27/7/20

Retrato de un Boliche de Campo

Por Lis Solé
Historias del viejo boliche “San Juan” de Crotto, olvidado almacén      demolido en el año 62 y que provocó su olvido. Ubicado en General Alvear        en la esquina de la estancia “Los Flamencos”, fue boliche y almacén de    Ramos Generales, estampa rural de venta e intercambio de productos,        centro comunitario de todo el paraje, vivo en los recuerdos de la gente            que habitó el lugar y que hizo posible su retrato. 
Muchas veces, la historia queda en manos del viento y al no guardar      registros ni documentos e irse las voces de los abuelos, es muy difícil descifrarla. Así, se pierden historias fundamentales en el crecimiento                  de los pueblos, esfuerzos y experiencias de años y décadas donde            hombres y mujeres forjaron el presente.
La historia bonaerense cambió a partir de la creación de los pueblos        porque el campo se llenó de gente y las pulperías, postas solitarias,      debieron adaptarse convirtiéndose en almacenes para intercambiar      alimentos, telas, herramientas y otros artículos por “productos del país”          que iban desde verduras y huevos hasta cueros, lanas o plumas tal y              como seguramente sucedía en el viejo boliche “San Juan”, comercio              que casi nadie hoy recuerda pero que su sola estampa define la          importancia de su existencia.
BOLICHE DE JOSÉ CROTTO EN “LA FRANCIA”
El “boliche” se encontraba a la entrada de la estancia “La Francia”                  de José Crotto que por sucesiones posteriores dieron lugar a las              estancias “Los Flamencos”, “La Maruja” y “La María Luisa”.
Quizás el italiano Giuseppe, José Crotto, pionero del entonces desierto bonaerense, construyó el boliche incluso antes de comprar el campo a      Robles en 1873 recién llegado de “la esquina de Crotto”, otra pulpería                de su propiedad que fue posta de galeras desde 1856 en el partido del      Tordillo.
Ese año don Roque Robles[i], le transfiere las acciones y derechos correspondientes a dos leguas cuadradas de terreno de su propiedad.              Así lo escribe Robles en el expediente de venta donde aclara que las dos leguas mencionadas lindaban “por un costado con Don J. Justo y Dn.              Luis Goya; por otro con don Santos Villafañe; por otro con las dos                leguas que tengo transferidas a don Agustín Rivas y por otro con el            terreno que me reservo”.
Ante el escribano Iriane, el 20 de mayo de Roque Robles ratifica la      transferencia que ha hecho a favor de Don José Crotto por 108.000                pesos, las primeras dos leguas de su propiedad en General Alvear que            erán más año tras año, siendo su presencia constante en la historia                    de Alvear y el vecino pueblo de Tapalqué.
CAMINOS QUE YA NO ESTÁN
El Almacén de grandes proporciones que sobresalía de las casas ranchos circundantes, se encontraba en el Cuartel VII distante a 25 kilómetros de      Alvear cruzando toda la calle Urquiza doblando a la izquierda hasta el          paraje “Los Flamencos” –hoy “La Mama Chocha”-. Al llegar a la estancia,            el camino no tenía la curva y contra curva actual donde está la Escuela           N°21, sino que en tiempos antiguos, seguía orillando el caserío pasando        por delante del boliche “San Juan”.
EN EL VIDRIO SE LEÍA: “SAN JUAN”
Difícil saber si el boliche fue construido por Crotto antes de adquirir la    estancia, o fue construido después. Han pasado ya casi 150 años desde          ese momento y no hay documentos que lo comprueben pero de acuerdo            a su estampa, seguro que fue un gran almacén de Ramos Generales más          por la experiencia anterior de José Crotto después de tanto trabajar en el Tordillo.
El “Boliche San Juan” ya no está y tampoco las construcciones que lo rodeaban. El primer edificio que fue demolido fue “el chalet” o sea, la              casa de los patrones y luego fue el boliche ya que a pesar de los            excelentes materiales usados en su construcción, abandonado y              asentado en barro se deterioró y fue demolido en 1962, pero la casa de              los peones y la casa de la abuela Aurelia estuvieron en pie hasta los                años 80.
La pieza clave de esta historia es Martina Verdún, nacida en 1944 en    Tapalqué y que llega al lugar con solo 15 años. Las experiencias vividas            en “Los Flamencos” quedaron marcadas en su memoria y cuenta “como            si lo estuviera viendo” la llegada de la estancia, las personas que estaban,        los detalles de construcción de cada construcción y por supuesto el          boliche donde vivió cuando llegó y que aún estaba con sus estanterías originales, el mostrador, las rejas y galerías y los vidrios en la puerta        principal donde aún se leía pintado de blanco: “San Juan”.
Martina Verdún llegó a trabajar como cocinera de los Crotto en 1958, ya        esposa del capataz “Nacho” Alvo y como el encargado anterior aún vivía            en la estancia y no había lugar para ellos, reacondicionaron dos de las        piezas del antiguo boliche, una como dormitorio y otra como cocina        comedor usando el baño que se encontraba afuera, pegado a la casa                  de los peones que estaba bien instalado y tenía agua corriente.
