudantes, con las participaciones de los también traumatólogos Oscar Fucci e Ignacio Baldini.
Este último médico, recordó Migliorero, se tuvo que ir en medio de la operación, ya que desde la Policía habían venido a buscarlo, después de que un hombre fue encontrado ese mismo día muerto en un establecimiento rural ubicado en el Partido de Azul.
También, recordó en su relato de ayer Migliorero, de la operación a Leo Villarruel formaron parte la enfermera Mariana Córdoba, quien -al igual que lo hicieron los médicos Fucci y Baldini- había declarado en el juicio el pasado martes, y la instrumentista Patricia Sánchez.
La declaración del traumatólogo acusado de este homicidio culposo pareció ingresar en terrenos no tan claros y específicos cuando se lo consultó sobre la presencia de Mullen en el quirófano.
Las diferentes versiones escuchadas hasta el momento dejan en evidencia que el médico que participó como anestesiólogo en la operación no estuvo presente en el quirófano durante todo el tiempo que duró la operación.
Pero Migliorero dijo no recordar con certeza en qué momento Mullen salió y después regresó, una vez que Leo Villarruel se descompensó e instantes más tarde falleció, a pesar de las tareas de reanimación que le hicieron. No sólo los médicos implicados en su operación, sino otros más que ante la emergencia acudieron al quirófano donde toda esta situación se había producido.
El traumatólogo acusado dijo recordar, a otras preguntas que le realizaron, que el monitor estaba encendido una vez que ingresó al quirófano y a su paciente lo anestesiaron. Pero luego señaló, por su rol en lo que fue esa intervención, que no podía afirmar si el aparato estaba conectado al adolescente.
Tanto la Fiscal del caso como el abogado Jorge Piazza, Particular Damnificado en este juicio, sostienen que una de las irregularidades cometidas durante esta presunta mala praxis estuvo vinculada a que Leo Villarruel no fue monitoreado durante la operación.
Tampoco fue muy preciso Migliorero a esa pregunta que le hicieron tanto la representante del Ministerio Público como los jueces sobre quién fue el que dio la orden para que comenzara con la operación.
Por protocolo, esa orden la debe dar el anestesiólogo, el mismo que en ningún momento de la intervención debería abandonar el quirófano después de que ya llevó a cabo su tarea y dejó al paciente listo para comenzar con la intervención quirúrgica por parte del especialista que la hace.
Ya cuando la operación estaba finalizando se produjo la descompensación del chico. En ese instante, según expresó Migliorero, la enfermera del quirófano fue quien “sale apurada y llama al Dr. Mullen”.
Esa parte del relato del traumatólogo dejó en evidencia que el médico que hizo de anestesiólogo en la operación no estaba en el quirófano.
Al regresar Mullen, el traumatólogo sostuvo que fue el anestesiólogo el encargado de entubar al chico, en medio de ese crítico panorama surgido a causa de la descompensación que sufrió.
Según Migliorero, el adolescente fue entubado al mismo tiempo que el Dr. Fucci y él le cerraban la herida de la operación en la pierna.
Ya en ese entonces el panorama en el interior del quirófano número 2 del Sanatorio Azul era sumamente crítico. Y a las tareas de reanimación que protagonizó Migliorero para con su paciente, se sumaron otros médicos. Entre ellos, el traumatólogo Eduardo Burgos y el anestesiólogo Diego Vaustat.
“Burgos -recordó uno de los imputados que tiene este juicio- le pegó (al adolescente) un golpe muy fuerte en el pecho y empezó a masajearlo”.
Y también, según dijo, él le hizo durante bastante tiempo masajes a su paciente con el fin de poder reanimarlo, algo que nunca la totalidad de los médicos que estaban en el quirófano pudieron lograr.
“En ese momento sí me acuerdo que los monitores estaban puestos, pero no puedo saber cuándo los pusieron”, sostuvo el especialista en traumatología durante el testimonio brindado ayer en este debate.
Lo crítica de la situación hizo que Migliorero saliera del quirófano para hablar con los familiares de Leo Villarruel.
“Villarruel -dijo por el papá del adolescente- me describió muy bien cómo salí. Arrastraba las patas… Y era cierto”.
Al regresar al quirófano ya la situación se volvió irreversible, más allá de que -como contó el médico- las tareas de reanimación del adolescente demandaron más tiempo que el que se tardó en operarlo.
Después, una vez que salió nuevamente para informarles a los familiares de Leo Villarruel que el chico había fallecido, Migliorero contó que “trataba de calmarlos como podía”.
En ese contexto fue que al papá del adolescente le dijo que su hijo podría haber fallecido en el accidente de tránsito que protagonizó en General Alvear, pero que “Dios lo había dejado diez días más con ellos”.
