Paraje Santa Isabel, de General Alvear
Por Lis Solé
Los parajes rurales son el alma de los pueblos, la verdadera Provincia de Buenos Aires, lugares de reencuentro donde se gestó y formó la Patria Chica con gente asentada alrededor de una esquina de campo o un boliche, cercanos a estancias, con campos propios o alquilados, centros sociales, culturales y de producción agropecuaria.
al es el caso del Paraje Santa Isabel, casi a 80 kilómetros del pueblo de General Alvear y más cerca de Bolívar y en otras épocas, mucho más que un Paraje, lugar con pretensiones de Pueblo del que queda sólo la Escuela, un destacamento de la Policía Rural y algunas casas.
Dicen que con la modificación del trazado de la Ruta 205, corrida más hacia el Este y la desviación de las aguas que inundaron hasta los médanos más altos, murió toda pretensión de crecimiento para Santa Isabel que sin duda fue referente de pioneros y trabajadores alvearenses de muchos años.
Las primeras casas fueron levantadas por Juan Sinnot con personal del Fortín Vallimanca, a ambos lados del callejón llamado “Camino del Indio”, rastrillada por donde pasa actualmente la Ruta Nacional 205, lugar muy habitado allá por 1880 cuando los habitantes de los Cuarteles V y VI elevan a las autoridades un petitorio para la creación de una escuela en el linde de ambos cuarteles declarando que el número de alumnos sería 61.
Sin embargo, la Escuela no llegó al Paraje sino hasta 1906 con una matrícula de 35 alumnos en un local que pertenecía a la firma Sollano, Alarcón y Compañía. Como la matrícula ascendía, en 1910 la comunidad construye una escuela de madera y chapas en los terrenos donados por Juan Sinnot y su esposa Victorina Rocha, construcción que se mantiene hasta 1950, cuando se inaugura el nuevo edificio.
Lugar de Pulperías y Boliches, el Paraje Santa Isabel contaba con la PULPERÍA EL TROPEZÓN de JUAN MARCHIONE, construcción de adobe ubicada a la orilla de la ruta vieja (ruta 205). Marquioni, como todos le decían, era afable con los mayores y cariñoso con los chicos pero con ese carácter y severidad necesaria para quién estaba al frente de una Pulpería.
En El Tropezón la gente se reunía para proveerse de mercaderías, cambiar las pocas novedades, tomarse alguna copa y comprar yerba, azúcar, harina, vino, caña, galleta y cigarrillos. Marquioni traía él mismo el pan desde General Alvear para acompañar los populares asados adonde concurrían los puesteros vallimanqueros, los de “Santa Paula”, mensuales y propietarios de otras estancias que en poco se distinguían de los demás.
A veces, los paisanos “entrados en copas” originaban peleas en los boliches que eran comentadas por tiempo en todo el vecindario. Así pasó una vez en El Tropezón cuando Marquioni le tiró con una pesa de un kilo a un “encopado”, pesa que se incrustó en la pared ante la espantada general pero que no inmutó al pulpero que, una vez restaurado el orden, tomó con templanza la escoba y barrió el boliche como si nada hubiera pasado.
El BOLICHE DE SANTA ISABEL era el más antiguo; esta pulpería o almacén de Ramos Generales tenía techo a dos aguas con cuatro puertas al frente y dos ventanas, con carteles de Gancia y otros productos colgados en las paredes y una cancha de bochas adonde se acercaban los fines de semana los hombres de las cercanías.
Los primeros dueños fueron JUAN SOLLANO y ALARCÓN, que construyeron la Pulpería, la casa de familia y enfrente, una panadería que prestaron en 1906 para que se abriera la escuela. El Boliche tenía un surtidor de nafta que en dos cilindros de cinco litros por vuelta hacia la descarga y que atendía el bolichero cada vez que venía algún auto saliendo de atrás de las rejas de la pulpería para despachar el combustible, también lugar de parada de la galera de Olveguer que llevaba pasajeros hasta Halle, en Bolívar.
Según cuenta Ana Pugoll, Alarcón tenía una hija de nombre Isabel por lo que llamó “SANTA ISABEL” a la Pulpería, nombre que fue popularizándose con el tiempo refiriéndose a todo el Paraje. Los siguientes bolicheros, fueron los PERRUELO, tres hermanos que llegaron como vendedores ambulantes con chatas y que se instalaron allí más o menos en los años 30 continuando en el lugar hasta el año 1964.
Alquilado después por la familia Serra, el boliche estuvo abierto unos años más hasta que lamentablemente, fue demolido por los nuevos dueños del campo.
En los Parajes Rurales, siempre hubo asentamientos con características de pueblitos, con gente animosa hacia las tareas de campo, solidaria y con ese donaire campechano tan característico de la gente de campo.
Pero, como en todo pueblo chico y en esta Argentina grande, las grietas políticas siempre existieron. En el paraje había dos caudillos: uno radical y otro peronista, originando bandos que no por tener ideas distintas produjeron menos amigos e historias de vida recordadas con nostalgia por muchas generaciones.
Don PEPE LESCANO, acérrimo radical y don FRANCISCO SALINARDI, peronista, dueño del BOLICHE “EL DESCANSO”, eran rivales conocidos, y aunque no tenían diferencias personales, la rivalidad política los distanciaba. La distinta militancia partidaria los hacia esquivarse mutuamente siendo por supuesto, punto de broma constante a costillas del oponente. En el boliche de Salinardi, se sabían hacer reuniones políticas adonde todos iban, partidarios o no, para anoticiarse de las propuestas e ideas y “conocer al enemigo”.
El BOLICHE DE SALINARDI todavía está en pie: la puerta y ventana chiquita, el palenque, los pisos de ladrillo y sus techo bajo hace remitir a tantos años de trabajo y reuniones entre médanos y curvas de caminos, en compañía del viento y de las aves de los cañadones.
Francisco Salinardi llegó proveniente del Chumbeao, en un carretón como mercachifle, acopiando aves y otros frutos del país. En uno de sus viajes, por el año 1933, conoce y se casa con Vicenta Lobosco Sinnot y tienen a su hija Dora que fue la maestra de la Escuela N° 2 durante muchos años. El boliche tiene un despacho de bebidas con rejas tipo pulpería, sillas, mesas y sigue siendo el lugar elegido para jugar al truco, al mus o simplemente para anoticiarse de los últimos chusmeríos del barrio.
Tanta gente reunida dio lugar a la idea de crear un CLUB, y el más entusiasta fue precisamente, don “Pancho” Salinardi. Las reuniones empezaron ahí nomás, en el boliche mismo, en una carpa de lona y tablas en el patio de su casa. Los domingos o cada quince días, paisanos de a caballo, en sulky, con algún carruaje o a pie la gente del barrio se daba cita con gran alegría. A los dos años, los vecinos construyeron el Club al lado de la escuela, siendo la primera comisión integrada por Oscar Amenábar, Manuel Sinnot, Juan Turán, Antonio Lavigne, Manlio Lescano, Raúl Lobosco, Juan González, Simón Lautre, José Del Pedro, Luis Salvo, Pedro Lescano y José Rico.
El CLUB JUVENTUD UNIDA DE SANTA ISABEL inaugurado el 27 de septiembre de 1944, organizó bailes a la luz de los “sol de noche”, fiestas, partidos de fútbol, carreras de sortijas, cuadreras, domas o veladas escolares y armaron su propio equipo de fútbol que participaba en las competencias alvearenses.
Las cosas han cambiado, pero no tanto… Tal como pasa actualmente, temas obligados de las conversaciones bolicheras eran los intransitables caminos a Santa Isabel por donde tropas, chatas y todo tipo de carruajes, en épocas donde aún no había tractores, quedaban muchas veces encajados esperando que alguien los sacara a cincha de caballo siendo un trabajo bastante difícil ya que con los primeros autos y la desesperación de los conductores, éstos quedaban “colgados” con las ruedas en el aire, debiendo descargar y bajarse de la “catramina” -como le decían en el campo a los coches-, para “tantiar” el peso y no exigir al caballo.
Vecinos de Santa Isabel… Cuántos! Los Pelliceros; el paisano Leva Uriona; los Barloqui... Los campos de Sinnot fueron adquiridos por la familia Lobosco o Arrarás y después por José “Pepe” Frontini; en la esquina de doña Elena Núñez, se instalan Ana Pugoll con su marido Pagella; más allá, don Nicanor Barloqui y su familia; otros campos fueron adquiridos por Crotto; “La Sofía” de Tomás Herro, hoy día “La Adela”; Di Salvo; Oriozabala; en la esquina “El sotreta” de Dora Artola; los campos de Simeón Lautre; lindando con la estancia “Santa Catalina” de Manuel González, Indalecio Montenegro; don Oscar Amenábar que fue bolichero del Tropezón durante un tiempo; la familia Fenley y de José Del Pedro. Tantos apellidos y familias pasaron por el lugar…
Paraje aislado, su vecindario recuerda uno de los primeros colectivos de José Del Pedro cuyo chofer era Federico Baba que iba a Bolívar y a General Alvear, continuando la empresa don Enrique Casquero y Di Camilo. Por un tiempo, surgieron los rumores que la Empresa Liniers, pensando en el futuro asfalto de la Ruta 205 llegaría hasta Santa Isabel, pero vaya a saber por qué, la ruta fue re diagramada y pasó a 15 kilómetros dejando aislado para siempre al Paraje.
Lugares ahora casi olvidados y despoblados, sitios de gente de trabajo, chacareros y campesinos… Peones o estancieros. Lugares que tomaron su nombre ya no se recuerda de adónde; ahora con pocos alumnos en la Escuela, sin ruidos del Club ni reuniones en el Almacén.
Tantos nombres, tanta gente, tanto para contar…
Bibliografía:
- Pugoll de Pagella, Ana. Paraje Santa Isabel. 2010.
- Herro, Tomás Osvaldo. Los gauchos del Cañadón. 2005.
- Capdevilla, Ramón Rafael. El Fortín esperanza y el Pueblo y Partido de General Alvear. Ediciones Patria. Tapalqué. 1959.
- Entrevistas personales: Dora y Stella Maris Salinardi, Silvina Morichetti, José María Lescano, Rodolfo Solé, Ana Pugoll de Pagella.
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