19/10/18

Sheila, sin ojalá

Sheila no tuvo ojalá porque tenía padres, tíos, lobos propios en su mínimo territorio donde los predadores la hicieron su presa desde el principio.
  Y fue Sheila y es Sheila otra piba tirada a la basura, estragada y muerta, arrollada y atada, puesta en una bolsa negra, precintada como ese futuro        que quedó en el camino, desalojada del vientre de esta vida porque era        Sheila una velita en la tempestad sistémica, un corderito en la masacre              de la condición humana. Y Sheila no tuvo ojalá, no tuvo más que castigo            por la propia furia de sus lobos, por ser pequeña y flaca como la            esperanza que un día se fractura y no hay férula que la sostenga. No tuvo      ojalá ni utopía ni deseo de mañana Sheila, mordida por los lobos            cercanos, devorada por predadores de su sangre, hecha residuo y tirada          en bolsa a la basura, como se arroja lo que sobra, lo que fastidia, lo que                le coloca una cereza brillante a esta vida mustia y desgarrada.
Sheila no tuvo ojalá porque vino a una familia quebrada de origen,              porque huyó de su madre con sus tres hermanos, con huellas de              maltrato y de hambre, casi sin escuela ni mimos, viendo a su hermano              de 11 pelear por monedas para comer, viéndose ella misma a los 10 con            los dientes picados, sin leer de corrido y detenida en un tiempo donde              se cruzó al futuro con faja de clausura.
Sheila no tuvo ojalá porque nadie la vio.
No la vieron sola y martirizada, no la vieron cambiar de lobo hacia una            casa paterna donde la vecindad era la mismísima muerta. No la vieron                en el asentamiento donde intentaba construirse como persona, en un        terreno tomado, con bloques apilados como casa.
A Sheila no la vieron antes de que la foto apareciera en los medios y la          usara la tele para escandalizar y los otros lobos se babearan pensando               a qué cámara le tocaría encontrar el cuerpito pequeño, desangelado,      apretado dentro de una bolsa donde apenas entraba como basura,        comprimida en sus huesitos porque ni ahí había suficiente lugar para              ella.
Sheila no tuvo ojalá porque tenía padres, tíos, lobos propios en su              mínimo territorio donde los predadores la hicieron su presa desde el        principio. Sheila no tuvo ojalá porque cayó en el mundo donde muchos        están condenados de origen, junto con sus lobos y los corderos que los acompañan al sacrificio. Donde esos muchos están jugados, perdieron        desde antes del juego, están vacíos de sentido, expulsados del lugar            donde se vive. Allí donde nadie ve ni salva. Donde el Estado armó su            guetto de exiliados. Donde el sistema los apila para no verlos. Y que se      depuren entre ellos como sutil pena de muerte.
Como Sheila. Ya sin ojalá
Por Silvana Melo

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