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A las elecciones las debemos asumir con el significado de una pregunta que compromete una respuesta, en orden al bien común de la Patria. Ello requiere, por lo mismo, de una participación lúcida. Como en todo acto humano interviene la inteligencia y la voluntad, pero orientadas por una concepción del hombre y de la sociedad que queremos. Actuar como ciudadanos es una cuestión de madurez que hace al bien de la comunidad.
Es común hablar de la necesidad de pasar de “habitantes a ciudadanos”. Es cierto que la participación en una elección no es la única manera de ser ciudadano, pero no es un momento menor. En el voto, como expresión política del ciudadano, expresamos un modo de pensar con los valores e ideas que lo definen. En este sentido el voto es un servicio que enriquece a la vida de la comunidad desde el aporte de cada ciudadano. Considero a los valores morales como ese “humus” que da raíz y certeza al futuro de todo proyecto. Cuando a la política se la vacía de contenidos ideales y de valores, queda encerrada en el juego del poder. Esto significa que no se puede dejar de lado los principios e ideas que expresan una visión del hombre, del mundo y de la sociedad. Yo no puedo renunciar a mi cosmovisión cristiana cuando voto. Es más, lo vivo como un acto de amor y de servicio con el que enriquezco a mi Patria. La fe, lejos de alejarme de la realidad, me compromete con la vida y dignidad del hombre en lo concreto de la sociedad, sobre todo con quienes son más pobres y vulnerables. La Patria nos habla de encuentro y concordia en la verdad y la justicia. La diversidad no se opone a la unidad. Como en toda actividad humana, la concreción de un proyecto político concluye en la elección de personas. No estamos en el mundo de lo mecánico sino de la mediación humana. La política, como parte de la ética, es la mediación entre la idea y la realidad, llevada a cabo por personas con sus límites y grandezas. Se votan ideas, pero sobre todo personas. La relación entre ambas es la coherencia y esto es, esencialmente, una cuestión moral. Es importante en este camino de discernimiento el conocimiento de plataformas y personas, como la existencia de un dialogo respetuoso que nos ayude, desde nuestra identidad, a definir el voto que vamos a emitir. Cuando nos preguntábamos en el Documento Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad: ¿Qué estilo de liderazgo necesitamos hoy? decíamos: “Todo líder, para llegar a ser un verdadero dirigente ha de ser ante todo un testigo. El testimonio personal, concluíamos, como expresión de coherencia y ejemplaridad hace al crecimiento de una comunidad” (n° 22). La política debe ser un acto de “caridad social” al servicio del bien común. Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones mi bendición en el Señor. Mons. José María Arancedo, Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz |
7/8/13
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