12/3/18

Tiempos de romerías y gaiteros

Por Lis Solé
Aires de fiesta, sones de gaitas… Las romerías españolas llegaban a todos      los pueblos en carnavales, día del pueblo o de la Raza. Eran esperadas            por chicos y grandes, jóvenes y viejos, en épocas donde no era fácil            llevar música a las casas y los bailes y reuniones eran sólo para las            Fiestas Patrias.
Organizadas por las Sociedades Españolas de Socorros Mutuos,        literalmente toda España con sus sones copaba la vida pueblerina por              tres o cuatro días durante los cuales el vecindario participaba              embanderando el frente de las casas y cerrando los negocios el sábado             a partir del mediodía.
En General Alvear, las primeras Romerías se realizaron en 1889 en la          quinta del Sr. Plácido Creado que se encontraba cerca de donde es hoy              la cancha de Colorado, luego en la quinta de Moya o de Laplace sobre la avenida Belgrano y con la compra de los terrenos que se encuentran en    Lavalle y Pellegrini, se hicieron a partir de 1903 en el Prado Español.
En épocas donde era impensable la música grabada o la amplificación,            los músicos eran todo en las Romerías; contratados con anterioridad,      llegaban en tren desde Buenos Aires grupos de hasta veinte personas              con servicios de gaitas y dulzainas.
En 1916, miembros de la Sociedad Española, autoridades locales y        numeroso público esperaron la llegada “de la banda de música gaitas y dulzainas justo a las 10.32 de la mañana”. Cuenta el Programa de              Festejos de ese año, que desde la estación fueron en procesión tras la        Banda de dieciséis músicos dirigidos por José Franco, doce de la banda            y un cuarteto de gaitas, que tocaban jotas y pasodobles enfrente de las        casas de las autoridades o de los gallegos más antiguos.
Los gaiteros eran hombres de todas las edades que vestidos        impecablemente de blanco y con boinas y fajas coloradas, que daban un        gran aire de color y tradicionalismo a las calles pueblerinas. Los músicos        ese año se hospedaron en
el “Hotel Cuatro Estaciones” de Luis Pisauri habiendo pagados los            pasajes y hospedaje la Comisión de Romerías Españolas.
Sandalio de la Vega, estaba a cargo del bar y fue el que agasajó a la            Banda con bolitas, bilz -que eran las gaseosas del momento-, 38              cervezas, 5 cognac, 2 sidras y 14 vermuts durante sus cuatro días de        estadía.
Al otro día, la población se despertaba con el disparo de 21 cañonazos                a la salida del sol y enseguida, se reiniciaban las dianas y pasacalles      realizadas por las bandas entre el sonar de las bombas de estruendo y    cohetes.
A las nueve de la mañana, se hizo la recepción en el edificio social de los concurrentes entre los que estaban todas las Autoridades del Pueblo y              de las Sociedades Hermanas, como la Sociedad Italiana e instituciones              en general.
A las tres de la tarde era la inauguración oficial en el recinto de las          Romerías, seguida de “grandes bailes populares, rifas atractivas,          conciertos musicales de la Banda de gaitas y dulzainas” hasta la siete              de la tarde.
A las ocho y media, los bailes eran en el local de las Romerías “con gran iluminación a la veneciana en el Edificio Social y agradable música                hasta las 12 de la noche”. La iluminación era fundamental: en 1916 la            Usina Eléctrica General Alvear estaba a cargo del gerente Marrone quién suministra para esas romerías luz incandescente y dos arcos voltaicos              de amperes por día.
El tercer día, a las 7 y 10 de la mañana en punto, recomenzaban los        pasacalles y dianas por las calles del pueblo “con las más selectas              piezas del repertorio de la Banda”, llamando todos a Misa de las 9 y al      almuerzo popular.
Después de doce, a las tres de la tarde, nuevamente los bailes populares, carreras de embolsados, de obstáculos, de tres pies, algunas pollas de      caballos o carreras de sortijas con premios a los vencedores hasta las 7            de la tarde y a las ocho y media, el baile con “música selecta” como el día anterior.
El último día “era una Romería” como dice el dicho porque había gente            por todos lados andando suelta por el pueblo. Se inició con los          tradicionales 21 cañonazos a la salida del sol; a las 8, las gaitas y            dulzainas saludando al pueblo “con alegres dianas y alboradas” y a las              10 de la mañana: La Rifa. La rifa era de 1000 tarjetas a un peso cada una            con una vaquillona de Primer Premio, una máquina de coser
New Home y un juego lavatorio de loza como tercer premio; el sorteo                tuvo lugar "ante el público por medio de celulitas que fueron extraídas                de una urna por niños de la localidad".