LA LLEGADA DE PEDRO ORELLA
Si José Crotto compra el lugar en 1873, seguramente el boliche debe          haber sido construido en la década del 80 o quizás antes por lo            deteriorado que se encontraba en 1960. Levantado en épocas donde                  no había caminos, con la reciente derrota de Calfucurá en la batalla de            San Carlos de Bolívar a unas pocas leguas, con la amenaza de indios y gauchos matreros entre arreos de animales que seguían las huellas a          campo traviesa, las esquinas de campo eran el paisaje esperado donde              se podía socializar, jugar un poco y comprar los “vicios”, de tabaco,            yerba, azúcar y mientras tomaban algo y se pasaban las últimas noticias.
Cuentan que en 1889, el bolichero era el español Pedro Orella (1859- )[ii]      que llegó a Alvear a trabajar directamente en el boliche “San Juan”,        actividad típica de muchos españoles que vinieron como bolicheros y              que consiguieron armar una gran fortuna gracias a su gran habilidad              para los negocios y que terminaron, tal como los Crotto, los Olaso o los      Orella, comprando campos y criando animales. Por ahí, Orella se instaló      como inquilino o quizás en sociedad con Crotto “por muy poco tiempo”[iii]              para pasar después a instalarse en el Paraje el “Chumbeao” por su            amistad con José Villaverde[iv], casado con las hijas de Roque Robles y hermano de su esposa Salomé.
EL BOLICHE QUE RECUERDA MARTITA VERDÚN
Martita recuerda su llegada a la estancia como si fuera hoy. Como no          había lugar para ellos, limpiaron las dos piezas que estaban al lado del despacho del boliche donde dormían y en la otra, armaron la cocina. La construcción no tenía baño adentro pero “había uno muy lindo saliendo            del boliche pegado a la casa de la abuela que tenía hasta bañera y era el          que usábamos nosotros. El baño tenía agua corriente como lo había en            toda la estancia, agua que venía de un molino alto que estaba más atrás”.
El salón grande del boliche tenía una puerta que daba a la calle, al frente,        y un ventanal con reja que daba para el lado de la colonia para despacho            de las bebidas de unos 1,40 X 2 metros; esa ventana estaba al costado,          bajo la galería y desde allí se veía el galpón que también se usaba de      depósito. Todas las paredes eran asentadas en barro y tenían revoques            de barro a la cal por fuera y por dentro.
Las ventanas del frente tenían claraboya y por supuesto, rejas. La puerta principal, la que tenía el vidrio con las letras pintadas de blanco, tenía dos hojas sin claraboya, y por esa puerta se accedía a un salón de venta de          unos 4 o 5 metros por seis metros  de frente que en el 58 ya estaba medio derrumbado. El piso era de madera con sótano, pisos de madera      suspendidos con una puerta grande que daba al depósito con portón y ventanas con rejas.
Para atrás tenía una puerta que daba para el aljibe con alzada de hierro        con dos ventanas con rejas. Todo el techo tenía caída para atrás lo que      explica la existencia de las canaletas y el aljibe de brocal alto, redondo,            con roldana y dos puertitas de chapa recordadas por Silvia y Alejandra,            las hijas de Martita.
EL DESPACHO
Martina habla con firmeza y con sus manos “dibuja” el despacho por      dentro, describiendo un salón de unos seis metros de largo por cuatro de ancho con una ventana enrejada igual que la de la pieza que daba al frente. Martina recuerda que el boliche “era alto como la Casa Ortiz que está en el pueblo cerca de la Comisaría, en la esquina. La fachada era como ese      negocio pero derecho, sin arcos para arriba”.
Dentro del despacho estaba el mostrador que iba hacia atrás y daba la      vuelta al fondo con la curva en L característica de almacenes de ramos generales. Todas las paredes detrás del mostrador de madera estaban    cubiertas de estanterías de madera atornilladas a la pared y para el otro          lado del mostrador, donde estaba la ventana de despacho de bebidas,                no había estantes sino que era la pared lisa, revocada a la cal.
¡Qué fácil imaginar todas esas estanterías repletas de botellas, latas de galletitas, pequeñas latas de té o café, ollas y sartenes y mil cosas más          para las casas de campo! Abajo los cajones con fideos, azúcar o harina              de venta al peso y sobre el largo mostrador los frascos de caramelos, las balanzas y la infaltable Caja Registradora.
AFUERA DEL BOLICHE… GALERÍAS ALREDEDOR
Como toda vivienda campera, el boliche estaba rodeado por una                galería de chapas -salvo el frente que no tenía- sostenida con postes,              con veredas de ladrillos de unos dos metros de ancho donde más                      de un viajero debe haber hecho noche sobre su apero. Seguramente            habría unos cuantos palenques para atar los caballos pero Martina no              los recuerda, quizás porque ya hacía mucho que no funcionaba como        boliche.
Por fuera había dos grandes plantas de eucaliptos y también algunos        pinos que quedaban del boulevard yendo para el lado de “La Maruja”,            todas plantas que estuvieron allí hasta que la familia Alvo se vino al            pueblo en el año 1988.
