17/5/17

Estación Emma, de General Alvear.

Por Lis Solé
Estación de trenes… Quién no siente fascinación por una vía de tren que             se pierde en el horizonte o por un tren que pasa… Estaciones que nos          llevan a otros lugares, a otras vidas, a distintas realidades donde el             corazón cree que será más feliz… Recorrer otros caminos dando a la               vida otras oportunidades.
Los “caminos de hierro” fueron creados con la intención de integrar y               dar vida a lugares y regiones y principalmente, para dar salida a los         productos agropecuarios. En General Alvear el tren llega en 1897               viniendo de Saladillo y pasando por la estación José María Micheo.                       Sin embargo, la estación Emma recién lo recibe el 15 de octubre de 1910 continuando hasta Pigué y siendo la primera estación del ramal que se           abría en Empalme Alvear y que, pasando por Recalde y Huanguelén,           llegaba a Pigüé.
Los nombres de las estaciones son bastiones de historia, referentes de         raíces familiares y personales. El nombre de la estación Emma recuerda a Emma del Carril de Erdmann, nieta de Tiburcia Domínguez y Salvador           María del Carril, poderoso hacendado de la provincia y con una vida           política muy intensa (llegó a vicepresidente de la Nación Argentina, secundando a Urquiza ). La estación está dentro de una de sus           propiedades: la estancia “San Justo”. Su hijo, Pedro Ángel del Carril que         nace en 1832, se hace cargo de la estancia y cede parte del campo a la compañía inglesa Ferrocarriles del Sud para que construya una estación             que llamaría como su hija mayor: Emma María Salomé del Carril Puig           nacida el 28 de enero de 1871.
La familia Del Carril estuvo en el pueblo desde sus inicios participando activamente en eventos sociales y religiosos. Por ejemplo, cuando el 23             de septiembre de 1900 se colocó la Piedra Fundamental del primer edificio         de la Iglesia Católica los padrinos de la misma fueron el padre de Emma,     Roque Robles propietario de la estancia “La Primavera”, José María           Micheo de “Los dos amigos” y José Rufino de Olaso dueño de                         “San Salvador del Valle”. Recordemos que los padrinos eran los que         aportaban el dinero para la construcción de la Iglesia.
Emma es bautizada en la Iglesia Nuestra Señora de Monserrat en Buenos     Aires y sus padrinos fueron sus abuelos Salvador María de ya 72 años y             su esposa Tiburcia de 56. Se casó a los veintitrés años con Federico       Erdmann, en 1894, dieciséis años antes de que llegara el ferrocarril a             “San Justo”. Dicen sus descendientes que Emma se ocupaba en persona           de los tratados con los empresarios ingleses que construyeron el           ferrocarril que pasó por sus campos. Emma, “muy blanca, libre, mimada, elegante, fina y ligera” se ocupaba de todo. El matrimonio Erdmann Del         Carril tiene 6 hijos. Cuatro de ellos, Tita, Marta, Jorge y Adolfo forman la Sociedad SRL Erdmann Del Carril a partir de 1941 hasta 1970,           encargándose de la administración de “La Porteña” de Lobos y                       “San Justo” de General Alvear. En la década del 40, Estación Emma era           casi pueblito con 508 habitantes, sin hospedajes ni coches, pero con destacamento policial, telégrafo y estafeta en la estación.
Don Adolfo Erdmann Del Carril es quizás el más recordado de la familia             en General Alvear. Vive en “San Justo” y en el pueblo, en la calle Vicente       López entre Mitre y Althabe. Se casa con su media prima María José Del       Carril y tienen 7 hijos: Emma, María Elisa, Víctor Federico conocido como “Torico”, Marta Elena, Guillermo Adolfo, y los gemelos Ana Inés y José         María.
Todo hace suponer que durante su juventud de largos vestidos blancos,     Emma vivió en la estancia junto a su padre, y después junto a su esposo Federico. Al final de su vida, sola y con grandes problemas de salud               pasa casi todo el tiempo entre “La Porteña” y Buenos Aires donde fallece.
Sin embargo, desde 1937, durante los veranos visita San Justo y pasa           largas temporadas junto a su hijo Adolfo, su nuera y nietos. María José la describe “como la brisa primaveral” casi sin hacer ruido en su silla de       ruedas. Emma amaba mucho la casona de San Justo y en ella, el recuerdo         de su marido. Era suave, dulce, efímera, sonriente… La que repetía: “-                 Yo soy materia dispuesta” y que a pesar de su falta de movimiento y 00.

