Lecheros… ejemplos de responsabilidad rural
Por Lis Solé.
El lechero y su familia se levantaban temprano, a las tres o cuatro de la mañana para estar a veces con reparo o no, ordeñando las vacas.
Familias numerosas donde todos, chicos y grandes, mujeres y hombres participaban en el ordeñe. Con frío o calor, lluvia o sequía, había que realizar la ordeñada para cumplir con los pedidos en el pueblo, porque muchas veces “… la leche era casi lo único que tenía la gente para comer”.
Antes del 1900, las epidemias que asolaban los pueblos eran producidas en general por la falta de las medidas de higiene. Los médicos que llegaron a Alvear, entre ellos el Dr. Agesilao Milano desde el año1902 en adelante, propusieron una gran cantidad de medidas a fin de evitar el contagio de las enfermedades, así como la apertura del Hospital Municipal que se hizo efectiva en 1906.
Comenzaron con una serie de Inspecciones Municipales a fin de “revisar” junto con el Veterinario Municipal el contenido de los tarros de leche cargados para el reparto encontrándose en la vecina población de Saladillo que, en la mayoría de los casos, la leche era de muy mala calidad y “bendecida”, llegándose a encontrar “hasta tres partes de agua en un litro”.
Así que se dictaron Ordenanzas…En General Alvear, en la Ordenanza N° 10 del año 1910, se exponen todas las exigencias para asegurar que la leche de vaca llegue a los hogares en las mejores condiciones posibles. Allí se estipulaba la obligación bajo la efectivización de severas multas, de realizar a la leche y a los animales revisaciones periódicas para evitar intoxicaciones y la transmisión de las temidas enfermedades.
La tarea de tambo no era sólo el cumplimiento de la entrega de la leche diaria en el pueblo pues la jornada arrancaba muy temprano con las tareas de ordeñe, acomodar el caballo al carro y, una vez terminada la distribución por las casas del pueblo, volver y lavar perfectamente los tarros, desatar el caballo, darle de comer y por supuesto hacer las cuentas y anotar “los fiados”.
Lamentablemente, es imposible recordar los nombres de los primeros lecheros de General Alvear tal como sucederá en todos los pueblos, pero acá persisten unos cuantos en la memoria de muchos.
Así recuerda RODOLFO SOLÉ sus tiempos de lechero, haciendo el reparto con su caballo “Chiche” que sabía dónde parar, cuánto tiempo debía permanecer enfrente de cada casa, y mientras su hermano JUAN ANTONIO caminaba con el tarro por la vereda, el caballo iba solo al tranco por la calle. Desde 1925 hasta el año 1950, María Iocco, Fermín, Juan Antonio, Fermín (h.) y Rodolfo se ocuparon del tambo. Victoria ayudaba en el lavado de los tarros junto a su madre. El carrito de reparto era muy bonito, carrozado, amarillo, construido por don JUAN IGNACIO NEUVILLE, con ruedas de madera que de tan bien hechas eran eternas y necesitan apenas un retoque cada siete u ocho años. Dentro, también de madera, tenía unos espacios para que quedaran anclados los tarros grandes de 8 o 10 litros y no se cayeran con el traqueteo.
La Ordenanza de 1910 reglamentaba hasta la forma de vestir de los lecheros que “deberán observar el más perfecto aseo e higiene en su persona y vestidos” . Y así iba siempre Juan Antonio en la década del 40, de bombacha, saco, pañuelo al cuello, alpargatas y sombrero de paja, impecable en su sueño de tener un gran tambo concretado en el mejor tambo mecanizado de la región, con vacas Holando y excelentes pasturas que aún verdean sus campos.
Por esos años los lecheros coexistían pacíficamente y trabajaban en franca competencia. Cada uno tenía su clientela y era común ver, en una misma cuadra y a la misma hora, dos o tres carritos abasteciendo al vecindario. A una señal del lechero o de memoria nomás, el caballo avanzaba lentamente hasta la casa del próximo cliente, deteniéndose espontáneamente a la espera de una nueva orden, siendo caballo y repartidor sólo uno, acostumbrados al andar del otro.
Desde cerca del Vivero de Gorbea, venía Sabbattini, el viejito AMADEO SABBATINI que bajando por la calle Bernardo de Irigoyen dejaba temprano la leche en las casas al grito de: -¿Cómo le va Sra.? en un carro parecido a una jardinera.
Las mujeres siempre participaron en el ordeñe, pero también eran repartidoras como NATALIA OLMOS DE ARANO que traía la leche en sulky desde Villa Belgrano o ALICIA CRIADO DE MORENO que iba con dos tarros grandes y otro chiquito.
LUISA DE COPLA Y ALICIA LÓPEZ DE MAN comenzaban el día a las dos de la mañana; eran lecheras en lo de DOMINGO SALINARDI y después del reparto, volvían a la chacra para hacer quesos y ricota con doña AMALIA SALINARDI.
En el tambo se involucraba toda la familia: LIDIA DIMASI (pariente de los lecheros Finocchio-Lamayta) y su esposo “TETO” DE GREGORIO llevaron el oficio con mucho responsabilidad durante treinta años, desde 1980 a 2010. Ellos siempre ordeñaban teniendo el “ternero al pie”. A la tarde, separaban a todos los terneros de su madre hasta el otro día después del ordeñe… Las vacas venían solas hasta la manguita a comer y buscar el ternero. Tenían 30 o 35 vacas y primero, las ordeñaban a mano, antes de llevar a los chicos a la escuela para después continuar con el reparto de unos 170 o 200 litros por día.
