“Tenía un corazón 5 Estrellas”
Por Matías Kraber
El doc estaba a cualquier hora. Era un bombero de la medicina. Jamás lo escuché rechistar. O verlo con cara larga. Siempre se lo escuchaba venir con un tono manso. Un hablar como de cuchicheo dulce en donde soltaba las palabras, con algún chiste, con un tono como de agua cristalina que lo primero que lograba era desplumar los fantasmas del miedo. Darnos la seguridad a nosotros- los chicos- y a nuestros padres de que "todo pasa", que en unas buenas horas ya volveríamos a estar jugando sin síntomas ni pestes.
Recuerdo la espera en ese pequeño subibaja con la alfombra verde de símil pasto y una jirafa en la que ya te amainaba esa pesadez de ir al doctor. Aunque volaras de fiebre no existía la pesadez de ir al doctor. El doc hizo que ni siquiera la sala de espera sea pesada. Era una invitación a la buena imaginación mientras llegaba el turno de entrar al consultorio por la qué pasaron generaciones de pibes que ahora son grandes y que lo sienten seguro su doctor eterno como esos profes que te dejan huella.
Me tocó ser su paciente incluso hasta de grande. Creo que después no volví a tener un médico de cabecera, el doc de algún modo siempre fue mi médico personal aunque ya no estuviera en edad de consultas pediátricas. Me lo cruzaba como padre del gonza y compartíamos algún asado, alguna sobremesa, algunos paseos por Buenos Aires comiendo una pizza de La Continental a la salida del Teatro. Tengo recuerdos de navidades, de llegar apenas después de las 12 y de ser recibido como uno más, que me diera una copa apenas aterrizaba para brindar siempre por los buenos momentos con ese corazón tan cinco estrellas.
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