Pachequito, el payador.
Por Lis Solé.
El payador canta: “Yo canto mis penas, las del amigo también/ si mi pueblo tiene penas/ entonces le canto mi copla otra vez”. El arte de payar no es poca cosa ya que ha transmitido desde épocas muy antiguas el sentir del pueblo. Argentina y el vecino pueblo uruguayo se destacan mundialmente por la calidad de sus payadores y no es sólo por la letra de las canciones, sino por la calidad de la improvisación. Si hay algo para admirar de los payadores es su memoria y la capacidad de rimar palabras en una especie de canto hablado que cautiva y emociona, siendo vocero de los sentires de la gente.
“Yo sé que muchos dirán/ que peco de atrevimiento/ si largo mi pensamiento pal rumbo que ya elegí/, pero siempre hei sido ansi; galopiador contra el viento”.
Tal como lo hace el actual rapero, el payador recurre al canto casi monótono y hablado para relatar la vida cotidiana, para resaltar trabajos y ocasiones, para denunciar agravios o recordar historias memorables. Canto de pobres, se solidariza con los más necesitados y reniega contra la injusticia social gritando al viento sus descontentos y esperanzas en versos transformándose en la voz del pueblo y recibiendo sinsabores tal como lo refiere Atahualpa Yupanqui en “El payador perseguido”: “Debe trazar bien su melga quien se tenga por cantor/ porque sólo el impostor se acomoda en toda huella/. Que elija una sola estrella/ quien quiera ser sembrador...”.
Tal como lo hace el actual rapero, el payador recurre al canto casi monótono y hablado para relatar la vida cotidiana, para resaltar trabajos y ocasiones, para denunciar agravios o recordar historias memorables. Canto de pobres, se solidariza con los más necesitados y reniega contra la injusticia social gritando al viento sus descontentos y esperanzas en versos transformándose en la voz del pueblo y recibiendo sinsabores tal como lo refiere Atahualpa Yupanqui en “El payador perseguido”: “Debe trazar bien su melga quien se tenga por cantor/ porque sólo el impostor se acomoda en toda huella/. Que elija una sola estrella/ quien quiera ser sembrador...”.
Lo cierto es que tal como canta M. A. Morelli en “Cantor de oficio”, el “oficio de cantor es el oficio de los que tienen guitarras en el alma, / yo tengo mi taller en las estrellas y mi única herramienta es la garganta”, -canción que han cantado y repetido desde el Chaqueño Palavecino hasta Mercedes Sosa-.
El cantar del payador cautiva, y sobre todo, sorprende por los remates de cada estrofa y la voz calma pero a la vez desafiante del payador que pretende ser el más fuerte, el mejor, el que las sabe todas incluso en las lides del amor. Su omnipresencia es destacable y lleva a espontáneas demostraciones de admiración de los oyentes que, cuando se trata de pullas, son transgresoras y hasta prepotentes.
Mi amigo Gregorio cuenta que su padre cantaba: “Yo no soy Gabino Ezeiza ni Pachequito el cantor, yo soy Gregorio Palomeque, de estos pagos el mejor” estrofas de muchos que cambian el nombre para demostrar que son los más grandes. Es que cualquier payador bonaerense tenía y tiene como estrella a esos dos payadores que trascendieron las fronteras argentinas: Gabino Ezeiza nativo de San Telmo y Pachequito nacido en el pueblo de General Alvear el 16 de octubre de 1901.
Pachequito fue un payador excelente, un poeta reconocido donde fuera, de gran sensibilidad criolla. Alba A. López , alvearense y compañera de colegio de una de sus hijas, sabía algunas de sus composiciones que había aprendido de él. Eran canciones que recreaban la historia de Alvear y los grandes cambios sociales y económicos entrelazados con anécdotas y amores.
Si bien todos lo conocieron como “Pachequito”, su nombre verdadero era Cayetano Maximiliano Daglio tal como figura en los libros de Bautismo de la Parroquia “San José” realizado el 8 de septiembre de 1903 siendo sus padres Cayetano Daglio y Sara Pons, ambos uruguayos y sus padrinos, “naturales del Estado Oriental”, fueron Magdalena Fernández y Daniel López.
En la revista del Centenario de Alvear, Alba López recuerda con ternura esas tonadas de Pachequito dedicadas a las niñas y dueñas de casa, letras que contaban episodios corrientes, con personajes y situaciones de la vida cotidiana pero siempre “guardando el humorismo, la fineza y delicada atención” de esta payador tan especial.
El cantar del payador cautiva, y sobre todo, sorprende por los remates de cada estrofa y la voz calma pero a la vez desafiante del payador que pretende ser el más fuerte, el mejor, el que las sabe todas incluso en las lides del amor. Su omnipresencia es destacable y lleva a espontáneas demostraciones de admiración de los oyentes que, cuando se trata de pullas, son transgresoras y hasta prepotentes.
Mi amigo Gregorio cuenta que su padre cantaba: “Yo no soy Gabino Ezeiza ni Pachequito el cantor, yo soy Gregorio Palomeque, de estos pagos el mejor” estrofas de muchos que cambian el nombre para demostrar que son los más grandes. Es que cualquier payador bonaerense tenía y tiene como estrella a esos dos payadores que trascendieron las fronteras argentinas: Gabino Ezeiza nativo de San Telmo y Pachequito nacido en el pueblo de General Alvear el 16 de octubre de 1901.
Pachequito fue un payador excelente, un poeta reconocido donde fuera, de gran sensibilidad criolla. Alba A. López , alvearense y compañera de colegio de una de sus hijas, sabía algunas de sus composiciones que había aprendido de él. Eran canciones que recreaban la historia de Alvear y los grandes cambios sociales y económicos entrelazados con anécdotas y amores.