La FAMILIA GIOBBI fue lechera de siempre: Evaristo y ANTONIO. Antonio abastecía incluso a La Martona, la más grande empresa láctea de la zona con sede en Cañuelas, completando los carros cisternas que se llevaban a la pasteurizadora.
EVARISTO GIOBBI y su familia vivían detrás del actual Balneario Municipal y desde allá traía la leche en su carrito. Su mujer, NÉLIDA LIZ BEGUERIE DE GIOBBI cuenta lo duro de la vida del lechero, las horas de ordeñe debajo de la lluvia con el cabello largo pesado por el agua, con los fríos o los calores que quebraban tierras y ganas, con el aire renovado de los jóvenes que sacaban risas por cualquier motivo a pesar de la pobreza.
Tantos nombres…MODESTO RUANO, lechero de años que venía desde lo de Cholin con sus tarros de leche aunque lloviera a baldes; don Samuel TORTELLi Y SU SRA, acompañados durante años por el “Petiso” ORLANDO LÓPEZ… FERMÍN FIGUEROA, de los años 40, el proveedor oficial del Hospital; Juan Carlos López y su esposa “La PIBA” ALICIA MENGARELLI, que venían de la chacra sobre la Ruta 51, vecinos de Fermín Solé; los BALDA, BERNARDO Y RAMÓN eran lecheros; OSCAR BALDA también repartía la leche que el padre RAMÓN BALDA, ordeñaba. Eran muy apreciados los quesos que traía “PERICO” ROSSI, con recetas gringas de las mujeres de la familia; HERALDO Y RUBÉN ZAPPACOSTA de la Colonia Fortín Esperanza; VÍCTOR BARRAGÁN; ANTONIO DÍAZ , aquel que perdió la tropilla de tobianos que le mató el tren; el recordado JUAN DORNACO hasta 1970, vecinos de Juan García, vendiendo leche durante años… cada uno con su clientela vendiendo, en competencia leal, de uno a dos litros por moneditas que valían mucho, y cuidando con celo a los “clientazos” de tres litros.
La cantidad de vacas ordeñadas variaban, nunca se ordeñaban las mismas, de un plantel de unas 70 vacas en los Tambos grandes, se ordeñaban 25 o 30 por día…Después están los que ordeñaban y cuando venían al pueblo repartían leche a sus parientes y vecinos gratis como don JUAN CASALE que traía la leche para todos los pupilos del Colegio Carmen A Micheo en damajuanas.
BERNARDO INDEFONSO CÓRDOBA también era lechero y como todos ellos, llevaba anotados sus clientes en una pequeño cuaderno ajado; nuestra apreciada ALICIA PASTORINI, cocinera en la Escuela 27 fue durante muchos años lechera junto con sus hermanos; sus padres CIRILO PASTORINI Y DOÑA VICENTA VILLAMARÍN se encargaban del ordeñe con sus hijas menores y eran Alicia y Delia las encargadas del reparto en sulky,,, MORENA, con su andar característico, haciendo el reparto por el Barrio Ferroviario…
¡Cómo olvidar al GAPO GONZÁLEZ que llegaba con su vozarrón trayendo todas las mañanas los botellones de vidrio de dps litros!
Los rigores climáticos de todas las estaciones se hacían sentir más que en otras ocupaciones ya que la faena del lechero se efectuaba casi a la intemperie, tanto en el ordeñe como en el reparto, subiendo y bajando del carro, en un constante entrar y salir de los domicilios de los clientes. Era el único vendedor ambulante que tras pactar con la dueña, penetraba en las casas para dejar su provisión en el recipiente que lo esperaba en algún sitio de la cocina. Por eso, cuando nacía un hijo con un tono diferente de piel o cabello del resto de la prole se decía en chiste que ‘la culpa había sido del lechero’, una de las tantas chanzas y cuentos que los tenían como blanco.
¡Cuántos nombres de mujeres, hombres y chicos lecheros quedarán en el olvido después de estos más de 150 años del Pueblo Esperanza, hoy General Alvear! ¡Cuánto sacrificio y trabajo rudo a la intemperie en mudo acuerdo con los animales y la naturaleza! ¡Qué bello es escuchar a doña NÉLIDA GIOBBI contar los “pactos” que hacían con caballos y vacas donde el respeto era mutuo!
Humildad, esfuerzo, perseverancia, tenacidad, sacrificio, privilegio del bienestar de la familia por sobre todas las cosas, responsabilidad en el hacer.
Lechero… que el ruido de los carros, el grito de los teros o el gemido lastimero de los terneros llamando a su madre mantengan su trabajo en la memoria de todos y para siempre.
Foto: Juan Antonio Solé, de 18 años, con su carro en marzo de 1942 en la chacra sobre la Ruta 51. Gentileza de Fánix Ballarini de Solé.
Nota; Agradezco a todos los vecinos y familiares de lecheros que con sus recuerdos mantienen viva sus memorias y con sonrisas, el trabajo de tantas familias dedicadas a esta profesión.
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