24/11/19

Roque Pérez: la conmovedora historia de «Chinchu», el intendente que vivió en la        calle

Vivió en la calle, pasó hambre, sufrió violencia familiar, sólo    terminó primer grado y los roqueperenses confiaron en él para        un tercer mandato.

“soy un negro de abajo sin estudios que pudo hacer cosas para los que sufrieron lo que yo sufrí", dijo el "Chinchu" Gasparini.
Vivió en la calle, sabe lo que es el hambre, padeció los latigazos de su        abuelo, apenas terminó primer grado, “hombreó” bolsas, “cuereó”              nutrias y vendió turrones en el cementerio. También levantó Quiniela.              Más de una vez, fue preso por pelearse con la policía. Lo interesante de          la vida de Juan Carlos Gasparini, alias “Chinchu” es que a pesar de su          historia, o tal vez por ella, haya sido reelecto por tercera vez como        intendente de Roque Pérez, localidad que vio nacer a Juan Domingo            Perón, pero tiene una tradición más bien conservadora. “Soy un negro                de abajo sin estudios que pudo hacer cosas para los que sufrieron lo                que yo sufrí. Muchos me critican porque les doy laburo a los que nadie emplearía, pero sería un mal parido si no lo hiciera” dijo a PáginaI12 en              su ciudad natal, donde se hizo la entrevista. Peronista hasta la médula, le        debe su apodo al carnicero que de chico lo veía llegar con su bolsita a        buscar, con la vaca recién carneada, las vísceras que entonces se          regalaban. Paradojas de la vida, hoy “Chinchu” come de todo menos chinchulines.
Después de la elección general del 27 de octubre, Roque Pérez, un              distrito de 15 mil habitantes que vive del empleo público, la explotación              de aves, vacas, cerdos y de algunas empresas aceiteras concentró la      atención de varios medios nacionales que viajaron 135 kilómetros desde Buenos Aires para intentar saber por qué la elección había salido casi empatada. En el escrutinio definitivo se aclararon los tantos: el “Chinchu” Gasparini le ganó por 11 votos a su rival de Juntos por el Cambio, Juan          María Cravero. Un ajustado margen que en el entorno del vencedor          atribuyen a una campaña sucia que incluyó instalar la idea de que          “Chinchu” se iba a morir porque estuvo mal de salud y a la polarización               de la elección, que esta vez no tuvo una tercera opción para los roqueperenses. Lo cierto es que “Chinchu”, que alquila y dice que se        divorció más de una vez por priorizar los problemas de la gente de su          pueblo antes que los de su casa, volvió a ganar. “Más de una vez me                pasó de pagarle la luz a un vecino y llegar a la mía y tenerla cortada”, dijo            a este diario en un fragmento de la charla que eligió tener en  la Casa de Infancia de Juan Perón, una de las atracciones turísticas de Roque Pérez.
Chinchulín de Bachín
Juan Carlos Gasparini se crió en el seno de una familia pobre. A su madre          la veía poco porque trabajaba lejos como empleada de casa de familia y a          su padre lo conoció recién a los 46 años. “Lo pude disfrutar nueve meses      nada más porque después se murió, lo enterré en el pueblo”, cuenta. La    crianza con sus abuelos fue dura, igual que sus condiciones materiales              de vida.
Usted fue pobre?
--Sí, me crié en un familia pobre. Y la pobreza me enseñó adversidades            que transformé en cosas positivas. Vivíamos en una casa de chapa, vieja,          sin piso. Mi colchón era dos o tres bolsas de arpillera cosidas y mi cobija            lo mismo. Había chinches, pulgas, lo que te imagines. Mi abuelo, en el          último tiempo, nos fajaba a la abuela y a mí. Cuando tenía once años, una tardecita, hubo una fiesta en el Comité Conservador. Yo iba a esas fiestas            --a pesar de que ya me sentía peronista-- por la comida: nunca me olvido            de las empanadas dulces que había. Si podía, me traía algo porque siempre      fui un buscavidas. Cuando volví, mi abuelo se enojó porque no le había        traído vino y me dio latigazos de lo lindo. Se me acabó la paciencia y fue          mi último día en esa casa. Tenía doce años.
--¿Y a dónde fue a esa edad?
--Me fui a vivir con siete perros a la calle, me hice un ranchito con unas        cañas y tomaba agua contaminada. Comía salteado. Sé lo que es el          hambre, el hambre de verdad. Iba a ver a la vieja cuando no estaba el            viejo, al que cuidé cuando estuvo mal. Así estuve tres meses.
--¿Y después?
  El apodo se lo puso el carnicero del barrio, que todavía vive. Juan                Carlos, de adolescente, iba con una bolsa a buscar las partes que              entonces regalaban de la vaca recién carneada y aún caliente: la cabeza              y las vísceras. “Como yo era alto y usaba las alpargatas atadas con       cordones, me apodó `chinchulín´. En ese momento me molestaba, pero            me di cuenta de que lo tenía que usar a mi favor”. A tal punto lo consiguió        que si hoy alguien le dice Juan Carlos no se da da vuelta, sus carteles          dicen “Chinchu” Gasparini y la campaña la hizo en una camionetita que    bautizó “El Chinuchumóvil”.
Más de una vez dice que estuvo “doblado” pero siempre se levantó. “Las adversidades te pueden volver boludo o inteligente”, afirma:
También confiesa que no ha sido “la Virgen María”. En una época vivió            más de noche que de día, frecuentó casinos y fue muy mujeriego. Pero,        dicen los que lo conocen, “es tanto lo que hace cada día por los demás            que el pueblo sabe todo eso y se lo ´perdona´. Igual que su falta de        estudios”.
