29/6/22

 «Dale, pongamos las manos en los hombros de Juan»

Lorena Pronsky

Soy Psicóloga. Hace dieciseis años trabajo con problemáticas del consumo.      Sí. Con pibes adictos que hacen contorsiones con alguna sustancia para      tapar un dolor que no pueden vivir.Ayer recayó Juan. Yo recaí con él. Lo último que le pregunté fue qué      consumió. Los dos sabemos que eso es lo de menos.La herida no cierra. Me volvió a hablar de mamá, papá, la novia que lo dejó,      sus frustraciones y sus fracasos. Me dijo que era más fácil si se moría.            Que no aguantaba más. Que cada vez que volvía a consumir, se daba          cuenta de que no podía más ¿Con qué no podés más? Con la vida, no        puedo. Con la vida.Me pidió perdón. Perdoname pero no sé si me vaya a recuperar.No quiere decepcionarme. Me dijo que no podía más. No quiero sentir más. Literal. Juan me dijo que no quería sentir más. Así. Como te lo digo.Cada tanto, escucho por ahí que les dicen Faloperos de mierda y yo lo          tengo a Juan acá al lado, con un corazón hecho pelota, diciendo que          extraña a su papá que se murió hace veintitrés años. Que se mira en un      espejo que le devuelve la imagen de un abandono imposible de sanar.Yo me frustro junto con su propio dolor. Porque lo siento cuando respira            y se agarra la cabeza y encima me pide perdón. Si vos te caés, yo me            caigo con vos. Se lo digo siempre, mientras le pongo una mano en el      hombro. Me mira. Me pide, sin decir, que lo salve. Yo lo pierdo a Juan y            me muero. Y el otro le dice falopero de mierda. ¿Qué nos pasa, por favor?Solo pido, como un deseo, más manos en los hombros de Juan. Con el          mío, no le alcanza. Necesita amor. Compasión. Pero no hay. No quiere           sentir la sangre corriendo por la herida otra vez. Y consume. Y se olvida          por un rato. Rato que no le alcanza y entonces se vuelve a drogar otra vez.    Tapa un dolor con una anestesia con fecha de vencimiento. Se va pero      vuelve. Y cuando vuelve, todo está peor que antes. Porque encima de todo, recayó. Y se castiga. Y la culpa le pega en la cara. Y la soledad lo espera           sin consuelo.El martirio que vive y que le pega de coletazo a sus seres queridos, que            de vez en cuando ya no lo quieren más, se le atraviesa en el medio del      cuerpo como un hachazo que decide vivir como castigo merecido.Este pibe no puede más. Quiso olvidar un dolor y se metió en un infierno         que nunca imaginó.No. No quiso ser adicto. Quería no sufrir más. Quería probar algo distinto.        No arder en estas llamas que lo están ahogando sin consuelo ni piedad.Y lo acusan. Y le piden. Y lo odian. Y lo señalan. Y lo juzgan. Y lo marginan.        Y lo evitan. Y yo escucho cómo hay que matarlos a todos estos Faloperos        de mierda. Los escucho. Él también. Entonces, morirse es un favor que      piensa en hacerse a él mismo y a todos a los que su herida contagia.¿Qué es esto? ¿Qué pasa?Yo quiero pedir más manos en los hombros de Juan. Se va. Yo lo sé. Por      favor. Que Juan puede ser tu hijo, tu hermano, tu amigo.Dale. Pongamos las manos en los hombros de Juan.Por favor. Se va a ir.Amor.Amor.Lorena PronskyLorena PronskyTomado del libro "Rota se camina igual"

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