Toda la tarde de fiesta y a la tardecita noche: ¡Baile otra vez! La            iluminación, las bombas, los cohetes luminosos, los conciertos de las        bandas y las gaitas continuaron ese 22 de febrero de 1916, hasta la una              de la mañana entre revoleos de polleras, corridas de chicos y risas de        jóvenes.
Para realizar tal evento, las compras eran muchas… En el almacén de          Ramos Generales “La Campana” de Pedro Antelo se adquirieron copas, cajones de sidra y botellas de vino moscatel rosado, botellas de bitter y      vermut además de un cajón de cerveza.
En febrero de 1916, la Comisión estaba integrada por Pedro Orella como Presidente; José Pérez, vicepresidente; secretario era Pedro Nomdedeu              y el tesorero Baldomero Varela, todos trabajando haciendo las gestiones              y trámites necesarios para que todo saliera de maravillas.
El Tesorero Varela por nota autoriza y compromete al Sr. Pizauri para          explotar todos los juegos permitidos durante las Romerías y se              reservaba el derecho para instalar la carpa, la venta de bebidas de todas    clases, caramelos y dulces, cosas propias de bar y confitería.
En otra nota el Sr. Cataldi Paladini se comprometía ante Pedro Orella a      manejar el servicio de pirotecnia durante todos los días de romerías,    quemando la cantidad de 136 bombas de estruendo y 27 luminosas.
Ese año, se cumplían 28 años de la fundación de la sociedad, y se              invitaba a la población con 100 carteles de programas y 100 invitaciones especiales para el Comisario, al Intendente, el Cura y el Presidente de la Sociedad Italiana. Para ello, la imprenta y diario “La Reacción” de Pedro            J. Acosta había impreso las invitaciones que incluía a los Jefes de familia,      sus señoras y señoritas que lo acompañaran pero no era válida para los        hijos o hermanos, ya que las entradas para los varones debían retirarlas            en la tesorería del Sr. Varela a 0,40 pesos cada una.
En Alvear en esa época, estaba la Casa Blanco y Negro con sucursales              en Lamadrid y Tapalqué: sus dueños, José y Gregorio Pérez, fueron los          que proveyeron de cintas, telas y botones a los organizadores además                de la Máquina de Coser, el segundo premio de la Rifa.
Felipe Casado proveyó las Banderas, 50 pliegos de papel y las guirnaldas            y farolitos que adornaron el Prado mientras que todos los artículos de      ferretería más los faroles chinescos y el juego de lavatorio de la rifa            fueron provistos por “La Vencedora” de José Diaz Goyos, quién se            encargó de comprarle la “vaca” a don Pedro Balda, primer premio para               la Rifa, por 120 pesos.
Y algo especial, la fábrica de Refrescos y Soda de don Francisco              Fittipaldi, concesionaria de Biltz y de la cervecería Quilmes, fue la que          proveyó de todas las bebidas consumidas durante los cuatro días de        Romerías, distribuidora que aún sigue abierta en el pueblo por los          sucesores Fittipaldi, una casa de más de cien años de vigencia en              General Alvear.
Las Romerías terminaron… Doña Arsenia Campomenosi, en nombre                  de las damas de la Asociación Bernardino Rivadavia recibe la suma de            147 pesos a beneficio de la Sociedad de Beneficencia que ella              encabezaba y el Sr. Intendente Municipal, don Teófilo Mathet, presta en        marzo de 1916, el piano de la Intendencia para poder llevar a cabo un              baile de disfraz y fantasía en honor de las gentiles vendedoras de                tarjetas de las pasadas Romerías Españolas".
Romerías Españolas… ¡Cómo se extrañan!
Aún parece escuchar las gaitas en las calles…Fueron cambiando con el tiempo... Las fiestas que en un principio eran organizadas por y para una          elite de la población, se fueron haciendo populares. Ya no se alquilaban      carpas para resguardo de los bailarines y los cuatro días de fiestas se redujeron a dos o tres días para los carnavales, espaciando las fechas          hasta perderse en el recuerdo de muchos alvearenses…
Historias de españoles, sones de gaitas y dulzainas, dianas y alboradas, revoloteo de palomas y muchachada…Grandes Romerías Españolas en    General Alvear en 1916; “jolgorio y alegría sin parar” decían los panfletos;      gran emoción para la colectividad española alvearense… Romerías españolas…
Todavía resuenan en el aire y en los recuerdos el sonar de las gaitas, castañuelas y dulzainas de los gallegos inmigrantes.
Agradezco a Rubén Fondado, Presidente de la Sociedad Española, por      permitir el acceso al Archivo y responder a mis preguntas.

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