Tomás Osvaldo Herro, Escritor Costumbrista del Paraje Santa Isabel
Por Lis Solé
Tomás Osvaldo Herro, poeta, escritor, dibujante. Un “paisano simple” que pintó con letras el paisaje de la provincia de Buenos Aires. Sencillo y de una humildad que sólo los grandes tienen pero sin dudas, uno de los primeros escritores costumbristas de los campos bonaerenses.
Junto a sus padres y abuelos, vivió su infancia y juventud en “La Sofía”, un campo situado en el Cuartel VI de General Alvear hasta que, después de haber estado por diferentes partidos de la provincia se estableció finalmente en Tres Lomas. Su abuelo vasco, José Herro, fue el constructor de la estancia de Domingo Aguerre en 25 de Mayo y quizás con su ayuda, se instala en “La Bellaca”, propiedad del mismo partido que alquila a Celina Lugones hasta que adquiere el campo “La Sofía” de Díaz, en Alvear.
Allí es donde Osvaldo se impregna de los horizontes y la gente del paraje de Santa Isabel y donde se gesta su primer obra, “Los gauchos del cañadón”, libro que escribirá casi a los 40 años y ya lejos del pueblo, refleja la vida de la gente de un paraje cruzado por los arroyos “donde pioneros de todas las razas fueron los gauchos fundadores” de los que “no escribieron la historia porque la que se anota es la de las ciudades”.
A “Los Gauchos del Cañadón” sumó “Laura y la tía Rufina”, “Lejos de la Querencia” y “La frontera del Cuero (1868-1872)”, una novela histórica que abarca un período conflictivo donde los malones eran hechos cotidianos y los enfrentamientos costaban vidas y cautivos.
“LOS GAUCHOS DEL CAÑADÓN”
Con los recuerdos vividos en Alvear y establecido en Adrogué por el año 2005, comienza a escribir “Los Gauchos del Cañadón” “acudiendo a la memoria” y a las referencias que fluían desde su amor hacia el paraje donde vivió con tanta intensidad.
Nada fácil es encadenar sucesos y conocimientos y más, cuando hay espacios en el tiempo que no se pueden salvar pero con la paciencia del buen escritor que conoce el arregla, tacha, borra y vuelve a escribir, Osvaldo consiguió armar un libro donde su pasión de historiador sobresale por los “visos de realidad”.
Las historias se desarrollan con la presencia del gaucho Navarro, empleado y amigo de su abuelo y de su padre, un “agregado” como se decía en el campo. Navarro era un señor como de la familia al que se le respetaba, una persona que vivió por más de una vida por sus características de caminante y observador y que fue compañero de Herro cuando estaban en “La Sofía”.
El libro reúne historias de las primeras décadas del 1900, describiendo los campos alvearenses y sus habitantes, los boliches de don Salinardi y Marchioni, los caudillos del lugar, la Escuela N° 2 y el Club Comunitario, su fundación en épocas de los Sinnot, cuentos de indios y mercachifles, los desbordes del Vallimanca o las visitas anuales de las comparsas de esquila de Martínez, los cuentos en la matera en días de lluvia y tantos hechos comunes a la gente del lugar y que a partir de la lectura, también lo son para el lector por su descripción detallada y el lenguaje coloquial utilizado.
Su testimonio y su excelente memoria, ayudan a revivir la historia de un paraje que ha quedado casi despoblado por motivo de las muchas inundaciones y también, por el desvío de la Ruta 205 que lo dejó aislado. Sus vecinos, sus estancias, sus boliches, la vida de los peones del campo, la idiosincrasia de los hacendados, la escuela y sus fundadores, la esquila y los arreos, los visitantes y los caudillos de Santa Isabel, son historias que Osvaldo narra en un estilo ameno a través del diálogo con Navarro.
LAURA Y LA TÍA RUFINA, SU SEGUNDO LIBRO
Esta novela tiene un subtítulo que es “La estancia del Espinillo” y se trata de una joven llamada Laura, hija del dueño de “El Espinillo”. Cuando fallece el padre, la fortuna ha desaparecido por distintas cuestiones y Laura, casi sin nada, es protegida por Rufina, una persona de carácter y dueña de una estancia vecina que la trata siempre como una hija a quién aconseja y acompaña.
Como todas las novelas de Herro, se desarrolla en medio del campo entre tareas rurales propias de las estancias con nombres reales y asuntos camperos que conforman la verdadera entretela que da interés a la trama y que pinta las costumbres de una época fruto de la investigación veraz, la variedad y lo florido de los datos.
