31/10/21

 Salió de General Alvear, recorrió más de    8100 kilómetros a caballo en un año y está cerca de llegar a Buenos Aires

Se trata de Marcos Villamil, que el 7 de septiembre de 2020 salió          de un campo familiar en General Alvear rumbo al sur

Ya se cumplió más de un año que el ingeniero agrónomo Marcos Villamil recorre el país a caballo. Fueron más de 14 meses y, en estos tramos, costeando la ruta 14, siente que el final está cerca. Hoy viernes cruzará              el puente Zárate Brazo Largo para ir cerrando el círculo del viaje. De allí      partirá a Fátima, en Pilar, para luego hacer su entrada a la ciudad de          Buenos Aires el domingo 7 de noviembre, escoltado de la Policía Federal    hasta el predio de la Sociedad Rural Argentina (SRA), en Palermo.

Silbando bajo, el 7 septiembre de 2020 emprendió el viaje rumbo al sur.            Su punto de partida fue “El Centinela”, el campo familiar ubicado en el        partido bonaerense de General Alvear.

Su pasión por los caballos fue de siempre. Ya a los 18 años había      incursionado en la doma racional, la llamada doma india. A los 20, cuando          a un tío suyo le regalaron un caballo en San Antonio de Areco, a más de              300 kilómetros de General Alvear, él mismo se ofreció “llevarlo andando      como tropero” porque el costo del flete era alto. Esa Semana Santa, y a          pesar de que todos pensaban que no lo haría y de las muchas dificultades        que tuvo en el viaje, logró su cometido.

Ahí nació su sueño de recorrer el país a caballo. Sin embargo, su proyecto debía madurar unos años más para hacerse realidad. “A los 24 años, ya recibido, me fui a trabajar a Catriló, en la Pampa. Luego volví a Buenos            Aires a trabajar en un banco y, cuando me propusieron un ascenso, entendí    que si lo aceptaba ya no podría llevar a cabo a mi viaje que se venía postergando”, cuenta a LA NACION.

Con 27 años, sintió la importancia de esa decisión. “Era un punto de        inflexión que me decía hasta donde estaba dispuesto a cumplir ese sueño          o que solamente quede en eso: en un sueño”, describe.

En febrero de 2020 renunció a su puesto y comenzó los preparativos. Pero ahora era la pandemia la que le frenaba su viaje. Igualmente decidió        instalarse en el campo con su abuela, su prima y su tío para proyectar las posibles rutas.

Los fines de semana organizaba con amigos y familiares cabalgatas de      cientos de kilómetros para ir tomando coraje y entrenamiento. Asimismo comenzó a preparar a sus tres caballos mestizos que lo acompañarían:        Mora, Tordo y Wayra.

A poco de comenzar la odisea, les comunicó de su decisión a su socio              de Jornaderosagro, una red social que busca vincular estudiantes de      carreras afines al sector y jóvenes profesionales con empresas y      productores agropecuarios.

Con su proyecto al que llamó Abrazarte Argentina, su objetivo era muy        claro: buscaba conocer tierra adentro el país y a su gente. “Era un viaje              de estaciones: llegar en el verano al sur y en el invierno al norte, primero bajando hacía el sur hasta llegar a Ushuaia y desde allí llevar los caballos          en flete hasta General Pico, en La Pampa, para emprender la subida hacia          el noroeste”, relata.

Recorrió Buenos Aires, La Pampa, luego Río Negro, para seguir por        Neuquén, Chubut, Santa Cruz y llegar por fin el 25 de marzo a Usuhaia,              en Tierra del Fuego. Los primeros días fueron duros, donde la soledad, el silencio en la noche y sus tres caballos eran su única compañía. Rutas    eternas, caminos rurales desolados eran el paisaje diario de Villamil.

Sin embargo, de tanto en vez, caía en lugares donde la compañía de la         gente “se apreciaba por demás”: la Navidad en el paraje Apeleg, en Chubut, con un puestero y su mujer que lo invitaron a pasar con ellos y              un pedazo de cordero a la parrilla en Año Nuevo, solo con sus tres caballos      en un puesto olvidado en la cordillera.

“Mentalmente las primeras semanas fueron las más difíciles porque venía        de un mundo social y de buenas a primeras me encontré solo. Luego me          fui cruzando con gente en el camino que me abrieron sus puertas y        brindado un lugar en sus casas”, describe.

También hubo otros momentos muy complicados. “Un viento feroz en            Santa Cruz, yendo del valle del Tucu Tucu hacia el lago San Martín.        Cabalgué contra un barranco, hasta que pude parar en medio de la          montaña de más de 500 metros para armar la carpa. Nevaba fuerte y una            de las yeguas se estresó, por lo que até el cabestro a mi pierna para que            no dispare, en medio del temporal”, detalla.

El 10 abril, desde La Pampa, emprendió camino al norte hacia la Quiaca pasando por Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero,Tucumán, Salta y finalmente Jujuy. Con un frío tremendo, llegó el 17 de julio a la Quiaca.        Luego sería el turno de la Mesopotamia. Fueron más de 8100 kilómetros,      donde su guía de ruta eran los distintos pobladores que iba conociendo.

“Cuando llegué a la Quiaca hacía un frío descomunal, de -12 grados. Tenía entumecidos los pies y cuando bajé para hacer caminar a los caballos, mi yegua Mora tenía un hielo pegado en la nariz. En Tres Pozos, en el Impenetrable, un pueblo de gente originaria y criollos, no podían creer que    pasé por ahí. ‘Nadie viene a Tres Pozos’, me dijo Alexis, un poblador, con mucha emoción”, relata.

Para Villamil, estos más de 400 días que lleva viajando será un aprendizaje inconmensurable. “Soy consciente que estoy cumpliendo el sueño de mi vida. Nos pasamos la vida teniendo objetivos y nos perdemos en eso, pensando en lo que va a venir, sin poder disfrutar de lo que estamos      haciendo en el momento”, concluye.

FUENTE: LA NACIÓN.

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