24/6/19

Importante charla sobre adicciones: Droga, Locura y Espiritualidad

26 de junio en el primer piso de la Municipalidad de General Alvear
A cargo de Federico Cajén quien tiene 51 años
«Tuve 10 sobredosis, una parálisis en la pierna izquierda, perdí el habla en forma temporal, sufrí ACV, estuve preso»
26 DE JUNIO DÍA INTERNACIONAL DE LA LUCHA CONTRA LA DROGA                Y EL NARCOTRAFICO
EL FORO DE PREVENSION NOS. X UDS. TIENE EL AGRADO DE INVITAR            A UD/S A LA CHARLA;”DROGA,LOCURA Y ESPIRITUALIDAD” DEL             SEÑOR FEDERICO CAJEN FUNDADOR DE LA “CONSULTORA DE ADICCIONES”,QUE FORMA PARTE DE UN EQUIPO DE PERSONAS          BASADO EN EXPERIENCIAS DE VIDA,
LA CHARLA SE REALIZARA EL DIA 26/6 A LAS 19HS. EN EL PRIMER              PISO DE LA MUNICIPALIDAD DE GENERAL ALVEAR 
Federico Cajén tiene 51 años y aspecto de un laburante común y corriente.        Es padre de tres hijas, y de dos niños más, pero del corazón. Pero detrás          de ese rostro simple, se encuentra una verdadera historia de tormento.      Durante 32 años fue adicto a la cocaína, sustancia que probó por voluntad propia -como él dice- a sus 17 años de edad.
Su nivel de adicción fue tan grande, que además de perder a sus afectos y familiares más cercanos, fue relegando sus sueños, como el de algún día          ser oceanógrafo. Después de haber estado internado en varias clínicas, rodeado de profesionales y medicamentos, que lo alejen del tormento de            su adicción, halló la salvación en su último recurso. En la Fazenda, La Esperanza, una chacra de rehabilitación donde no tenía más que hacer            que trabajar y creer.
Dos años después de haber alcanzado su rehabilitación, dedica su vida a          dar charlas preventivas y motivacionales; después de haberle dado vida a        una consultoría en adicciones. A la Fazenda lo llevaron unos amigos,      después de que en su última alucinación creyera haber matado a una      persona, y de haber estado a punto de tirarse de un edificio de        departamentos.
A esta altura no había podido conservar cerca suyo ni a sus seres más queridos, su familia. Entonces esas amistades lo llevaron a ese sitio          ubicado a orillas del lago Epecuén, en el partido de Adolfo Alsina, a unos            15 kilómetros de Carhué.
Resumiendo
“Ocho años de mi vida estuve internado en comunidades terapéuticas,          tuve siete tratamientos en total, pasé por dos neuropsiquiátricos, dos      guardias de salud mental, una en el Hospital de San Isidro y otra en el      Hospital de Olavarría”, dijo intentando resumir años con el intento de hallar      una solución a su gran problema.
Y añadió: “Tuve 10 sobredosis, una parálisis en la pierna izquierda, perdí            el habla en forma temporal, sufrí ACV, estuve preso, y me recién recuperé          en una comunidad religiosa”. Fue allí donde conoció a Lino Freyre, perteneciente a la comisión que dirige la Fazenda La Esperanza, y quien lo apoyó para que se dedique a dar las charlas en colegios.
Fazenda da Esperança Nuestra Señora de Shoenstatt
Los excesos 
Cuenta que a los chicos a quienes les da las charlas en los colegios les pregunta si tiene “cara de falopero”. Y que una vez que le contestan que        “no”, él les explica que “la droga no tiene rostro”. Su relación con los      excesos comenzó a los 15 años con el alcohol y la marihuana. Luego,      mientras cursaba 4º año en una secundaria de su ciudad, Olavarría, tuvo            su primer acercamiento a la cocaína.

“No había médicos, ni psicólogos,        no había medicación, nada. Sólo un campo donde trabajábamos de sol          a sol, también había una capilla”,          dijo Federico para resumir su cura        en la Fazenda.

