18/4/18

El Parque de la Estación.

Por Lis Solé.
El parque de la Estación es así, único… Diferente. Su ubicación es            distinta, sus juegos más. Es un parque antiguo, sin igual. El único parque        del mundo… El Parque de la Estación de General Alvear.
Sus paredones gruesos y con piedras, las vereditas de ladrillos eternas              y tercas al paso del tiempo… sus juegos de madera y fierro, el                alambrado y cerco pinchudo...
Tres toboganes tenía: uno altísimo para demostrar coraje, el otro ancho        como pista de aterrizaje y el amigable chiquito, para subir y bajar cuantas      veces quisiéramos sin la ayuda de nadie. Juegos para enfrentar la vida y    vencer los miedos entre fríos y soles.
Las calesitas eran tres. Una con baranda, de volante fijo para los más          chicos y lentísima a pesar de los esfuerzos de los más grandes; las                otras de empujar y volar como el viento, con bancos de madera noble y pasamanos de hierro que helaban las manos. Con las hamacas “grandes”           y seguras se podía subir y tocar las nubes, o cerrar los ojos y viajar en el tiempo.
Seguro sensaciones de chicos que no se pierden y de grandes que las        hacen realidad. Seguro pensamientos con alma de niños de don Raúl        Bianco, Jefe de la Estación del Ferrocarril y del Comisionado don            Osvaldo Monti que fueron los que la hicieron realidad.
Hasta los inicios de la construcción del parque en 1967, el lugar era un        potrero alambrado donde los Jefes de Estación podían tener según la reglamentación del Ferrocarril sólo “dos vacas lecheras”. Muchos        recuerdan las vacas de don Pedro Bianco que ordeñaba Antonio              Casquero en un potrerito con bomba al costado de las vías, bomba              donde iba mucha gente del pueblo a “buscar agua rica y buena” hasta            que descubrieron que estaba contaminada.
Atrás del potrero se veía y aún está la casa del revisador de vehículos, empleado del ferrocarril que inspeccionaba las ruedas de los trenes            cuando paraban en la estación.
Parquecito distinto lleno de historias de niños, de abuelos, de            adolescentes alborotados alrededor de las hamacas… El diseño del            parque fue de un hombre alto y delgado que estaba a cargo de la            Dirección de obras y Servicios Públicos, el Sr. José Eugenio García        Berdiñas.
En esa época no había máquinas y camionetas municipales; por            gestiones de Osvaldo Monti se obtuvo un camioncito, un Dodge 50 viejo          que lo pasó Vialidad de Saladillo, un vehículo conocido como “el sapo”            que había que atarle la puerta con alambre porque se abría en las curvas.        Con ese camioncito que no era volcador, Pedro “Perico” Bajo trajo desde Cazón todas las plantas que había comprado Bianco destinadas a            arborizar la Avenida 9 de Julio desde el parque de la Estación al Galpón            de Máquinas con álamos y más de 7.000 ligustrinas que se plantaron en            la estación y en el Barrio Municipal.
Don Pedro Bianco recuerda que él personalmente realizó los trámites              para que Ferrocarriles concediera el espacio en alquiler a la            Municipalidad  y se hizo cargo de los pormenores contables. Don Pedro compró los       ladrillos enfrente del Balneario Municipal en lo de Chungo    Yocco al costo, con precio rebajado por lo loable de las intenciones. Fue          un precio insuperable y algunas empresas solicitaron que se mantuviera        para otras construcciones pero ese precio era sólo por esa finalidad: un      parque de niños para el pueblo de General Alvear.
Con los ladrillos de “Chungo” se construyeron los baños con forma de    caracol para hombres y mujeres, el pozo ciego, las vereditas, el arenero,            la pileta de la bomba de agua y tantas cosas más. Con los mismos            ladrillos, en la esquina, se construyó alrededor del mástil una escalerita              y los canteros para flores.
Algunos juegos se compraron pero la mayoría, fueron construidos por    personal del Corralón Municipal, en la Herrería y el Taller de carpintería.               El Corralón funcionaba donde actualmente es la estación de Micros, en avenida Sarmiento entre Roque Pérez e Isleño, y Nazareno “Ramucho” Orchiani, encargado de la Herrería, fue el que construyó con otros        empleados casi todos los Juegos del Parque.
Por ese tiempo, desde 1967 hasta 1973, estaba a cargo de la            administración de la Comuna don Osvaldo Monti, Comisionado que          cumplió y con creces la responsabilidad de la Intendencia siendo el                que propulsó gran cantidad de obras que cambiaron definitivamente la            cara del pueblo. Como no había Concejo Deliberante por la intervención      militar, desde 1968 se habían reunido a nivel local delegados y        representantes de todas las entidades locales oficiales o particulares formándose el 30 de abril de 1958 el Concejo de la Comunidad integrada          por Federico Martínez, Alfredo Sivero, Adolfo Morena, Julia del Carmen        Cabral y Juan Carlos Escande. Además, secundando el accionar de          Osvaldo Monti y conformando la Comisión Vial Honoraria desde 1967,      estaban los Sres. Adolfo Erdman, Wenceslao Wallace, Antonio                Pessotano y Silvano Ortiz.
