El camposanto, descanso de las almas.
Por Lis Solé.
Cuando se habla de historia, se habla de personas. Suele suceder que se ningunea la Historia porque justamente, no se considera la posibilidad de que los que la hicieron, son personas como uno mismo, hombres y mujeres de carne y hueso que vivieron esta vida bella y a la vez, tan injusta.
Hombres y mujeres que desde su lugar contribuyeron a la existencia de todos poniendo en ello lo mejor de sí, con muchos errores propios de la naturaleza humana y también con aciertos.
Pero la vida no es eterna, y el hombre fallece, el alma parte y ese cuerpo que lo ha acompañado durante toda una vida, que ha sido hijo, padre, hermano o vecino, tiene su lugar de descanso y respeto por parte de sus familiares y conciudadanos.
Ese lugar es el cementerio, el camposanto, lugar sagrado.
Es sagrado porque es digno de veneración, respeto y objeto de culto; y tal como dicen los libros tiene un carácter divino o una relación con la divinidad o las fuerzas sobrenaturales.
El Sumo Pontífice Francisco, en audiencia concedida al infrascripto Cardenal Prefecto Gerhard Card Müller, el18 de marzo de 2016, dice que la Iglesia, como madre, acompaña al cristiano durante su peregrinación terrena, ofrece al Padre, en Cristo, el hijo de su gracia, y entregará sus restos mortales a la tierra con la esperanza de que resucitará en la gloria.
Los Cementerios además, representan la idiosincrasia de un pueblo, sus costumbres, su arte, sus clases sociales, su cultura, escala de valores. En todos los tiempos y civilizaciones, el cementerio fue un lugar sagrado, un camposanto, sitio del reposo de las almas…
El CEMENTERIO de Gral. Alvear, estuvo primeramente al lado de la Iglesia, antes de la creación del pueblo, recién creado el Fortín.
Luego se trasladó a la chacra que es actualmente propiedad de Rosa Villamarín de Pueblas, lugar que se inundaba seguido por los que se procedió a su traslado aunque sin fecha cierta, hasta el lugar donde hoy se encuentra.
Isabel Llantada de Márquez escribe que el primer Cementerio llamado Cementerio Militar, ocupó las quintas de propiedad de José Pedro Villamarín (últimamente adquirido por José Pueblas en la calle San Martín al 1900 y de los hijos de Timoteo Casquero (calles Pellegrini y Piñero). Esta teoría es totalmente posible si tenemos en cuenta que el Fortín podría haber estado entre las calles Belgrano, Roque Pérez, Sarmiento y Bernardo de Irigoyen, por lo que el Cementerio estaría a unos 200 metros al sur del Fortín y teniendo en cuenta que los muertos se enterraban cerca de las poblaciones, es muy posible que así fuera.
Actualmente, en la quinta y a la izquierda de la actual casa de Rosa Villamarín existe un alcanforero, que según el antiguo poblador alvearense Ubaldo González, dataría de la fundación y sería contemporáneo de un árbol similar en especie que se encuentra actualmente en la ex estancia de don José Benito Orella, actual “La Salomé” de Echeverría.
En las cuentas de la Municipalidad del mes de mayo del año 1877, el Presidente Municipal Roque Robles, solicita abonar al italiano Genaro Gregorio la suma de 100$ moneda corriente por “cuidar el Cementerio” además de los “150$ que se le adeudaban” del mes anterior.
En ese mismo mes de mayo, Roque Robles abona 500$ a don Antonio Delgado en remuneración por la confección del Plano del Cementerio.
En las cuentas del mes de Julio de la Municipalidad del mismo año 1877, Roque Robles solicita al Tesorero Municipal que se le abone a Genaro Gregorio 400$ por el Cuidado de la Plaza y el Cementerio por lo que se deduce que don Gregorio se ocupaba de cuidar ambos lugares.
Entre los años 1925 y 1927, se realizan excavaciones con el permiso Municipal en la actual quinta de Villamarín sita en San Martín al 1900 y allí se hallaron restos humanos que fueron depositados en el osario común; iguales hallazgos se registraron en la quinta de Casquero, restos que también fueron llevados al Cementerio actual.
