24/8/20

 Basta de relato

Angustia, frustración, pesar, rabia, impotencia. Sólo algunas de          las sensaciones que se experimentan frente a la injusticia.

Un rayo no cae nunca dos veces en el mismo lugar, canta un artista. Las      brujas no existen, pero que las hay...las hay, pregonan los más      sugestionables. Las casualidades tampoco existen. Sin embargo, llamativamente, un campo parece que se puede incendiar dos veces en              el mismo lugar en menos de tres meses. No se trata ni de magia ni de        brujería.

Desaprensión, desidia, falta de educación o simple ignorancia. A nadie              se le ocurriría arrojar un cigarrillo encendido entre las sábanas del lecho conyugal o dentro de un tanque de combustible. Pero parece que sí en la banquina sucia y descuidada de una ruta, desde la ventanilla de un          vehículo, junto a un campo. A ninguno parecen importarle los daños que puedan sufrir los productores de alimentos. El Gobierno Nacional no              hace nada por reivindicar el valor que la actividad productiva agropecuaria tiene para el país y la sociedad en su conjunto. Sólo le interesa asfixiarla y exprimirla fiscalmente para hacerse de recursos genuinos que el Estado            es incapaz de generar, pero eficaz y certero a la hora de su despilfarro sistemático y grosero.

A los repetidos ataques a silobolsas y los incendios intencionales que        vienen padeciendo los productores agropecuarios en la Argentina se le      deben sumar los "descuidos accidentales" que producen cuantiosos      perjuicios económicos y ambientales, daños de los que nadie se hace        cargo.

Mención y reconocimiento aparte merecen los bomberos voluntarios,        cientos de héroes anónimos y desinteresados que ponen en riesgo su            vida por amor a su vocación de servicio a la comunidad. La inmensa          mayoría de servidores públicos que congestionan despachos y oficinas            de todos los niveles de gobierno deberían imitarlos.

Mientras tanto, los proyectos legislativos para condenar los hechos de vandalismo agropecuario continúan demorados, a la espera de resolución        de una agenda que parece sólo abocada a resolver las urgencias de una reforma judicial planteada a la medida del poder de turno. Extraña            confusión de roles: ciudadanos soberanos devenidos en súbditos de un      poder vicepresidencialista caprichosamente autoritario que ha encontrado        en la crisis sanitaria el pretexto perfecto para avanzar despiadadamente      sobre libertades individuales y arremeter contra las instituciones      republicanas en un desesperado intento por garantizar su impunidad.          Todas las demás verdaderas urgencias, pobreza, inseguridad, crisis      económica, inflación, déficit fiscal y un largo etcétera deben esperar. Las causas judiciales apremian y la búsqueda de impunidad aparece como impostergable.

Se pregonan el aumento de las exportaciones y la generación de nuevos puestos de trabajo, música para los oídos distraídos de circunstanciales destinatarios de vacíos discursos tribuneros, pero nada se dice sobre          cómo proteger al productor primario, eslabón fundamental sobre el que            se nutre todo el resto de la cadena agroindustrial.

Más temprano que tarde, todos los sectores, públicos y privados, deberán sentarse a discutir en serio un modelo de país sustentable e inclusivo, sin espacio para corruptos ni oportunistas.

Confederación Rurales Argentinas

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