LA CASA DE LOS PEONES
Como toda estancia de trabajo típica de la época, las construcciones                no eran ostentosas. La Casa de los peones estaba ubicada a un costado              y más adentro, atrás del “Chalet” de los patrones. Era un rancho largo              que tenía cuatro piezas en hilera con las puertas que daban para “La          Maruja” y para el lado del boliche y el aljibe, tenía unas ventanas              chiquitas con  dos celosías de madera por dentro, con galerías de                ladrillo de dos metros de ancho alrededor de toda la ranchada.
El rancho de los peones tenía techo de junco, no de chapas. Muy            antiguo, había que barrerlo todos los días porque tenía revoques que                se caían constantemente. La galería que estaba a los lados del rancho              era de más de diez metros de largo y las cuatro piezas se comunicaban              por dentro, con puertas hacia el lado de “La Maruja” y ventanas chicas          hacia la parte posterior del boliche desde donde se veía el aljibe,            reservorio que recogía el agua de lluvia con las canaletas que había en              las galerías
LA DEMOLICIÓN
El boliche fue demolido en el año 1962 o 63 y todos los ladrillos se los      llevaron a la estación Crotto, a la estancia “San Enrique” de Enrique            Crotto, al igual que todas las rejas, los tirantes y pisos y techos de                  pino tea; a partir de ahí, se rellenaron los sótanos de las piezas y el          negocio con tierra salvo el depósito que tenía piso de ladrillos como                  las galerías.
Por unos cuantos años, quedaron sólo los cimientos hasta que los            Crotto decidieron levantarlos ocupando para ello al marido de Nora              Alanis, tractorista de “Chito” Campomenozzi conocido como              “Cordobita”, que tomó el trabajo en “Los Flamencos” “para hacer                    una changa”. 
BOLICHES PIONEROS EN LA DISTANCIA
Los recuerdos tan claros de Martita y la ayuda de los vecinos            permitieron el dibujo del boliche que ya no existe, casa de negocios                que seguro marcó la vida de mucha gente durante sus 90 años de          existencia, pocos en la historia universal pero con tanto peso en varias generaciones de alvearenses.
Hasta allí llegarían las caravanas de carretas, los indios amigos y los      gauchos de a caballo en un alto en el camino; también los sulkis y las          chatas hicieron noche en sus galerías sombreadas. ¿Cómo olvidar                  esos años que permitieron que vivamos esta realidad? Quizás la nota                  es larga, pero lo amerita un boliche que fue centro de un paraje pero                que casi nadie lo recuerda y que a lo mejor, este testimonio de Martita            Alvo sea el único que documente su existencia.
Boliche “San Juan”. Un descanso, un alivio para el viajero solitario en              el medio de la pampa sin árboles.
Un alto después de leguas de soledad y distancias. Otra historia de      muchos, recuperada.
Fotos:
  • Boliche “San Juan” dibujado por Lis Solé según narración de              Martita Alvo.
  • Don José Crotto, dueño de esas tierras desde 1873.
  • Interior de un almacén de ramos generales. Foto Archivo Histórico Municipal de Posadas.
Entrevistados:
Manuel Orella, Pedro Orella, Martín Orella, Martina “Martita” Verdún                de Alvo, Alejandra y Silvia Alvo, “Pucho” Campomenosi, Silvia Martín,          Jorge Buduba, Cascallares, Godoy, José Crotto e Ignacio Crotto.

[i] Roque Robles (1822- ?), nacido en Tucumán, distrito de Monteros, perteneciente a una familia de profesión costureros, vive en Tapalqué                en 1869, de profesión comerciante y casado con Estanislada Melo              (n.1857). Llega a Alvear y compra campos al sur de la estancia de Olaso        desde el actual paraje “El Chumbeao” hasta los campos de Crotto.              Dueño de la estancia “La Primavera”, integrante de la Primera Comisión Municipal a partir de la creación del Distrito en 1869. Casado con          Estanislada Melo, viuda de Demetrio MacKay (n.1839)que tenía un              boliche en el paraje “El Chumbeao”.
[ii] Pedro Orella nació en 1859 aproximadamente, hijo de Modesta          Rigada  y Benito Orella. Se casó  el 12 de abril de 1886 con a la edad                  de 27 años con Salomé Villaverde (1864-)  de  22 años, en la iglesia            Nuestra Señora de la Asunción de Saladillo, Buenos Aires, Argentina.
[iii] Orella, Manuel. Comunicación Watsapp. 2020.
[iv] José Villaverde era yerno de Roque Robles, propietario del campo          que compra José Crotto lindantes con los campos de Robles Villaverde               y más tarde de Orella. José Villaverde se casa con una hija de Roque        Robles, Urbana Robles (n. 1869). Al enviudar, se casa con Peregrina          Remigia Robles (n.1870). Vivian en la estancia “La Pampa” de Villaverde            en el paraje “El Chumbeao” que lindaba con los fondos del campo de        Crotto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario