Imposible no emocionarse: Marcela Feudale y una entrevista a corazón abierto con un viejo ferroviario
Los trenes volvieron a Carlos Casares y Marcela Feudale entrevistó a un viejo trabajador ferroviario del pueblo que hizo emocionar a todos
A sus 83 años, Rodolfo Caprioli, se emocionó junto a Marcela Feudale, en el aire de LA CIELO, al explicar lo que significó la vuelta de los trenes a la localidad de Carlos Casares, después de siete años de no correr. En una extensa y muy emotiva charla, el hombre, que llegó a ser intendente de su pueblo entre 1995 y 1999, alcanzó a describir en toda su expresión lo que significa para los pueblos y ciudades del interior el transporte y la cultura ferroviaria.
Caprioli ingresó al ferrocarril en 1956, a los 17 años, para desempeñarse como telegrafista. Fue su padre, impedido por no tener los medios económicos, quien le encomendó que aprendiera el oficio en la estación de Carlos Casares. Casi 66 años después, sostiene que haber sido ferroviario fue "lo más hermoso" que le ocurrió en su vida.
El ferrocarril: una gran familia llena de enseñanzas
"El ferrocarril, era una gran familia, y lamentablemente con malas políticas se cerraron los ramales y se levantaron vías, y se llevaron la alegría de los pueblos. Yo relevaba de Pehuajó para Santa Rosa y la llegada del tren, que pasaba dos minutos, era un acontecimiento que amontonaba a todo el pueblo, como una fiesta. Unía a la familia y era hermoso", narró en otro párrafo de la conversación que se extendió durante 18 minutos y que podés escuchar completa acá.
Esa sensación volvió a aflorar en los corazones ferroviarios esta semana, cuando una formación de Trenes Argentinos volvió a pasar por las estaciones de Carlos Casares, Pehuajó y 9 de Julio después de siete años.
La "familia ferroviaria", como la llama, tiene su legado en enseñanzas de profundo carácter humanista: el sello de la solidaridad. "Siempre recuerdo la palabra de un maestro, que era auxiliar de la estación, René Lafont, que hoy tiene 95 años. Me dijo, cuando recién entré, 'nunca dejes a nadie, menos a una familia, sin viajar, por falta de dinero. Es triste ver el tren irse, sin subir'", rememoró Rodolfo, uno de sus miembros.
La memoria y las manos negras
La memoria no está sólo para emocionarse sino para no repetir errores históricos. La muerte del tren en la República Argentina tiene responsables: empresas extranjeras, del rubro automotrices, los gobiernos -algunos democráticos, otros de facto-, que Caprioli describe como "manos negras" que "hicieron fortalecer el sistema de camiones y desaparecer el ferrocarril".
"En el último tiempo se cargaba mucha hacienda, se pedían jaulas a la central y, en vez de jaulas, te ofrecían camiones. No sé si eran las cubiertas y los camiones, pero sé que hay personajes que aun existen y que fomentaron eso. También la venta de rieles a Acindar, todas esas cosas influyeron en negociados importantes que hicieron que nos quedáramos sin tren", relató.
Los trenes siguieron pasando por Carlos Casares hasta hace siete años, pero en condiciones lastimosas y sumamente inseguras. El parate hirió de muerte a los pueblos del interior.
MF: ¿Qué les produjo la falta del tren?
RC: En las ciudades grandes se avivaron y pusieron en seguida servicios importantes de micros y no se notó tanto, aunque había diferencia en el precio. Donde se notó fue en los pueblos chicos. Ahí sí fue terrible: prácticamente desaparecieron. Muchos han desaparecido o viven porque los vecinos aman su terruño y se quedan, pero prácticamente no hay medios de vida. No te imaginás lo que fue con las inundaciones, porque la vías, hechas por los ingleses, estaban a un nivel superior a todo lo que hubiese, y con la zorra y algún vehículo sobre la vía, se podía llegar a los lugares poblados. En la inundación se notó terriblemente la falta del tren.
MF: Decime, para vos, ¿qué es el tren?
RC: Es una belleza. Vos fijate cómo están las rutas, hechas con bases para camiones de 10 a 15 mil kilos, cuando hoy circulan 50 mil kilos por camión, cuando una máquina de ferrocarril arrastra 50 camiones, sin el peligro de las rutas abarrotadas de vehículos.
Yo estuve tres años en la estación Epecuén, que después desapareció. Era una estación de turismo y había muchísimos telegramas públicos. A la 1 de la tarde, en esa estación, que en ese tiempo era de chapa y madera, llegaban 100 telegramas públicos. Pero uno estaba acostumbrado, como telegrafista, a completar "García" cuando sólo te habían dicho "Gar...". Pero en Epecuén eran todos apellidos imposibles, porque era gente rusa israelita y era dificilísimo y uno los tenía que ubicar por la dirección para poder llevárselos.
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