Siempre se habla de que la primera persona enterrada en el Cementerio actual fue Anni Kind, quien nació el 4 de noviembre de 1873 y fallecida el 18 de octubre de 1889 a los 16 años de una neumonía, pero en realidad hay tumbas más antiguas, como las de Pedro y Pablo Migliori, padre e hijo que fallecieron en el año 1888, el 4 de agosto.
También hay una tumba de Ramón Márquez fallecido el 31 de agosto de 1887 y otra aún más antigua, aunque no se lee el nombre, del 4 de noviembre de 1873.
Lamentablemente, no hay tumbas anteriores. General Alvear ha perdido 20 años de historia si se tiene en cuenta que el Pueblo Esperanza fue creado en 1855, con una población estable desde hacía casi dos años. Esos muertos seguramente estarían en el “Cementerio Militar” cerca del fortín o en los cementerios de las quintas de Casquero y Villamarín.
O también puede que hayan estado en el Cementerio actual y se haya procedido a la exhumación por vencimiento del Canon Municipal.
En el Concejo Deliberante, la Ordenanza N° 26 define con precisión, los tamaños de las sepulturas, el valor de las mismas, tiempo de permanencia, trámites a realizar para su permanencia, profundidad de las tumbas, características de las bóvedas, características de los ataúdes, horas de inhumación, traslados y movimientos de cuerpos con enfermedades contagiosas, pagos y multas en caso de que no se respetaran las normativas.
Quizás hace falta ordenar los espacios públicos y por eso, las Municipalidades se han ocupado tradicionalmente del orden y mantenimiento de los Cementerios pero es fundamental recordar que son lugares sagrados y muy caros a los sentimientos.
Las personas enterradas, ricas o pobres, en tumbas de tierra con una cruz o en altos mausoleos tienen el derecho de descansar por siempre en el lugar que murieron y adonde fueron llevados por sus familiares.
Actualmente, los mapuches están con juicios al Estado para intentar que se devuelvan a sus cementerios los restos de sus antepasados que fueron exhumados durante la Campaña del Desierto y sin embargo, se exhuman muertos por orden municipal por unos pocos pesos sumando incongruencias a las que se ven a diario en este bendito país.
La falta de conciencia y de respeto por nuestra historia y antepasados ha llevado a situaciones extremas como la quema de Libros de Registros de Muertos y gastos del Cementerio de General Alvear, así como el relevamiento de tumbas, incluso de aquellas que han sido pagados por sus dueños o familiares “a perpetuidad”.
Hasta hace no mucho tiempo, las cruces relevadas se encontraban amontonadas en una esquina del Cementerio pero “fueron vendidas por hierro viejo” e se llevaban los corazones tallados por los familiares para vender el codiciado antimonio con el que estaban hechos.
Cruces, corazones y placas y demás objetos funerarios fueron vendidas por kilo o reutilizadas para hacer soportes o asadores. La realidad es terrible, pero es lo que sucede con el Patrimonio cuando no se respeta la historia.
Esas cruces y “fierros” representan sentimientos de fraternidad, amor, amistad, reconocimiento a la labor, dolor por la pérdida, pesares y añoranzas hacia aquellas personas que amaron, sintieron y lucharon por su propio bienestar, el de su familia y el de su pueblo.
Porque una cruz o una tumba no es un número ni un canon, sino personas de cuerpo y sangre “que dieron lo mejor de sí” a lo largo de toda su vida y merecen el descanso eterno.
Nota: En febrero de 2018 Martín Sosa y Lis Solé presentaron ante el Concejo Deliberante un Proyecto de Valorización de Cruces, chapas, tumbas y otros objetos del Cementerio Local. Los Concejales apoyaron el Proyecto que fue aprobado por Unanimidad el 26 de abril de 2018 destinándose para ese fin, un espacio físico para ser utilizado como recordación a los que sin nombre, ni espacio determinado, aún descansan en algún lugar del cementerio (Proyecto original de la ciudad de Navarro).
Lamentablemente, aún no se ha puesto en práctica.
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