libertad, atada por la enfermedad y la edad, convertía todo a su alrededor           en una explosión de movimiento. La abuela Emma, tenía chofer, mucama,     auto, sillón de ruedas y una enfermera… y se trasladaba con todo.            Llegaba a la estancia con regalitos y bombones, ropa para sus nietos y             se extasiaba mirándolos. Le gustaba mirar a su nieta mayor manejar un           carrito tirado por una cabra o ver los paseos tambaleantes de las otras             dos niñas. Cuando se iba, entre sus almohadones y mantas, miraba por             la ventanilla del auto como no queriéndose ir, saludando con su mano         blanca.
Muchas veces las dos nietas mayores junto a su padre Adolfo iban a         saludar a Emma a Buenos Aires o a La Porteña y pasaban allá una         semana… Emma las llenaba de regalos: saquitos nuevos, enagûitas y bombachitas de seda, zapatitos, bombones y muñecas, cadenas y             medallas que eran la delicia de las nietas.
Los últimos años estuvo muy enferma, casi postrada y cuidada por su             ama de compañía de toda la vida: Carmen. Al morir Emma, Carmen se           ocupa de la administración del casco de “La Porteña” junto a Rebeca           Peña, de Lobos, esta situación separa a los hermanos que se mudan y distancian. Así es que queda doña Marta en “La Porteña” y don Adolfo,               en “San Justo”.
En 1963, un gran incendio destruye gran parte de la hermosa casa de             “San Justo” que es refaccionada y arreglada por don Adolfo. Héctor           Andrés Pérez recuerda cuando pintaron la casa rosada, en 1976, junto             con el “Indio” Cousté viejo, su hijo, “Michi” Almendros, Felipe Haedo,             Omar Castro, Bustamante y algunos más… La Casona rosada que no           alcanzó a ver Emma…
En la Estación Emma ya sin trenes, vive actualmente uno de sus nietos,         Víctor “Toriko” Federico Erdmann Del Carril, quién guarda con celo             retratos de sus antepasados y objetos de la estación: muebles, caja             fuerte, telégrafo, máquina picadora de boletos, faroles, vestigios de un       pasado que no se debe olvidar. Él recuerda cuando Emma lo iba a visitar           al Colegio donde estaba internado, en Buenos Aires, y lo llevaba en un             auto grande con chofer a pasear al Rosedal de Palermo o al aeropuerto               de Ezeiza.
Emma… Nombre de estación sin trenes donde el corazón se retrae…         Estación Emma… Escuelita N° 10 de Emma que ya sabe de dónde               proviene su nombre. Muchas poesías y canciones infinitas de deseos         habrán pasado por los pensamientos de Emma cuando cruzaba esas vías       para ir hasta San Justo después de recorrer caminos de polvaredas y           rieles. Es el tren de la vida dicen las canciones… Caminos infinitos para recorrer, muchas más historias de los Del Carril para contar.
Agradezco a Julieta Erdmann por sus relatos, a Torico Erdmann Del             Carril, al Director del Museo Pago de los Lobos José Guindani por las             fotos de Emma en la Porteña, a Héctor Pérez.
Relatos extraídos de “La vida radiante” de María José Del Carril. Foto:         Emma Del Carril junto a Carmen, su Dama de Compañía en “La Porteña”, Lobos, Buenos Aires, 1933.

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