Posteriormente, Migliorero recordó que Mullen también se entrevistó con los familiares del adolescente alvearense, ocasión en la cual el presunto anestesiólogo les dijo que el chico había sufrido “una embolia de pulmón y que se murió porque estaba gordo”.
“A mí me afectó bastante la situación”, afirmó en otro tramo de su relato el traumatólogo, al tiempo que recordó que trató de consolar a los familiares del chico fallecido y que también hizo ingresar al quirófano a Julián Villarruel para “despedirse” de su hijo.
Para ese entonces, Migliorero contó que se le subió la presión, por lo que otro médico lo internó a causa de esa descompensación que presentaba.
Al papá de Leo señaló que le dijo que no podía explicarle lo que había sucedido. También, que iniciara “una acción legal, una demanda. Aunque me perjudique, quiero saber qué pasó”, relató que le pidió.
Más complicada pareció volverse la declaración para el traumatólogo desde el momento en que el juez Carlos Pagliere (h) -que integra para este juicio el Tribunal 1 junto a los Drs. Martín Céspedes y Joaquín Duba- comenzó a interrogarlo sobre la presencia o no en el quirófano durante toda la operación del anestesiólogo Mullen.
El médico sostuvo que “no es normal” que un anestesiólogo salga y regrese al quirófano mientras la operación se lleva a cabo. “Cuando me pasaba, lo llamaba y venía”, dijo en alusión a Mullen, el mismo que -según contó Migliorero ayer- meses antes se había encargado de participar en la operación a la que, también en el Sanatorio, había sido sometida su mujer.
“Le tenía confianza a Mullen. Hasta ese momento le tenía confianza”, sostuvo el coimputado que tiene este juicio.
“Debería haberlo visto. Pero no puedo decir si estaba o no porque no lo recuerdo”, afirmó sobre la presencia de Mullen en el quirófano ante una de las preguntas del juez Pagliere (h).
A ese magistrado le llamó muy especialmente la atención que Migliorero, en varios tramos de su testimonio, sostuviera que había que “llamar al anestesista”, lo que dejó en evidencia que el médico Mullen no sólo se ausentó durante la operación que derivó en la muerte del adolescente, sino que esa situación pareció repetirse en intervenciones anteriores realizadas en el Sanatorio Azul a otros pacientes.
El dato
Finalizada ayer la recepción de la prueba testimonial, el juicio se reanudará el martes próximo. A partir de la hora 9.30 de ese día, las partes formularán sus respectivos alegatos.
LA INSTRUMENTISTA QUE DECLARÓ A PUERTAS CERRADAS Y LOS OTROS TESTIGOS
El médico anestesiólogo Walter Villar Báez. Actual director del Hospital Municipal de General Alvear, en la imagen aparece brindando ayer su testimonio ante los jueces del Tribunal 1 que están interviniendo en el juicio a los médicos Migliorero y Mullen.
NICOLÁS MURCIA
La segunda jornada del juicio por la muerte del chico Leo Villarruel en el marco de una presunta mala praxis ocurrida en el Sanatorio Azul en marzo de 2014 se tradujo en que finalizara lo que se conoce como la recepción de la prueba testimonial. En otras palabras, ayer las partes que están interviniendo en este debate que se lleva a cabo en el Tribunal 1 local terminaron de escuchar a los testigos que habían convocado al proceso.
Todo eso ocurrió después de que la fiscal Laura Margaretic, el Particular Damnificado Jorge Piazza y los abogados de los médicos imputados, los Drs. Julio Vélez y Luciano Di Pietro, decidieran prescindir de varios de los testigos que en principio habían propuesto traer al juicio.
De esa manera, la segunda de las jornadas quedó acotada a la presencia en la sala ubicada en el primer piso del Palacio de Justicia local de sólo cinco testigos, antes de lo que fue la declaración de Sergio Migliorero, uno de los médicos imputados.
Una de las declaraciones más extensas, en medio de una sala que volvió a estar completamente colmada de público -en su mayoría por familiares y amigos del adolescente de General Alvear que falleció durante esa operación a la que lo sometieron en el Sanatorio Azul el 19 de marzo de 2014-, fue la de la mujer que participó como instrumentista en aquella intervención llevada a cabo en la clínica privada ubicada en Avenida Mitre y Lavalle.
Llamada Patricia Sánchez, habían sido los abogados defensores de los médicos Migliorero y Mullen quienes insistieron para mantenerla como testigo en el debate, después de que -por problemas de salud que padece- la fiscal Margaretic pidió, sin que el Tribunal lo aprobara, que sus dichos fueran incorporados por lectura al proceso, teniendo en cuenta una primera declaración que la instrumentista hiciera durante la instrucción de esta causa penal.