La lucha por la intendencia
En paralelo a sus rebusques para sobrevivir, “Chinchu” mantuvo durante          25 años la Unidad Básica Eva Perón. Y en 1997 se le ocurrió que podía        pelear para ser concejal. A favor tenía su conocimiento de los problemas          del pueblo, adquiridos en parte por haberse criado en la calle. En contra:            su déficit en la educación formal, porque sólo pudo terminar lo que          entonces era primero inferior. Después, aprendió a leer de corrido                durante tres meses con las revistas El Tony y D´Artagnan, pero sabía                que pocos iban a apreciar su esfuerzo y que sus contrincantes siempre              lo iban a tratar de bruto. No se equivocó. En una reunión con integrantes            de otras fuerzas políticas, en las que todos sacaban a relucir sus títulos, cuando le preguntaron a qué se dedicaba, él dijo: “Yo levanto Quiniela              ¿O no lo saben todos?”. Contra todos los pronósticos, fue electo              concejal por primera vez. Y en 2011 se animó a pelear por la intendencia          con el apoyo de su amigo Aníbal Fernández. Ganó. El único que no se            debe haber sorprendido del triunfo debe haber sido él mismo. “Desde      siempre quise ser intendente, pero yo era el único que lo creía posible        ¿Sabés que para firmar yo hago el dibujito de un gato? Alguien me          preguntó una vez por qué y le dije: “Porque algún día voy a ser              intendente y voy a tener que firmar muchos cheques”.
Le encanta contar una anécdota del día de la asunción. “A mí la policía              me llevaba siempre preso. Nunca por robar, aclaro. Por pelearlos. Cuando asumí, no me pude aguantar y le dije a un subteniente que me pidió          permiso para iniciar el desfile: `pensar que antes me llevabas preso todo            el tiempo´. Me salió del alma. Ahora me llevo bien con la policía. Por eso              a los pibes les digo que no se metan con la cana, que yo estaba            equivocado. Creo que una de las cosas que me salvó es haber tenido        siempre mucho código. Lo mejor que le puede pasar a un ser humano no          es tener plata: es tener crédito. Porque eso siempre te permite levantarte”.
Como intendente, Gasparini llega temprano y se va de la municipalidad                a la medianoche. Entre otros logros, durante sus dos gestiones, "Chinchu" remodeló el hospital de Roque Pérez y creó una nueva sala de internación, inauguró cinco escuelas, recuperó el Cine Club Colón e instaló La noche            de los Almacenes, que el cuatro de enero llena el municipio de gente que    quiere recorrer los distintos almacenes del pueblo tal y como eran cuando        se fundaron. También creó un Gimnasio Polideportivo y desarrolló        convenios con distintas universidades para que los roqueperenses que      quieran acceder a la educación superior no tengan que migrar.
El futuro, ese imponderable
Chinchu tiene 71 años y lo que Joaquín Sabina definió en una canción            como “una mala salud de hierro”. Sigue muy activo, perole detectaron            una enfermedad vinculada al funcionamiento de sus defensas cuyo    diagnóstico los médicos aún no acertaron y lo tuvo internado seis meses      antes de la campaña. Dice que está vivo de milagro y que ya habló con            sus siete hijos: piensa dedicarse a la política hasta el último día de su            vida. Lo quiere mucho al gobernador electo de la provincia de Buenos          Aires, Axel Kicillof, y tiene grandes esperanzas depositadas en el          presidente electo, Alberto Fernández, a quien aún no conoce.
--¿Cómo recibió la noticia de la candidatura de Kicillof? Muchos            intendentes al principio lo resistieron.
--Muy bien, es un muchacho muy brillante, yo lo quiero mucho a Axel.          Nunca me olvido de que hace muchos años nos cruzamos en la Casa        Rosada y él estaba con un grupo de empresarios. Les dijo: “esperen, muchachos, que voy a saludar al mejor intendente de la provincia” y me            dio un abrazo. Fue una emoción tan grande…el día de mi cumpleaños              me llamó y me dijo que me iba a tener muy en cuenta. Son cosas que no          tienen precio. . Por eso espero que Axel, a quien quiero mucho, logre                que el Banco Provincia esté al servicio de la gente para que les de              créditos a las empresas y que puedan levantarse.
--¿Qué espera de la gestión de Alberto?
--Mucho. Sabiendo las dificultades que hay que no son menores. La        sociedad está convulsionada por tanta miseria. Hay que darle tiempo…                si se lo dimos a Macri y a Vidal, imagínate….
--¿Qué balance hace de lo que lleva de vida?

--Estoy contento de no haber cambiado nunca. A mí la gente me viene            con un problema y a mí ese problema se me queda adentro. Creo que eso        me afectó la salud sin que me diera cuenta. El que nunca tuvo hambre          llega al poder de otra manera. Yo soy muy despilfarrador con lo mío, pero      para mí la plata de la Municipalidad es sagrada. Me han inventado de todo:      que tengo campos, que tengo vacas. Lo único que quiero cuando me          muera –y aviso que no voy a dejar nada— es que me entierren debajo de          un árbol porque no me gusta el sol. Que mi epitafio diga: “Acá está el    Chinchu”. Y ya le pedí al director del hospital que no me deje morir con               el pelo blanco. Porque confieso que me tiño el pelo. 
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