De a poco se fueron agregando juegos, veredas y bancos, y pronto, el        Parque estuvo completo con un gran paredón revestido de piedras              delante de los baños.
Sobre el gran paredón se ve el nombre “Parque Infantil José de San            Martín” en hierro empotrado en las piedras ocres, casi blancas, dando        marco a una fuente de agua con una lámpara votiva que recordaba al            Padre de la Patria y con su luz, a todas las personas que han trabajado              a su imagen y semejanza por una Argentina mejor.
En 1948, en la puerta de la catedral metropolitana de la ciudad de Buenos      Aires se instaló merced a un decreto Presidencial de Juan Perón una        lámpara votiva denominada “la llama de la argentinidad” y ese año, se distribuyeron en todo el país réplicas de la misma para que “iluminen constantemente el espíritu sanmartiniano, en un verdadero homenaje a      nuestro Padre de la Patria, para resaltar su conducta de hombre de bien,          su humildad, honestidad, decencia y su alto patriotismo”. Esa lámpara            que también evoca a todas las personas desconocidas que trabajaron              por el crecimiento de la Patria es “la lumbre representativa de la            soberanía nacional y la sagrada unión de los argentinos”.
Y en Alvear, había una en el Parque de la estación… Cuenta Negrita          Vilches, que el 17 de agosto de 1968 “justo ese día y no otro, temprano              y con frío”, se inauguró el parque Infantil Gral. José de San Martín con              una emotiva ceremonia a la que concurrieron las escuelas del distrito a            las 9 de la mañana a ver la obra dirigida y terminada por el Sr. “Tucho”          Véliz, encargado de las construcciones. Con la humedad propia de            agosto, Negrita Vilches recuerda que la Escuela N° 161 (actual escuela          N°24) acudió completa a la Inauguración del Parquecito que              consideraban casi propio porque estaba enfrente de la Escuela en calle        Mitre y 9 de Julio.
Para el Centenario del pueblo, en el año 1969, se irguió en la esquina de      Mitre, un pedestal para el busto de Noguera. Precisamente el domingo              20 de julio de ese año, después de recibir a los descendientes del primer Coronel a cargo del Fortín Esperanza Juan Agustín Noguera, todas las autoridades se dirigieron a pie hasta la Estación del Ferrocarril donde el Presidente de la Comisión de Festejos del Centenario, Dr. Pedro José Nomdedeu inauguró oficialmente el busto así como las placas          recordatorias que luego fueron desplazadas a la placita del barrio 72      Viviendas que lleva su nombre.
Al dejar de venir los trenes, la Virgen que estaba arriba de la Boletería                de la Estación quedó dentro de un aula de clases de la Escuela de        Formación Profesional. Un grupo de damas rezaban ahí el Rosario y para        que las reuniones pudieran hacerse sin restricciones horarias, la Virgen            fue trasladada a una Ermita sobre la calle 9 de Julio en el mismo Parque.      Hacia allí fueron durante muchísimo tiempo Negrita Vilches, Elena          Dellatorre de Álvarez, la Sra. Juanita de Giavino, la “Negra” Dellatorre de González, “Lala” García de Caballeri y tantos otros, que llevaron a la              Virgen en procesión todos los 8 de cada mes por el Barrio de Colorados durante muchos años.
Parque de tierras blancas y harina de caracolitos al sol que jamás se        embarra, parque de todos y tantos… El mástil de hoy aunque sin                bandera y a la derecha la inexistente lámpara votiva del espíritu      sanmartiniano, parecen llamar a las luces infinitas y a los brillos              merecidos de todos los pueblos.
La dedicación y esfuerzo de Luis Falco y sus compañeros parqueros municipales han despertado al parque de su letargo y olvido. Han        privilegiado con esmero y respeto sus características originales e        investidura sanmartiniana con la intención de recomponer las letras                  de la fuente y arreglar algunos juegos caros a los recuerdos por su      antigüedad y rusticidad; juegos de hierro de voluntades y convicciones      férreas como las del gran hombre que evoca el Parque.
El Parque es único… llama e inspira a todos con su calma, aviva los      recuerdos, llena de risas y encuentros, abriga el alma que imagina ver                a la Bandera Argentina ondeando en lo alto del mástil ensanchando los corazones y fundiéndolos en Patria.
Nota; Agradezco la colaboración de Susana Bianco, Kay Tortorici,              Fabián Rodríguez, Perico Bajo y su Sra., Carlitos Pina, Héctor Pina,            Rodolfo Solé, Negrita Perissé de Vilches, Luis Falco, Minucha Depietri,    personal del  HCD y especialmente a don Pedro Bianco, ex Jefe de la        Estación del Ferrocarril.

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