Kiosco «Julia»
Extraído del libro General Alvear en blanco y negro.
José Leónidas Herrera tuvo una dura historia de vida. Criado por su abuela, quedó solo a los 15 años. Desde los 10 trabajaba en el boliche de Limongelli, donde ganaba 5$ mensuales.
Un día, alguien le ofreció un cajón para lustrar calzado. Ese 25 de mayo, su primer día de trabajo, ganó 7$ ¡¡lustrando zapatos!! Desde entonces, y hasta 1960, ocupó su sitio de lustrador en la vereda del Hotel Español (donde hoy se ubican el Hotel Star).
Luego comenzó a vender golosinas, bebidas y choripanes en la cancha, en el cine y otros lugares…
En el año 1964, la empresa Coca-Cola le trajo un kiosco de madera. Recuerda su hijo, más conocido por “El Pelado”, que “se lo dejaron tirado en el patio, desarmado”….Estuvo a punto de devolverlo, pero su señora, Juana Casas, lo convenció para que no lo hiciera. Fue así que entre sus amigos Carlitos Espinosa, Tete Severino y el “Viejo” Severino lo pusieron en pie, asaditos de por medio…Eran noches de amistad, de trabajo y de esperanzas.
Nacía así el recordado “Kiosco Julia”, llamado así en homenaje a una tía que lo cuidó cuando quedó solo... Al principio, emplazado en el baldío pegado a la iglesia católica. Más tarde, en diagonal con la Escuela Nª1 (Sarmiento e Yrigoyen) y finalmente, en la esquina de San Martín e Yrigoyen.
¿Quién no lo recuerda, siempre a mano para comprar una golosina, un paquete de cigarrillos? Todos disfrutamos allí de las recordadas galletitas Manón, las pastillas Renomé, DRF, o los sachecitos de miel.
¡Inalterable en nuestras memorias el querido Kiosco Julia!
(Extraído de "Gral. Alvear en blanco y negro")
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