12/12/18

Lara no es Thelma porque no tendrá cadena nacional

“Mira cómo me ponés”, “vos te la buscás”, “por qué volvés si      decís que no te gusta”, “por qué te vestís de esa manera”, “si lo contás, nadie te va a creer”, “este es un secreto entre vos y yo”,    son todas estrategias del poder. Son todas herramientas de los victimarios.
Lara tiene tres o cuatro años menos que Thelma Fardín. Tal vez ayer en              la tarde se sentó frente a la tele y miró a esas decenas de mujeres            famosas, de las que usualmente pueblan las pantallas grandes o chicas, diciendo a coro “mirá cómo nos ponemos”.
Quizás se vio en el espejo de esa piba bonita que hacía de la “popular”    Josefina en la tira “Patito feo”. Pero Lara no es Thelma ni lo será jamás.            No tuvo un colectivo de pares que estiraran los brazos para cobijarla.                Ni lo habría hoy ocho o nueve años después de aquellos abusos              sexuales sistémicos que la atrapaban entre telarañas dentro de las              cuatro paredes de su casucha. El que le decía “mirá cómo me ponés”                    o ni siquiera eso, no era el protagonista de una telenovela de enorme        rating sino ese hombre entrado en carnes, que olía a alcohol y pasaba demasiado tiempo dentro de la casa. Ese hombre del que lleva su sangre           y sus genes. Y el Estado cada dos por tres, cuando intuía que las cosas            se ponían difíciles, la arrancaba de la casita y la “protegía”              temporalmente en el instituto para pibas en la ciudad. Pero después, la regresaba a la trampa feroz.
“Mirá cómo me ponés”, “vos te la buscás”, “por qué volvés si decís                que no te gusta”, “por qué te vestís de esa manera”, “si lo contás, nadie           te va a creer”, “este es un secreto entre vos y yo”, son todas                estrategias del poder. Son todas herramientas de los victimarios.
                                Lara no es Thelmaporque no tendrá cadena nacional que hable de ella                ni tampoco contará con la empatía de su entorno. Porque en su entorno              o en el de la piba de 15 que contó que un gendarme la había abusado                 en Lomas de Zamora o en el de los pibes violados por el cura Grassi              todo cuesta el doble o el triple. Y la batalla no se empieza o bien, se              diluye en el camino. La realidad cotidiana de miles y miles de pibas y            pibes no es ésa. Las violaciones, puertas adentro de la propia casa, en el entorno familiar, en la escuela, en el club, en la iglesia no importa el culto,         en el trabajo, en los parques, en el programa de tevé, en el teatro, en el    hospital son naturalizadas por una sociedad en la que hay estructuras de    poder que dividen tajantemente entre dominadores y dominados. Entre abusadores y abusados. Entre golpeadores y golpeados. Entre          explotadores y explotados.
Y Thelma, que a los 16 fue violada por un actor y cantante de los que acostumbran a derretir con sus sonrisas, puede hablar nueve años          después porque otras hablaron antes pero también porque fue abrazada. Porque no se naturalizó su dolor.
El cuerpo de Thelma, el de Lara, el de la piba de Lomas, el de los niños              de la fundación de Grassi, el de los pibes de los juveniles de              Independiente, el de la niña de 13 de Rosario de Lerma, el de Lucía Pérez,            el de María Soledad Morales, el de Patricia y Leyla en los crímenes de la Dársena, el de Natalia Melmann, el de Melina Romero, el de tantas y            tantos, es el territorio donde el poder planta bandera para devastar. Para      hacer tierra baldía. Para disciplinar. Para ejercer control. Para punir ante            el atisbo de no. Para violentar, arrojar a la basura, volver a utilizar. Para estampar las huellas de la crueldad sobre la piel. Para usurpar la vida.
La rebeldía no es un acto de estallido individual. Es un estadío amasado              en el tiempo. Con el cobijo colectivo para dar cada paso. La rebeldía es              un acto irreductible ante los detentadores del poder. Que sólo se          construye en el tejido social entre pares. Para resistir ante los                pedagogos de la crueldad. Que saben amasar mansa o violentamente su perversidad          cuando prima el silencio de los sojuzgados.
Fuente: Pelota de Trapo

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