A puro tranco de Alambrados
Por Lis Solé
Dicen que en estos tiempos hay que escribir sobre epidemias y malos tragos pero sin embargo, los buenos recuerdos son justamente los que nos permiten superar los reveses de la vida. La naturaleza y sus actores nos muestran cotidianamente que vale la pena vivir la vida.
Ver el campo y las líneas interminables de alambrados muestran lo infinito; esa líneas perfectas que cierran horizontes con líneas que se pierden a lo lejos entre las cabezas gachas de hombres y animales.
El alambrado como todas las cosas se ha ido agiornando y ha sido tema hasta para las frases del truco como la popular frase: “lo pasaron como alambre caído” haciendo referencia a lo fácil que lo timaron.
SARMIENTO Y SU DEFENSA DEL ALAMBRADO
El primer alambrado llegó a Buenos Aires en 1844 de la mano de Richard Newton que alambró su estancia de Chascomús. En 1854 se alambra la estancia “Los Remedios” en Cañuelas.
El presidente argentino que se destacó por ser su ferviente defensor fue Domingo Faustino Sarmiento que afirmaba que “antes del alambrado, todo el país es un camino”, un camino a recorrer sin límites más que el horizonte. Sarmiento sostenía la necesidad de apegar al hombre a la tierra y al trabajo y acompañado con su reproche: “¡Alambren bárbaros!” intentaba diversificar la producción y a modernizar las herramientas ya que era un fanático de la ciencia, la tecnología y la innovación. Con gran vehemencia propulsa el alambrado desde el diario “El Nacional” comenzando con el alambrado de los campos que en 1907, llegó a una importación de 1805 millones de kilos de alambre que bien podían alzar “un alambrado de 7 hilos rodeando 140 veces la Argentina”[i].
“ALAMBRADOS DONDE NO PASEN NI LAS MOSCAS”
Cierto o no, ahora no se puede concebir un campo sin alambres a lo largo y a lo ancho del país.
Si bien en el campo muchas cosas han cambiado desde la época de Sarmiento y del fuerte Esperanza, el oficio de alambrador no se ha modificado: sus herramientas indispensables son las torniquetas también llamadas “golondrinas” y por supuesto las raras llaves “california”, las palas y barretas.
Alambradores… hombres sacrificados, de pocas palabras con el “tranco largo de alambrador” que con pala, barreta y tenaza van tranqueando el campo sin perder de vista la bandera.
Alambradores hay muchos; y hay alambrados y “señores alambrados” porque alambrar es un trabajo bruto pero delicado al mismo tiempo. No es sólo tener los postes y varillas de la mejor madera sino que debe primar la prolijidad del alambrador que reúna lo estético con lo necesario para que “en este alambrado no pasen ni las moscas” “ni se vaya ni una tranquera”.
A TRANCO LARGO DE ALAMBRADOR
Como cuenta “Cacho” Bertoldi: “Toda la vida fui alambrador y después, se lo pasé a mi hijo Alejandro”. Sus ojos celestes hablan de alambres en Balcarce, Pergamino, La Pampa, trabajando para Sociedad Rural Argentina, para los nuevos colonos de “San Salvador del Valle”, en Córdoba y donde fuera con los Mathet, los Crotto de “Los Flamencos”, en “La Francia”, para Ureta, en La Pampa.
Empezó a trabajar desde muy chico y recuerda los alambrados con varillas de fierro ya en desuso para la década del 60 donde se impusieron las varillas de madera. Su primera línea fue cuando tenía 17 años en lo de “Cota” Ortiz, una línea de dos mil metros y cuatro púas, en épocas cuando el encargado era el viejito Langoni.
Un alambrado comienza tirando la línea hacia la bandera para arrancar a “postear”, hacer el pozo y poner el palo esquinero que va con el crucero, “dejando los dos bien fijos con el pisón”. Son muy importantes las buenas palas: palas cortas, anchas, las “palas sapo” las tenazas, tijeras, mechas, martillos hachas, formones y por supuesto agujereadoras o taladros.
“Cacho” recuerda el alivio que fue cuando pudieron comprar en la ciudad de “9 de Julio” una hoyadora lo que evitó hacer todos los pozos a pala.
TENSAR ALAMBRES Y “MANIAR” VARILLAS
Oficio que no necesita de escuela, se aprende con atenta observación durante días y días a pleno sol, con calor o heladas, tensando alambres y “maniando” varillas de distinto largo según el uso del alambrado.
El oficio, pasado de generación en generación se fue perdiendo un poco con las grandes extensiones sembradas de soja y el uso interno de alambres eléctricos. Trabajar en cuadrillas durante días quizás no sea muy tentador para los más jóvenes pero es un oficio con mucha demanda de mano de obra de calidad.
Un buen alambrado es buscado por el propietario, destacando entre los diferentes formatos, el alambrado tradicional de 7 hilos que pueden ser de 12 o más hilos según la altura.
