Arrullos de palomas, silencio de palomares…
Por Lis Solé
Qué difícil explicar las costumbres y tradiciones… A veces lo más difícil es lo más simple, aunque parezca una paradoja.
Nunca entendí el por qué de dos palomitas en lo alto de la torta de Casamiento y menos éso de “parecen dos tortolitos”. Y no fue sino que lo entendí, hasta que crecí, hasta que amé, hasta que lo estudié.
Arrullo de palomas, presencia de palomares…
Durante siglos se han criado palomas con distintos fines que no tienen nada que ver con las tortas de Bodas pero que es parte casi de lo mismo: el amor y el cuidado de la pareja, la reproducción, justo la base del palomar.
La práctica llegó a la Argentina de la mano de los inmigrantes franceses, españoles, escoceses y vascos que criaban palomas para la alimentación y para usar el guano como fertilizante. Miles de palomares hay en Europa que están siendo resguardados para proteger un práctica centenaria.
En Argentina, los palomares más destacados y antiguos de la Provincia de Buenos Aires se encuentran en Cañuelas y son de principios de 1800, con muchos miles de nidales en su interior como el palomar de “La Celedonia” y el monumental Palomar de Caseros, construido en 1788 y muy conocido porque en sus alrededores se libró la batalla de Caseros, usado como fortificación por el ejército de Urquiza en 1852. En esta batalla, es derrocado el Gobierno de Rosas y cambia toda la realidad de los campos al sur del río Salado.
Es bueno saber que Rosas, Gobernador de Buenos Aires hasta ese momento, que tanto influyó en la historia de nuestra provincia, escribe en 1828 un manual denominado “Instrucciones a los mayordomos de las estancias” en donde enuncia que en sus predios no deben criarse ni gallinas ni palomas ya que consideraba que estas aves requerían muchos cuidados que le restaban tiempo a la hacienda y a la agricultura.
Los palomares se construían en las proximidades de los cascos de las estancias y los pichones de las palomas eran consumidos por los estratos más altos de la población rural, generalmente oriundos de países extranjeros.
En General Alvear he visto dos: el más antiguo pertenecía a la “La Primavera” que se encuentra en el Cuartel V Paraje “El Chumbeao”, estancia de Roque Robles, Juez de Paz de Alvear en 1876. El palomar todavía está en pie al final de un bulevar de eucaliptos de casi 150 años; ha sido construido con materiales nobles formado por tres paredes rectas como parte de un hexágono y redondeada la parte de atrás con 622 nidales.
Se alza cerca de una rotonda de altas araucarias y su presencia solitaria conmueve. Conserva el techo original de alambre, una puerta que solo se usaba para recoger los pichones y dos ventanitas laterales por donde entraban las palomas. Cuentan que esas ventanitas se abrían y cerraban todos los días para que las palomas pudieran salir y a la noche, cerradas para evitar la entrada de alimañas.
El otro Palomar, que se muestra erguido a la distancia, es el de “Los Leones”, actual campo de Vásquez pero que perteneció a la familia de doña Juana Gangoiti de Del Monte. Este es más chico pero alto, con unos 200 nidales sin techo ni ventanas. Dicen que los palomares tenían unas escaleras especiales usadas para llegar a lo alto cuando se recogían los pichones, aún hoy apreciados por los grandes chefs internacionales en sus platos más tradicionales.
Arrullo de palomas que conversan durante horas en murmullos de fidelidad y amor eterno, donde lo importante es el cuidado y respeto por su pareja de toda la vida. Y ahí está la explicación de las palomas en las tortas de Bodas, el deseo de que la nueva pareja conserve su amor incondicional demostrado en la ternura de todos los días…
Dice la tradicional canción argentina: “Ay ay Paloma… ¿Quién te ha cortado tus bellas alas? ¿Quizás algún falsario ha sorprendido tu vuelo? Quizás eso explica la soledad de los palomares que añoran en silencio los arrullos de palomas enamoradas.
Nota: Agradezco a la familia de Heraldo Pueblas, a Pucho Campomenosi, a Daniel Silva y a Néstor Rossi, por acompañarme en la búsqueda de palomares.
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