3/1/18

Historia de una esquina: “La Vencedora”

Por Lis Solé
El almacén de Ramos Generales La Vencedora se encontraba en la            esquina de Mitre y San Martín de General Alvear. Es una esquina alta,              con gran porte, que todavía se alza majestuosa y donde estuvo hasta              hace poco el supermercado Súper Alvear. Fue construida en el año 1906          con una superficie total cubierta de 839 metros cuadrados.
El edificio se remonta a muchos años atrás cuando las calles del pueblo          aún eran de tierra y se iluminaban con faroles a carburo que encendían            los faroleros que pagaba la Municipalidad.
La Vencedora, la “casa más fuerte, más surtida, más barata” como              rezaba el cartel que mostraba en su frente, era de don José Díaz Goyos, personaje importante en el pueblo, un español que llega a Alvear en 1890, miembro del Concejo Deliberante, de la Comisión fundadora del Club            Social y del Hospital pero principalmente, una persona muy particular.
A principios de siglo, los Ramos Generales funcionaban también como      Bancos y el personal contratado en las estancias cobraba su sueldo allí.              En 1908, en ocasión que Pedro Casablanca, albañil que construyó gran        parte de los edificios del Pueblo, fue a retirar dinero para pagarle a su            peón Pedro Moreno, tuvo un enfrentamiento con a cuchillo, debiendo              salir de testigos Santiago Díaz, español, de 44 años de edad con 23 de residencia en el país y el empleado del local, Emilio Lombardero          interviniendo el médico del Pueblo, el Dr. Agesilao Milano.
Ya con singular fortuna, Díaz Goyos aparece en 1912 con el PRIMER                auto que llegaba al pueblo, un Delage rojo, reluciente, con mucho                bronce y enormes faros; vestido de breches oliva, polainas rojas y saco               a la cazadora anduvo por las calles de tierra haciendo sonar el claxon        (actual bocina de los autos) y llamando la atención. No contento con el          sonar de su bocina, pronto la cambió por una sirena que estremecía a            todo el vecindario.
En 1922, en épocas de la intendencia de Bernardino Althabe, realiza              junto con José M. Villaverde remates y ferias todos los 14 y 28 de cada            mes.
Enfrente al gran almacén, sobre calle de tierra, un hermoso farol                presidía el cruce de las calles San Martín y Mitre que se prendía y            apagaba todas las noches. Uno de los primeros faroleros de General            Alvear fue Antonio Couré que en 1877, recibía por su trabajo como          empleado Municipal la suma de 200$ m/c.
En el año 1899, Calletano Ditada (tal como él firmaba), prendía los faroles          de kerosene a la tardecita para apagarlos a las doce de la noche. En 1912,        fecha de la imagen, las lámparas eran a carburo que producían la luz por contacto de dos carbones que tiznaban los vidrios con el humo          produciendo una luz mortecina. Esta tarea debía hacerse manualmente,            así que las lámparas se subían o bajaban por medio de roldanas        encargándose de esa tarea el inglés Christian Johansen.
La esquina fue cambiando como el pueblo y pasa a ser el almacén de Madinabeitia y San Martín, dos comerciantes que participaron en distintas comisiones municipales. Madinabeitia y San Martín, tenían un almacén de Ramos Generales en Estación Emma: vendían cereales, bolsas vacías, y      frutos del país entre otras cosas además de ser Agentes Oficiales de            Westn India Oil Company vendiendo seguros sobre cosechas. De Emma,          se trasladan al pueblo en la esquina de “La Vencedora”.
Al morir Díaz Goyos, su viuda, Vicenta Migliori, vende la esquina a la        sociedad formada por Aureliano Alonso y Carlos Villarías, en 1954.
Al cerrar el almacén, el lugar se convirtió en el Bar Argentino de Areán,          más conocido popularmente como “Club Sobaquin” o “Teneme al nene”.          El bar se abrió cuando vino Damico, Rapela.
La gente lo llamaba el “Sobaquin Club” porque decían que era tal el olor            a sobaco que había adentro que no se podía entrar. Eran épocas donde            sin dudas no existía el desodorante actual, toda la gente iba a los bailes a bailar, tomar algo y por mucho tiempo, a buscar pareja. La concurrencia            era mucha, por eso no se podía dejar a los chicos solos, así que el bar      también se conocía como “Teneme al nene”, refiriéndose al hecho de que        con “alguien había que dejar a los chicos para salir a bailar”.
¡Qué historias relatan los versos del poeta Ramón López, más conocido        como el “Gordo” Bimbo!:
“Sobaquin luce, en su traje de etiqueta/ Las de Albo van llegando          dispuestas a mostrar/ Que hay pilchas domingueras, que hay porte,                que hay silueta/ A los tan bravos negros deseosos de tanguear/. Se            anuncia en la vitrola un tango acompasado/ Dimasi se desgrana              buscando en el montón/ A la mujer de Cella o a la negra Robledo/ Que        espera al de Romero como una bendición”.
En el fondo del amplio salón de baldosones en blanco y negro “el dueño            de la casa atiende la cantina/ Los pibes se alborotan gritando alrededor/Comprando caramelos o tomando cerveza/Sentado en una            mesa está el rengo Valor/.
Eran tiempos de tangos y milongas donde las orquestas típicas o la              vitrola de Quique Garaventa amenizaban y daban color al “bailongo”,          “bailes machazos” donde concurría mucha gente.
Durante un tiempo, el edificio se mantuvo cerrado y se usaba para            distintos eventos estando allí el local partidario peronista hasta que fue adquirido, en 1969, por José Marcos y su esposa la Ñata Policani que        abrieron la Mueblería “La Ideal”, siendo propietarios de la esquina hasta              la actualidad.
Al cerrarse la Mueblería, en los últimos años fue alquilado por la firma          Súper Alvear que abrió allí un supermercado.
Esquina de antaño, dueña de historias. Ha vencido con su majestuosidad silenciosa el tiempo y los malos tratos, y es testigo de encuentros y desencuentros de varias generaciones alvearenses. Sus altos cielorrasos          de madera, los pisos de mosaicos brillantes y sus cornisas con            “conejitos” la definen.
En el mármol de su puerta principal José Díaz Goyos había grabado                “La Vencedora”, y realmente la esquina ha vencido al tiempo haciendo                honor a su nombre

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