Pero los dichos de Sánchez no pudieron ayer ser escuchados por el público asistente al debate ni tampoco por los representantes de los diferentes medios de comunicación que están cubriendo este juicio oral.
Eso se debió a un pedido formulado para que su versión de lo sucedido aquel 19 de marzo de 2014 en esa operación donde participó como instrumentista y se tradujo en la muerte de Leo Villarruel fuera a puertas cerradas, algo a lo que los jueces del Tribunal dieron lugar.
Eso implicó también que los dos médicos imputados, si bien pudieron escuchar los dichos de la mujer, no estuvieran tampoco en la sala de debates, por lo que fueron trasladados a un sector contiguo desde donde oyeron lo que la instrumentista les contaba a los jueces y a las partes sobre las circunstancias que derivaron en la muerte del adolescente alvearense de 17 años.
Después de su relato, los integrantes del Tribunal 1 ordenaron que el público y los medios ingresaran a la sala, para presenciar lo que decían los demás testigos y uno de los médicos acusados, en lo que ayer fue la segunda de las audiencias de este juicio.
El actual director del Hospital Municipal de General Alvear, un médico especialista en anestesiología llamado Walter Villar Báez; la contadora Livia Valicenti -que integra el Directorio del Sanatorio Azul- y dos peritos de parte traídos al proceso por la Defensa Particular del médico Migliorero, el traumatólogo Jorge Antonio Santander y el anestesiólogo José María Pastor, fueron los demás testigos que ayer declararon en este juicio.
Los peritos ofrecidos por el abogado del traumatólogo imputado, al igual que el actual director del centro asistencial municipal alvearense, fueron consultados por las partes por aspectos que hacen al protocolo de una operación. Y en ese contexto, por los roles que les caben en una intervención al médico que la lleva a cabo y al que participa en carácter de anestesista.
A modo de puntos en común que tuvieron esos tres testimonios, surgió que en ningún momento el anestesiólogo debe abandonar el quirófano. También, que éste es quien da el aviso para que el especialista que lleva a cabo la operación comience con la misma, después de cumplidos todos los requisitos que surgen como obligatorios y que, en comparación con lo que específicamente pasó con Leo Villarruel, en ese caso al parecer no se cumplieron.
“Si está el paciente, tiene que estar el anestesiólogo”, dijo al respecto el actual titular del Hospital Municipal de General Alvear durante su declaración.
En tanto, la contadora Valicenti fue consultada también por aspectos relacionados con otro de los delitos por los que el Dr. Mullen está acusado, aquel relacionado con si contaba o no con el título habilitante para ejercer como anestesiólogo.
A la actual titular del Directorio del Sanatorio Azul se le preguntó -además- sobre los requisitos que reúne esa clínica privada para funcionar. Por ejemplo, por habilitaciones y otros aspectos similares, permisos que, afirmó Valicenti, les son otorgados desde el Ministerio de Salud de la Provincia, que considera a ese centro asistencial “Categoría 4”, la máxima calificación que otorga esa cartera del Estado bonaerense a los establecimientos privados de salud teniendo en cuenta su nivel de complejidad.
Según Valicenti, que Mullen no estuviera registrado en la Federación Argentina de Asociaciones de Anestesia, Analgesia y Reanimación -la entidad que regula la actividad de los médicos que desarrollan esta especialidad- no era algo que le impidiera ejercer como anestesista.
UN PEDIDO DE JUSTICIA PARA CUATRO JÓVENES QUE MURIERON EN UN ACCIDENTE EN LA RUTA 3
NICOLÁS MURCIA
Entre el público que asistió ayer al juicio, hubo quienes exhibieron carteles pidiendo justicia por un accidente de tránsito que en la Ruta Nacional número 3 había ocurrido el 31 de enero del año pasado. En horas de la noche de ese día, en jurisdicción del Partido de Las Flores, a la altura del kilómetro 201 se había producido un choque entre dos vehículos. La colisión derivó en el deceso de cuatro jóvenes que circulaban en uno de los rodados implicados en ese accidente: un automóvil Ford Fiesta. Las víctimas de este choque eran cuatro jóvenes domiciliados en diferentes localidades del Gran Buenos Aires. La Policía los había identificado como Leandro Pampena, de 25 años; Sharon Morgado, de la misma edad, Candelaria Olivera y Lucas Silvera, jóvenes estos dos últimos que tenían 23 años. El otro vehículo implicado en ese choque fue una camioneta Chevrolet Blazer. Esa noche, la conducía el médico Ariel Mullen, el mismo que ahora figura como uno de los imputados en el juicio por la muerte del adolescente alvearense Leo Villarruel a causa de esa presunta mala praxis ocurrida el 19 de marzo de 2014 en el Sanatorio Azul.