Por entonces era coordinador de una empresa para viajes de egresados,             y al ver que un compañero suyo consumía, quiso probar. Pero no fue            hasta ocho meses después en que él mismo se decidió a buscarla para consumirla. “Desde ahí fueron 32 años en los que no paré. Por eso les            hablo a los chicos del tema de las decisiones. Todos somos              responsables, no hay que ser grande para ser responsables. Ya de chico          uno es responsable, o irresponsable”.
Sus años dependientes de la cocaína le enseñaron además que su          consumo no se controla. “Es mentira, no tiene control, eso de que ‘yo            salgo cuando quiero’ o ‘entro cuando quiero’ o ‘la manejo’, es un cuento,          un verso. Yo me convencí muchas veces que la manejaba, y no es así”,        afirmó Federico que tuvo sueños y proyectos. “Quería ser oceanógrafo,        tener una familia. Tuve un montón de cosas de ésas que quería, pero no planeadas en la manera en la que hubiera sido mejor”, confesó.
Recién pudo terminar el Secundario a los 33 años, en 2000. Por ese            entonces llegó a sufrir un ACV y como consecuencia no podía hablar ni caminar. Medicina nuclear mediante le hallaron una lesión en el cerebro            que finalmente no lo afectó definitivamente en nada particular, aunque              no había dudas que su padecimiento era consecuencia del alto consumo            de cocaína.
Un cambio 
“Tomaba 25 psicofármacos recetados -por día- por varios psiquiatras,              con cuatro pastilleros. Fue así por más de 15 años, reconocidas las          pastillas al 100 por ciento por la obra social porque las tenía que tomar              de por vida, y hoy tomo un diclofenac cuando me duele el cuello”, contó        para darle dimensión al cambio que experimentó su vida al pasar por La Esperanza.
Antes de eso le habían diagnosticado desde “esquizofrenia, bipolaridad, trastorno de la conducta, y todo eso desapareció”. Sin embargo para              llegar a la granja, tuvo que darse cuenta lo que estaba perdiendo en el      camino. “La familia me dejó de apoyar. En el último tiempo cuando fui                  a la Fazenda, ya estaban cansados. Me quisieron judicializar en dos oportunidades, estaban recansados”, describió Federico quien llegó a        robarle a toda su familia para bancar su adicción.
Pero eso sólo no bastaba. Perdió muchos trabajos porque en cada uno, la ganancia era para pagar la droga. El precio después sería ver cómo sus          hijas irían a visitarlo a sus repetidas internaciones.
Federico Cajén, durante una charla con alumnos de las escuelas        secundarias Nº 1 y 2
“Andaba a cocaína” 
“Para mí consumir era, como el auto anda a nafta, yo andaba a cocaína.            No es que yo me drogaba hoy porque es viernes, o porque es jueves, me drogaba siempre para vivir”, dijo para definir su gran dependencia, que              no dejaba de agravarse. Su mal estado como adicto lo llevó a cambiar la modalidad de consumo. “Empecé un sábado a la noche, después fue un viernes y un sábado, después jueves, viernes y un sábado, a la noche y mezclado con alcohol”, dijo.

Sienten “impotencia por no estar preparados para esto, a nosotros se nos cerró el camino, no podemos    hacer nada con los chicos. Eso pasa      en las escuelas también”, explicó Freyre