LEJOS DE LA QUERENCIA
Su tercer libro fue “Lejos de la Querencia” donde la realidad y la ficción se conjugan en épocas de cuando Herro, como casi todo chico de campo, debe alejarse de su casa para ir a la escuela. La escuela estaba lejos de todo así que su educación primaria y secundaria fue en el pueblo, viviendo en pensiones de marzo a diciembre con tres o cuatro visitas anuales de sus padres, con distancias que no lograron su desarraigo.
Sin embargo, este despegue obligado y muchas veces dramático, agudizó su percepción de las cosas. Su vida estudiantil lejos, potenciaba sus recuerdos del campo y el hogar familiar, el conocimiento de la gente sencilla, los valores de la amistad, la buena compañía, los caballos y los libros.
En la historia hay referencias de lo que tanto añoraba, el campo y su gente, las tierras de Santa Isabel, la estancia paterna, las anécdotas y aventuras de vacaciones cuando compartía las charlas con su tío Julián y su padre, las charlas políticas que giraban a través de las pullas entre radicales y conservadores y demás hechos que sucedían en el “barrio” tanto en General Alvear como en Del Valle, partido de 25 de Mayo.
La riqueza de la narración y su constantes referencias a la situación política y social de Buenos Aires, dejan casi de soslayo los datos autobiográficos para centrar el relato en las tareas del campo y el impacto de los avatares políticos.
El hablar pausado y amable se transmite a sus escritos que describen cada situación en un una narración amena y simple, con diálogos enriquecidos por su gran saber sobre la idiosincrasia de la gente de campo durante la década del 50.
LA FRONTERA DEL CUERO
En el año 2012, el 12 de noviembre, presentó su último libro “La frontera del cuero”, una novela ambientada entre los años 1868 y 1872, años muy complicados para el centro de la provincia de Buenos Aires en una narración enriquecida por la exhaustiva investigación histórica. El título hace referencia a las tolderías de los distintos caciques indios y los protagonistas, entre ellos Leandro Loza y personajes que en muchos casos han sido sacados de la realidad.
Sin dudas, nada falta en esta obra; están presentes las historias de amor, los malones indios, los movimientos y pertrechos del ejército, el campo infinito sin alambrados con pequeñas fondas y postas, el vivir diario entre desgracias y zozobras con mujeres cautivas, rastrillajes y persecuciones a caballo, los traslados en chatas y carretas y el uso en viejas galeras tiradas por caballos que cruzaban la llanura.
Tal como cuenta la novela, la comitiva de los protagonistas que salió de Buenos Aires hacia el sur para hacer un viaje sin mayores contratiempos atravesó la peste, la perdida de amigos y los enfrentamientos a los indios de Cafulcurá que finalmente, son vencidos en la batalla de “San Carlos” el 8 de marzo de 1872.
TOMÁS OSVALDO HERRO, UN ESCRITOR COSTUMBRISTA
Este resumen de la producción literaria de Herro no alcanza para entender su obra: hay que leerla, seguir su trama, desenredar las descripciones de los lugares, de las personas, de los hechos que el escritor desarrolla con fluidez y que la hacen entretenida y pintoresca.
Librero, publicista, poeta. Su obra comenzó con publicaciones en el Diario “La Nación” y en el periódico “El Ciudadano” de 25 de Mayo, “La Mañana” y “Surco Abierto” de Bolívar y “La Prensita” de Tres Lomas, ciudad donde se radicó con su señora Eldita Galli.
Durante algún tiempo hizo un programa radial que se llamaba “Hablando de libros” junto a Gerardo Cuadrado en FM Amanecer de Tres Lomas. Allí aseguraba que el uso del libro es interesante y que no compite con la radio, la televisión o las redes porque son medios distintos y cada una es fundamental en su medio. Herro asegura que los grandes de la Argentina fueron los que hicieron más por la educación y cada uno de acuerdo a su época hizo lo posible para llegar con ella ya fueran con escuelas, libros o computadoras.
Con su ágil escritura y con sus esclarecedores bocetos que ilustran sus libros, Osvaldo Herro contribuye a ese fin; ha regalado una prosa costumbrista que describe el campo del centro de la provincia dentro de una trama argumental tan atrayente y seductora como las mujeres que protagonizan sus obras.
A todo ello, Tomás Osvaldo Herro agrega un conocimiento y uso de las fuentes bibliográficas preciso y veraz sin caer en los golpes bajos ni el exceso de datos aburridos que demuestran que él, tal como un libro caminante, supo transmitir su saber con la sencillez de los grandes.
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