21/3/18

Un plan simple: caminar desde Tierra del Fuego hasta Alaska

Salió de la bahía Lapataia, Tierra del Fuego, el martes 31 de      octubre.
El hombre tira de un carro con cuatro ruedas por la banquina del        kilómetro 420 en la ruta provincial 226. Se dirige hacia Bolívar aunque          de cara al tránsito que va en dirección contraria. Cada camión que              pasa le toca bocina en modo saludo y él responde con la mano              derecha en alto.
Se llama Martín Echegaray Davies y tiene 60 años. Los camioneros                no lo saben pero, al mediodía del miércoles 14 de marzo, lleva          caminados 3779 kilómetros con el carro a cuestas.
En cuatro meses y medio no hizo más que andar en solitario por toda            la Patagonia y atravesar La Pampa hasta este punto de la provincia de Buenos Aires.
Tiene un plan que ni el más imaginativo camionero, en esos pocos segundos que lo cruzan y saludan extrañados por la ruta 226,        sospecharía jamás. Echegaray Davies piensa caminar y caminar hasta      llegar a Alaska.
Caminata las Tres Américas
Martín Echegaray Davies vive en Trelew y es descendiente de los        primeros colonos galeses en poblar la PatagoniaMartín Echegaray          Davies vive en Trelew y es descendiente de los primeros colonos          galeses en poblar la Patagonia
La llama Caminata las Tres Américas. La primera etapa contempla          recorrer por completo la Argentina, tocando todas las capitales      provinciales y la ciudad de Buenos Aires. Estima unos 9200 kilómetros. Hasta el extremo norte del continente serían 28.000 y calcula que podría alcanzar la meta en tres años.
Espera llegar a La Plata a fin de este mes, pero se reserva otros detalles      del itinerario. "Aunque uno tiene un plan después surgen modificaciones        y no queda bien decir que va a hacer algo y después hacer otra cosa.      Pero sigo pensando que voy a llegar a Alaska. Para achicarse hay        tiempo", aclara mientras enjuaga un termo en la banquina, sin apuro.
Echegaray Davies es de Trelew, nacido y criado. Descendiente de          galeses y vascos, como se puede inferir no solo por los apellidos sino          por las banderas que adornan el carro.
Tiene esposa, tres hijos y seis nietos. "La familia, muy bien", resume      cuando se le pregunta qué opinan de su proyecto. En Trelew trabajaba      como jagüelero, reparando molinos y alambrados rurales.
La ascendencia galesa es clave para esta travesía: Martín asegura que            lo inspiró la marcha de aquellos 153 colonos galeses que en 1865      arribaron a bordo del velero Mimosa al Golfo Nuevo y desde allí      anduvieron en busca de agua hasta el Valle de Chubut. "La tradición      galesa es caminar cantando. Yo no sé cantar en galés, lamentablemente.      Mi abuela salió renegada y no mantuvo el idioma. Pero puedo caminar,        eso sí".
Emblemas del viaje
El "carricatre pilchero", como lo llama Echegaray Davies, pesa 180 kilos,.tiene cuatro ruedas de moto y las banderas de Argentina y            Gales El "carricatre pilchero", como lo llama Echegaray Davies, pesa          180 kilos,.tiene cuatro ruedas de moto y las banderas de Argentina y      Gales Crédito: Daniel Flores
Lleva camisa colorada, corbata y boina. Eso es parte de lo que llama la atención en la ruta, en las estaciones de servicio, en cada pueblo al que ingresa, incluso antes de que se sepa nada de la Caminata de las Tres Américas. "Uno se pone corbata y ya entra en cualquier parte de otra manera", dice. La corbata tiene una historia más bien simple: se la      regalaron unos choferes de una empresa de micros, se la probó y            quedó como un emblema del viaje.
También despierta curiosidad el carro. Él le dice Carricatre Pilchero. Lo diseñó y construyó, pero también debió modificarlo en el camino. Partió    con cuatro ruedas de bicicleta, que pronto tuvo que cambiarlas por las actuales, de moto, más resistentes. Además, hubo que adaptar el tren delantero para mejor arrastre y menor desgaste de cubiertas. Le puso          un arnés que le permite avanzar con las manos libres y saludar a los camiones sin detenerse. Siempre lo ayuda algún mecánico, un herrero,        un vecino que se da maña.
Cada tanto, aprovecha una balanza camionera para controlar el peso.      Salió con 140 kilos y hoy, en parte por algunos regalos recibidos (como        un anafe), marca 180. "Demasiado, voy a tener que vaciar un poco",        estima quien ya dejó prácticamente todo para caminar de Ushuaia a      Alaska.
En el carro carga algo de comida enlatada, un inflador y la carpa en la        que durmió la mayoría de las noches desde octubre. Por ahí, lo invitan            a descansar en alguna casa. Más seguido le proveen comida, una ducha caliente, la posibilidad de lavar la ropa, como un par de días atrás lo          hizo una señora en Trenque Lauquen. A veces le dan algo de dinero.        Otra mujer, en La Pampa, le preguntó: "¿Se ofende si le ofrezco esto?", extendiéndole un billete de 50. "Y la verdad que no, ¿cómo me va a    ofender? Al contrario, me ayuda. No tengo fortuna. Lo único que no      acepto es que me lleven en camión. ¡Todo el tiempo los camioneros me preguntan si quiero que me lleven! Siempre les agradezco, ¿pero cuál      sería la gracia?".
Fotos en el camino
Tiene un ritual: con muchos de los que se acercan a saludarlo o a preguntarle qué es lo que está haciendo con ese extravagante carro            por la ruta, Echegaray Davies se saca una foto, que a las pocas horas publica en su Facebook (buscarlo por su nombre o por Caminata las 3 Américas). "No me interesa mostrar los paisajes, me gusta sacar fotos          de toda la gente que voy conociendo".
En el Carricatre Pilchero también guarda un cuaderno y un anotador. Al cuaderno le dice bitácora y lo hace firmar y sellar en la secretaría de    Turismo o de Deportes de cada capital que visita, para tener una      validación oficial.
En el pequeño anotador azul, marca Norte, registra datos del viaje:        lugares, horarios, distancias, nombres. "Miércoles 14/3, 13.20. Ruta 226. Periodista de La Nación", escribe prolijo. No le va a alcanzar para tres      años.
Fuente La Nación

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