CUADRILLAS DE ALAMBRADORES
La cuadrilla de Bertoldi supo ser grande: “éramos seis y con el cocinero, siete”. Cuando estuvieron trabajando en La Pampa entre los seis “postéabamos hasta 700 metros de tres hilos en un día. Campos sin tranquera, las líneas eran largas de unos dos mil o dos mil quinientos metros con un esquinero en cada punta y con torniquetes cada 600 metros, 300 metros de un lado y 300 del otro”.
Recuerda que cuando en 1980 alambraron en lo de Mathet, hicieron 12.700 metros empezando “el 2 de mayo y tardar exactamente un mes sin perder ni un día, sin llover ni nada”. Toda la cuadrilla dormía en un galpón grande de la estancia y trabajaron 30 días corridos sin parar incluso los domingos.
Si bien los integrantes de la cuadrilla cambiaban según los trabajos, Bertoldi recuerda a los hermanos Jaime, a Ernesto González, Arichetti, Miguel Quincoces y por supuesto el cocinero “Macho” Abdón Romero.
EL REMATE DE TRANQUERAS Y AGUADAS
Un buen alambrador sabe la importancia de asegurar los postes de las tranqueras para que estas nunca se desvíen y tiene la precaución se asegurar los alrededores de las aguadas para que sean indestructibles aún para la más feroz pelea de toros.
La realidad muestra que los trabajos mal hechos siempre existen y en los alambrados se hacen evidentes en tranqueras y aguadas. Más de una vez se pueden ver tranqueras mirando el cielo producto de un crucero no puesto o mal apisonado que en poco tiempo, se reflejará en un alambrado flojo o en animales que se pasan cerca de los bebederos porque el alambrador no previó la fuerza extra del lugar por el amontonamiento normal que rompe las delgadas varillas.
Por eso, el oficio del alambrador es rudo, bruto, pero también delicado porque está en sus manos el conocimiento de lo que es necesario más allá de lo estético, la responsabilidad en el hacer y la satisfacción del trabajo bien hecho con el correr del tiempo.
TANTOS ALAMBRADORES…
A pesar de tantos kilómetros de alambrados en un distrito tan grande como el de General Alvear, la cantidad de nombres de alambradores no es mucha. Siempre se van a olvidar algunos nombres pero entre los “viejos recordados” está “Chito” Viedma; José Pastorino; el “Goyo” Villamarín; Ernesto González; Luis Frasse; todos los hermanos Bertoldi: José María Bertoldi, Manuel “Yoldo” Bertoldi, “Pepe” Bertoldi; “Lito” Villamarín; el “Vasco” Haedo; el padre de Humberto Arena descontando alambradores muy buenos que hicieron escuela como los hermanos Buduba.
Alambradores de hoy y de antes: Maizón Delrieu, Daniel “el Sordo” Urrutia, Marcelo Bustamante, Juan Laporta, Jorge Buduba, Tito Buduba, Eloy Flecha, Woldrich, “Cacho” Espejo, Alejandro “Canacho” Bertoldi, Lindolfo Moussompés, Raúl Sararols, el “Turco” Mario Villamarín, Villaverde, Martín Vicente, Daniel Farías… Nombrar siempre trae olvidarse de muchos, pero el homenaje es para todos en el nombre de unos cuantos que supieron trascender en el oficio de alambrador.
POSTEANDO DIRECTO A LA BANDERA.
Posteando directo a la bandera, sin perder la línea, como persiguiendo objetivos, con una bandera al viento alineando cada palo por el ojo de la pala ya que alambrador no usa teodolito porque su conocimiento y experiencia le alcanza para “alinear a ojo”, siguiendo el hilo para que salga perfecto yendo justo al final de la línea, barreneando cada palo y poniendo los tres hilos atadores que son los que van a ir maneados.
Tirar varillas, desparramarlas, tirar las grampas, engrampar y finalmente “californiar”[ii] … ser cuidadoso en cada “posteo” y detalle ya que al distraído más que seguro le sale con panza y encima, bien torcido.
“Cacho” Bertoldi nos recuerda que “Alambrar no es tirar el alambre… Hay que alinear bien, ver la altura, todo. Ver la altura de cada palo y la varilla. Si el terreno va subiendo hay que darle el nivel para que quede alineado…”.
Tal cuál la vida: algo que tira, algo que cede, algún tutor, alguien en donde apoyarse para poder seguir al tranco largo aún en tiempos difíciles.
Agradecimiento: Gracias a la gente antigua que se toma el trabajo de pensar y que con gran esfuerzo rebobina el pasado contribuyendo a la formación y fortalecimiento de la identidad. ¡Muchas gracias “Cacho” Bertoldi!
Foto: Gentileza María del Carmen Bertoldi. En la foto sentados de izquierda a derecha Lito Villamarín, Manuel “Yoldo” Bertoldi y el primero de la derecha “Pepe” Bertoldi
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