26/1/21

 El crimen de Marisol Oyhanart, un misterio que aún ensombrece a Saladillo

La mujer, una maestra jardinera de 38 años, salió a caminar una    tarde de abril de 2014. La hallaron muerta al otro día. La habían ahorcado. La investigación reveló una presunta trama de        corrupción policial para encubrir a un amante, quien la habría asesinado. Siete años después, no hay detenidos.

Por Marcelo Metayer, de la redacción de DIB

El 14 de abril de 2014 era un lunes habitual de otoño en Saladillo, provincia        de Buenos Aires. Marisol Oyhanart (38) salió a caminar a la hora de la          siesta, como hacía cada tarde. Desde su casa en el centro de la localidad            se dirigió hacia una pista de atletismo cerca de la ruta. Se cruzó con otras        dos mujeres que también hacían ejercicio y la saludaron. Mientras tanto            su marido, Sergio Rachid, dormía. Lo despertó una llamada telefónica: era        su hija mayor, a la que Marisol iba habitualmente a buscar a la escuela          luego de sus ejercicios. La mujer no había acudido. Pasaron las horas y no volvía. A las 19 Sergio fue a la comisaría para denunciar la desaparición de Marisol. La buscaron toda la noche y recién la encontraron al otro día, a la salida del sol. Muerta. El cadáver estaba entre pastizales, a unos 20 metros        del camino, boca arriba y vestido con las mismas prendas con las que          había salido de su casa. La autopsia reveló que la habían ahorcado. Quién,      por qué, y qué hay detrás del femicidio, son las preguntas que a casi siete    años del hecho continúan sin certezas.

Saladillo es una localidad del centro de la provincia de Buenos Aires, con      unos 30.000 habitantes. Lugar tranquilo: el último crimen había tenido            lugar en 2011, como reconoció el secretario de Gobierno de la localidad,      Mario Buezas, cuando encontraron el cuerpo de Marisol. Pero el crimen              de la mujer, maestra jardinera y madre de tres hijos, hizo a mucha gente      pensar en el más temible caso sucedido en Saladillo: los asesinatos de      Miguel Alberto Gobia, el “asesino de la tormenta”, ocurridos en 1995. De    hecho, dado que Gobia estaba libre desde 2010, más de uno quiso          vincularlo con la muerte de Oyhanart.

Irregularidades

La realidad es que el cuerpo de Marisol fue hallado en un lugar donde ya            se había rastrillado antes, lo que de inmediato despertó sospechas. De        hecho, la búsqueda de la mujer había sido suspendida durante cuatro          horas durante la madrugada. Los peritos concluyeron que el cadáver fue colocado en ese lugar después del rastrillaje policial. Más tarde se vería          que la investigación policial traería aún más dudas, errores y misterios.            Por ejemplo, desaparecieron la calza y las zapatillas que la víctima              llevaba el día que la mataron. En las calzas había quemaduras que habrían      sido producidas por el encendedor de un automóvil, con el que la habrían torturado.

En tanto, el marido de Marisol permaneció unas cuantas horas en la        comisaría de Saladillo mientras era interrogado en profundidad. Se dice          que al principio se habían detectado contradicción en su declaración.              Pero no encontraron motivos para detenerlo y volvió a su casa el 16 de          abril.

La investigación continuó y se detuvo a un sospechoso días después.              Se trató de Jonathan Bianchi (25), un joven con antecedentes por robo y denuncias por violencia de género, que según testigos había sido visto              en la zona del crimen.

Mientras, se conoció que la mujer había sido brutalmente golpeada y      ahorcada, y que había fallecido después de las 21 del 14 de abril. Así,            cobró fuerza la hipótesis de un secuestro, y de que el cuerpo fue plantado          en el lugar donde se lo encontró en esa “ventana” de cuatro horas en el            las que se detuvo la búsqueda.

¿Dónde estuvo Marisol hasta que la asesinaron? Un detalle que llamó la atención a los investigadores fue que podría haber conocido al asesino:            su cuerpo no presentaba heridas compatibles con lesiones de defensa                ni tenía restos de piel ajena bajo las uñas.

