17/6/19

Sufrió un altísimo nivel de adiccion, se recuperó y hoy ofrece charlas

“Tuve 10 sobredosis, una parálisis en la pierna izquierda, perdí el habla en forma temporal, sufrí ACV, estuve preso, y me recién recuperé en una comunidad religiosa”.
Federico Cajén tiene 51 años y aspecto de un laburante común y corriente.        Es padre de tres hijas, y de dos niños más, pero del corazón. Pero detrás          de ese rostro simple, se encuentra una verdadera historia de tormento.      Durante 32 años fue adicto a la cocaína, sustancia que probó por voluntad propia -como él dice- a sus 17 años de edad.
Su nivel de adicción fue tan grande, que además de perder a sus afectos y familiares más cercanos, fue relegando sus sueños, como el de algún día          ser oceanógrafo. Después de haber estado internado en varias clínicas, rodeado de profesionales y medicamentos, que lo alejen del tormento de          su adicción, halló la salvación en su último recurso. En la Fazenda, La Esperanza, una chacra de rehabilitación donde no tenía más que hacer            que trabajar y creer.
Dos años después de haber alcanzado su rehabilitación, dedica su vida a          dar charlas preventivas y motivacionales; después de haberle dado vida a        una consultoría en adicciones. A la Fazenda lo llevaron unos amigos,      después de que en su última alucinación creyera haber matado a una      persona, y de haber estado a punto de tirarse de un edificio de      departamentos.
A esta altura no había podido conservar cerca suyo ni a sus seres más queridos, su familia. Entonces esas amistades lo llevaron a ese sitio        ubicado a orillas del lago Epecuén, en el partido de Adolfo Alsina, a unos          15 kilómetros de Carhué.
Resumiendo
“Ocho años de mi vida estuve internado en comunidades terapéuticas,          tuve siete tratamientos en total, pasé por dos neuropsiquiátricos, dos      guardias de salud mental, una en el Hospital de San Isidro y otra en el      Hospital de Olavarría”, dijo intentando resumir años con el intento de hallar    una solución a su gran problema.
Y añadió: “Tuve 10 sobredosis, una parálisis en la pierna izquierda, perdí el habla en forma temporal, sufrí ACV, estuve preso, y me recién recuperé en      una comunidad religiosa”. Fue allí donde conoció a Lino Freyre,        perteneciente a la comisión que dirige la Fazenda La Esperanza, y quien lo apoyó para que se dedique a dar las charlas en colegios.

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