Y agregó: “Después cambié porque la vida fue cambiando y empecé a    consumir durante todo el día; desde la mañana hasta la noche. Yo ponía          dos despertadores en el día, uno para levantarme como todo el mundo, y        otro a la noche para frenar y consumir la última raya de cocaína, tomar la pastilla para dormir -que me tumbaba- dormía hasta las cinco porque me    quería despertar rápido para volver a consumir. Me despertaba,              procesaba la cocaína para todo el día, y ahí consumía. Tomaba un café,                me bañaba, despertaba a mi familia, y llevaba al colegio a la nena”,          describió para poder explicar cómo funcionaba su propio mecanismo de autodestrucción, algo que hacía a espaldas de su esposa, hasta ser descubierto, y para negarlo siempre.
El adicto 
Al margen de cómo lo haga la medicina o la psicología, hoy él mismo            define al adicto como a una persona “egoísta, mentirosa, manipuladora, ventajera y ladrona; y de esas cinco características van a salir un montón    más”.
Además del engaño y del robo a su propia familia, Federico llegó a perder trabajos y hasta hacer estallar su estado financiero aplicando métodos retorcidos para poder comprar droga cuando no tenía plata. Compró electrodomésticos a cuenta para pagar con su valor la cocaína con –por ejemplo- una heladera o aquello que el vendedor necesitase.
Al día de hoy se reconoce “un poquito menos mentiroso, menos ventajero, porque –según explica- lo que más te cuesta es cambiar ese cuero grueso      que se me hizo, y con eso además vivir. Así me manejé en la vida,          mintiendo, aparentando, engañando, ventajeando, pero siempre tenía un    mismo norte que era el consumo. No es que yo fui un tipo abusivo en            otros aspectos. No robé para comprarme un auto. Lo hacía siempre para            la sustancia”.
La cura 
En la Fazenda La Esperanza todo fue distinto para Federico, y donde    finalmente encontró su cura. “No había médicos, ni psicólogos, no había medicación, nada. Sólo un campo donde trabajábamos de sol a sol,          también había una capilla. No me acordaba ni el Padre Nuestro ni el Ave      María, hasta que empecé a entender que lo que me salvó es la          espiritualidad que empecé a desarrollar en base a la religión”.
Federico Cajén junto a Lino Freyre, en La Voz del Pueblo
En la granja se forma una comunidad de puertas abiertas. “Te vas cuando querés, pero después no podés entrar tan fácil. No me quedaba otra que quedarme, tampoco nadie quería estar conmigo, me había quedado solo”, recordó.
Fue en ese contexto en el que también entendió que “hay cuatro caminos directos con el consumo de sustancias; la cárcel, la muerte, la locura y la soledad. De ésas, a tres las venía atravesando, y estaba en el de la            soledad que venía en conjunto con la locura. No sólo me recuperé de las adicciones sino que salí de la locura. Pero me costó muchísimo, pero fue          una elección, como fue una mala elección haber consumido la primera            vez. En esta ocasión fue una buena elección estar bien”, afirmó Facundo recordando el día en que dejó de lado las sensaciones que lo llevaron                  por el mal camino, como el sentirse mal siempre, deprimido, inseguro,    teniendo la autoestima baja.
“Me cansé un día y dije, hoy voy a estar bien. Empecé fingiendo y para            una persona que toda la vida aparentó, no me resultó difícil agarrarme de        esa frase”, resaltó.

“Tomaba 25 psicofármacos        recetados -por día- por varios psiquiatras. Fue así por más de 15 años, y las tenía que tomar de por      vida, y hoy un diclofenac cuando          me duele el cuello”, confió

Las charlas 
Dos años después de haber salido de la granja y de haber acumulado experiencia brindado charlas, ahora Federico puso en regla su actividad,            y la transformó en su medio de vida. Se hizo monotributista y junto a              Lino –que desde Coronel Pringles deja su financiera y lo alcanza para acompañarlo a la escuela del distrito que sea, y hasta le organiza                charlas también, recorren escuelas llevando sus presentaciones donde                se necesitan.
Federico Cajén, durante una charla con alumnos de las escuelas        secundarias Nº 1 y 2
Así fue como lograron contactarse con la diputada de Cambiemos, Laura    Aprile y con el concejal de la misma fuerza, Horacio Espeluse, quienes cubrieron los costos para que en vez de un día le dedicaran más tiempo              a Tres Arroyos visitando más casas de estudio para hablar con            estudiantes de escuelas públicas y privadas de la ciudad. Hasta poner en marcha el arancelamiento por la actividad que desempeña Federico, Lino, explicó que han empujado la actividad gratis o aceptando colaboraciones        por tener “el corazón abierto y sabiendo que el Estado no está”.
Un ejemplo de ello también lo pudieron comprobar en Tres Arroyos            cuando una de las docentes con las que han podido compartir tiempo        durante las charlas les confiara –llorando- que sienten “impotencia por              no estar preparados para esto, a nosotros se nos cerró el camino, no      podemos hacer nada con los chicos. Eso pasa en las escuelas también”, explicó Freyre que además tiene familiares en nuestra ciudad.
Para cada encuentro con alumnos y docentes, las charlas de Federico      también tienen en cuenta una selección de canciones que lo ayudan a        reforzar cada pasaje. Así pasan Patricia Sosa, con “Aprender a volar”;            Diego Torres, con “Color esperanza” y hasta la Bersuit Vergarabat, con            “Un pacto para vivir”; canción esta última que está dedicada a la lucha        contra el consumo de drogas, y no a un amor, según explicó.
                                                                          
LO/S ESPERAMOS
                                                                 FORO DE PREVENCION NOS XUDS.

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