26/10/18

El cuento de la violencia y el futuro saqueado

Por Silvana Melo
Por Silvana Melo
 Tal vez ellos lo entiendan con más lucidez que el televidente medio. El            que decidió creerse el parrafito de la violencia mientras le resultaba más cómodo ignorar lo que perderá, torrencialmente, con el presupuesto 2019. Acaso sea más sencillo hablar con los niños sobre la barreta que dejó el    policía ahí no más, a centímetros del dirigente de La Poderosa tirado en            el piso que no podía creer que argumentaran la detención y los golpes en          un arma casual que jamás tuvo en sus manos. Porque los pibes ven lo            que el adulto adulterado no. Saben y ven que come menos y comerán        menos. Que la escuela se len seguirá cayendo encima, que sus padres        pasarán del inquilinato a la calle. Que les cortarán la luz y el gas –si eran privilegiados y los tenían-, que sus abuelos terminarán de caer en la    indigencia.
El pibe de piercing y gorrita, experto en supervivencia, ve y sabe. Que                 la junta de millonarios que en el Congreso decide en qué se gastarán los          45 mil millones presupuestados para el año que viene, no saben y no ven.        No les importa, en general. Su negocio es más macro, más global. Es la pertenencia a las sociedades del desarrollo, con el costo carísimo de endeudarse para ser. Para que tengan en cuenta a esta tierra ignota los          rock stars de las finanzas internacionales. Los dueños del planeta. Los            que, para aceptar a un ícono del subdesarrollo lo someten, lo castigan y colocan su cabeza en el estrado donde declaran. Es la misma lógica que ellos          aplican con sus sometidos. El capital induce a los pibes del piercing y la      gorrita a pertenecer. Con la misma metodología de los dueños del mundo.      Salís de tu barrio con altas llantas y celular. Y te mando a la gendarmería.
Mientras ellos discuten en su palacio circular, afuera los representantes carnales de las instituciones dejan escombros en la plaza por las dudas.            Y robots armados sin cerebro en el alrededor del espectáculo. ¿Cómo se explica a los pibes el déficit cero? ¿Cómo decirles que déficit es gastar            más de lo que entra? ¿Cómo decirles que el déficit cero es una variable empresarial y no para el estado, que no hace plata con la gente sino que            la debe proteger y asegurarle educación, salud y vivienda? ¿Cómo        explicarles que para pertenecer el gobierno de los ricos endeudó a esta          tierra al punto de que en el presupuesto 2019 habrá un 50% más de              fondos destinados a pagar esa deuda? ¿Se dan cuenta de una los chicos          que a esa deuda la pagarán ellos, directamente, sin escalas?
Saben los pibes de gorrita y piercing, especializados en la sobrevivencia,        que las piedras fueron dejadas estratégicamente, para que prendieran los infiltrados, los funcionales, los que encienden la violencia de quince y        sirven para omitir la tragedia de millones. Que a la barreta la dejó un          policía. Que la Ministra de Seguridad vinculó a las organizaciones              sociales con el narco. Y después encarceló a los dirigentes. Las organizaciones, única semilla de algún cambio desde las barriadas      confinadas por el estado. Peligros latentes en un caso, presentes y desplegados cuando cortan la 9 de Julio y finalmente se las ve y fastidian            al televidente cómodo que se tragó el cuento de la violencia y el título de          los diarios oficiales y se enterará de qué se trataba cuando el hacha del        ajuste le parta en dos cualquier esperanza.
Ellos saben. Intuyen. Festejan los goles de Benedetto y la media sanción        para el pase de Boca a la final de la Libertadores. El equipo que desvela            al Presidente. Mientras la banda de ricos que decide en qué se gastará el presupuesto 2019, le da media sanción al paquete que envuelve el futuro    como papas, con una hoja de clarín deportivo, y lo deja a la buena –a la        mala- de los buitres de afuera. Ese futuro, el de los pibes, el de los viejos,          el de la gente ordinaria, no desvela a casi nadie. Ni se cuela entre los            gases y las piedras. Invisible.

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