Si bien todos lo conocieron como “Pachequito”, su nombre verdadero era Cayetano Maximiliano Daglio tal como figura en los libros de Bautismo de la Parroquia “San José” realizado el 8 de septiembre de 1903 siendo sus padres Cayetano Daglio y Sara Pons, ambos uruguayos y sus padrinos, “naturales del Estado Oriental”, fueron Magdalena Fernández y Daniel López.
En la revista del Centenario de Alvear, Alba López recuerda con ternura esas tonadas de Pachequito dedicadas a las niñas y dueñas de casa, letras que contaban episodios corrientes, con personajes y situaciones de la vida cotidiana pero siempre “guardando el humorismo, la fineza y delicada atención” de esta payador tan especial.
En Uruguay nacieron sus hermanas María Luisa Daglio (1891) y Sulema (1891). Emigran a la Argentina donde nace María Ester Norberta (1898) en la ciudad de las Flores lugar donde es bautizada y en 1901, ya radicados en General Alvear, nace Cayetano Daglio cuando su padre, del mismo nombre y apodo, tenía 40 años.
Es raro que Pachequito haya cantado: “Nací en General Alvear/el año noventa y siete/ y nada me compromete como aquel bello lugar/ allí me supo acunar mi madre en su gaucha cuna/ y me dio como fortuna lo digo con embeleso una campana de besos y una clara luz de luna”.
Es raro porque, independientemente de la bella poseía y de reconocer que nació en General Alvear, según las actas que se encuentran en la Iglesia San José de General Alvear y tal como se enuncia más arriba, Cayetano Daglio nació en 1901, error sólo explicable en el hecho de que en esos años, recién se inscribían los niños nacidos en algún viaje al pueblo y a veces al pasar varios años.
Su voz evocaba las tradiciones gauchas y divulgaba las costumbres del campo argentino por eso fue considerado el payador con más conocimientos camperos de todos los tiempos midiéndose en contrapunto con todos los grandes exponentes del canto improvisado.
El payador Víctor Di Santo lo recordaba con lágrimas y emociones y al escribir la biografía de Pachequito lo reconoce como el payador que enseñoreó a tres generaciones con su canto gaucho. En 1982, a su muerte y en su homenaje, los miembros de la agrupación criolla “Huellas por la Patria” de Coco Martínez y María Inés Comas, colocaron una placa a Pachequito en el monumento de la plaza principal de Alvear y los payadores cantaron en su nombre en la “Fiesta del Mensual de Campo”. Así recordaba esa tarde el payador Rafael Bueno:
“Lo conocí en el fogón de “Amanecer Argentino”/ y lo crucé en un camino recorriendo la extensión/ fue tremendo el sacudón y aflojé como un bendito/ hay un silencio infinito que no afloja ni jugando/ porque hay un pueblo llorando la muerte de “Pachequito”/.
Allá en su pago natal le rendimos homenaje/ justo en aquellos parajes del domador y el mensual/ el relincho de un bagual de pelo criollo castaño/ aunque le parezca extraño también le rindió tributo/ fue de silencio un minuto que me parecieron años”.
Cayetano Daglio, “Pachequito”, alvearense que quiso vivir eternamente en General Alvear como lo pidió antes de morir.
Cayetano Daglio, el payador de la lengua afilada y la respuesta ligera, la mirada sagaz y la sonrisa bonachona a la vez que maliciosa.
“Pachequito”, cantor surero de su siempre añorado General Alvear.
Es raro que Pachequito haya cantado: “Nací en General Alvear/el año noventa y siete/ y nada me compromete como aquel bello lugar/ allí me supo acunar mi madre en su gaucha cuna/ y me dio como fortuna lo digo con embeleso una campana de besos y una clara luz de luna”.
Es raro porque, independientemente de la bella poseía y de reconocer que nació en General Alvear, según las actas que se encuentran en la Iglesia San José de General Alvear y tal como se enuncia más arriba, Cayetano Daglio nació en 1901, error sólo explicable en el hecho de que en esos años, recién se inscribían los niños nacidos en algún viaje al pueblo y a veces al pasar varios años.
Su voz evocaba las tradiciones gauchas y divulgaba las costumbres del campo argentino por eso fue considerado el payador con más conocimientos camperos de todos los tiempos midiéndose en contrapunto con todos los grandes exponentes del canto improvisado.
El payador Víctor Di Santo lo recordaba con lágrimas y emociones y al escribir la biografía de Pachequito lo reconoce como el payador que enseñoreó a tres generaciones con su canto gaucho. En 1982, a su muerte y en su homenaje, los miembros de la agrupación criolla “Huellas por la Patria” de Coco Martínez y María Inés Comas, colocaron una placa a Pachequito en el monumento de la plaza principal de Alvear y los payadores cantaron en su nombre en la “Fiesta del Mensual de Campo”. Así recordaba esa tarde el payador Rafael Bueno:
“Lo conocí en el fogón de “Amanecer Argentino”/ y lo crucé en un camino recorriendo la extensión/ fue tremendo el sacudón y aflojé como un bendito/ hay un silencio infinito que no afloja ni jugando/ porque hay un pueblo llorando la muerte de “Pachequito”/.
Allá en su pago natal le rendimos homenaje/ justo en aquellos parajes del domador y el mensual/ el relincho de un bagual de pelo criollo castaño/ aunque le parezca extraño también le rindió tributo/ fue de silencio un minuto que me parecieron años”.
Cayetano Daglio, “Pachequito”, alvearense que quiso vivir eternamente en General Alvear como lo pidió antes de morir.
Cayetano Daglio, el payador de la lengua afilada y la respuesta ligera, la mirada sagaz y la sonrisa bonachona a la vez que maliciosa.
“Pachequito”, cantor surero de su siempre añorado General Alvear.
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