Los siete sospechosos

Varios meses después del crimen no había ninguna certeza y sí muchas sospechas de irregularidades en la investigación policial. Tras una          populosa marcha en Saladillo pidiendo “Justicia por Marisol”, la causa        cambió de manos: de la fiscal Patricia Hortel pasó a Marcelo Romero.        Todavía habría otro cambio, más adelante.

La fiscal Hortela había pedido la detención de Bianchi, a quien todos        llamaban “perejil”, es decir, un acusado que nada tenía que ver. Sin        embargo, César Melazo, juez de Garantías de La Plata, rechazó la solicitud. Luego, ante el estancamiento de la investigación los abogados de la            familia de la víctima recusaron a la fiscal Hortel y pidieron que se la aparte        de la instrucción del sumario. Los letrados también presentaron un escrito        en el que describieron una serie de irregularidades que avalaban la      presunción de que al menos siete policías plantaron pistas falsas para      desviar la investigación hacia Bianchi.

Un amante

La olla pareció destaparse a principios del año siguiente, cuando un          efectivo de la comisaría de Saladillo declaró como testigo en la causa y denunció la presunta trama del encubrimiento policial, que se habría    pergeñado para desvincular del crimen a un poderoso empresario    agropecuario de la zona. Al parecer este estanciero era amante de Marisol          y habría pagado un millón y medio de pesos para encubrir las pruebas del femicidio. Como nunca estuvo imputado, no se conoce su nombre, al          menos no públicamente.

La hipótesis que comenzó a manejarse entonces fue que este supuesto    amante, luego de matarla, llamó a los policías para que lo ayudaran a desprenderse del cuerpo. Los efectivos, tras colocar el cuerpo en la zona          de taperas donde fue hallado, intentaron involucrar al marido de la víctima.    Esto no funcionó y trataron de hacer lo mismo con Jonathan Bianchi, pero tampoco tuvieron éxito.

La investigación encontró, más tarde, que habían desaparecido imágenes        de una cámara de seguridad ubicada en la esquina de en Saavedra e        Irigoyen, en Saladillo, que presuntamente registró el paso de la maestra jardinera y de un automóvil en el que la habrían seguido.

Imágenes borradas

Cuando Marisol fue asesinada, el oficial principal de la Policía bonaerense Pablo Fernando Gallo se desempeñaba como jefe de calle de la comisaría        de Saladillo. Desde ese puesto, el uniformado participó de la búsqueda de          la maestra jardinera. Tras el hallazgo del cuerpo una de sus tareas          consistió en ir a buscar la computadora donde estaban guardadas estas imágenes, que hubieran sido claves para la resolución del caso. Pero        cuando la PC fue devuelta faltaba el registro correspondiente al lapso            entre las 15 y las 15.30 del fatídico lunes 14.

Tras la investigación sobre los policías que habrían actuado para borrar pruebas, y sobre la primera fiscal actuante, fue el mismo Gallo quien          quedó imputado por la nueva fiscal Ana Medina, de la UFI 1 de La Plata.              El oficial está acusado de “encubrimiento” agravado por haber sido        cometido por un funcionario público.

“Estamos estancados”

Un año atrás, antes de que el término coronavirus fuera de uso común              en nuestro país, parecía que el cerco sobre el caso se estaba cerrando y          que el muro de silencio levantado para encubrir el crimen de Marisol iba a desaparecer. Pero, como reconoció lacónicamente la fiscal Medina a DIB,        hoy “no hay mucho nuevo para decir. La verdad es que estamos            estancados. No aparecieron nuevas pistas, y la pandemia no colaboró”.

En poco tiempo se cumplirán siete años del brutal femicidio, por el que no     hay detenidos. El misterio del crimen continúa enlutando a Saladillo, una ciudad que no dejó ni deja de reclamar justicia por la maestra jardinera            que salió a caminar una tarde como cualquiera y nunca regresó. (DIB) MM

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