18/9/19

“Mi adiós al Gordo”

«El Gordo representa un asado circular, esos que transcurren eternos en derredor de una damajuana y una fuente con carne      que aguarda momentos de gula a posteriori»
De pronto esos bombazos. Hoy escuchaba al gordo Casciari con su            cuento Finlandia. El día que casi pisó -el pensó que sí- a su sobrina de                3 años haciendo marcha atrás en el auto de su viejo en Mercedes. Los 30 segundos que se demoró en certificar si era la nena vivió una catarata de miedos y fugas absurdas que se imaginó mientras transcurrió el lapso.              En una amnistía irrisoria imaginó "Finlandia" como su propia Siberia. Su      retiro de todo ante la culpa. Pero no. Fue un tronquito. Milagrosamente              fue un tronquito, pero hay veces en la vida que toca Finlandia: la            sensación del escape ante el sabor amargo. La finitud de la muerte en la        boca.
Ayer me llegó el mensaje de mi vieja. Unos 5 segundos con la noticia sin preámbulos. Como tiene que ser. Sin anestesia. Murió el mejor amigo de            mi viejo: El gordo. El gordo fue un tío. Esos tíos que la vida                                    -afortunadamente- te da. Te inventa esos personajes que juegan de          carrileros derechos o izquierdos de los padres con total soltura. Pura        mística de ida y poca vuelta. El gordo representa un asado circular. Esos        que transcurren eternos en derredor de una damajuana y una fuente con      carne que aguarda momentos de gula a posteriori mientras las risas            brotan como hongos con la filosofía del hombre de club. Una dosis          práctica de Fontanarrosa desde temprano.
Los primeros asados circulares los viví en el fondo del viejo Club          Comercio en el que sobre una cruz se asaban costillares o corderos para      más de 20. Yo era una suerte de mascota junto a otros hijos de amigos              de mi viejo que a esta altura son como primos de la vida.
Estuve en yoga mientras la noticia me atravesaba por las tuberías del        cuerpo. Sentado como un indio mientras meditábamos no pude sacarme algunas postales que llegaron como fotogramas en fila.
Mañanas de pesca tras un viaje en la cúpula de una camioneta hacia          lagunas bonaerenses. El fuego al lado del barranco, las banquetas sin      respaldo, la caña que él mismo varias veces me ayudó a armar para tirar      desde la costa. Algunas otras excursiones en bote. El silencio del bote      durante horas o esas charlas más bajitas que siempre inspiraban la risa.            O la noche bajo las estrellas en el patio interno que formaban las carpas.
Necochea es otra de las imágenes fuertes. Veranos en el que en tres autos salíamos por la 51 con el baúl cargado de parrillas y reposeras. Un falcón            y dos Renault 12 para llegar a la ciudad de las playas eternas y el viento.          Los tres viejos amigos con bigotes mostachos. Tres padres amigos como    parte de una comisión directiva que siempre estuvo soldada en los            colores de Comercio.  Las tres madres amigas que compartían horas y          horas de escuela con el tacto perfecto para amansar a  ocho pibes/as que estábamos ahí listos para romper las bolas o perdernos en el bosque Miguel Lillo como me pasó a mí y a Nacho una siesta que pareció eterna.
El gordo fue ese 2 que nos ganaba a pura picardía cuando nosotros        teníamos 16 y ellos ya rondaban los 50. Con una panza que era como de          una heladera Siam Di Tella antigua, él nos jugaba de Roberto Perfumo, de líbero, último hombre, y te echaba los kilos encima para encerrarte              contra la raya. Puro tacto de jugador con maña. Mi viejo siempre nos      desafiaba a jugarnos un picado generacional: los viejos contra los          pendejos, apenas empezaban los días lindos de verano en Alvear.
- Qué van a ganar ustedes con la panza del gordo Pina- le decíamos con            el Jere cuando pesábamos 68 kilos y jugábamos todos los días.
- Te ganamos con el gordo- decía mi viejo que se anticipaba a lo que iba a pasar- te ganamos con el gordo y el colorado de defensores.
Tenía razón. Siempre nos ganaron con el gordo parado de 2 que aplicaba      todas las artimañas para no dejarte pasar. Era un paredón. Cuando uno        creía que tirándosela larga por un lado para ir a buscarla por el otro, él te    metía en un callejón sin salida y te gozaba. Tenía el llavero entero de la    defensa.
Primero nos re calentábamos. Hasta un poco lo insultábamos pero              dentro de los límites del juego.
Después, un asado circular nos amigaba para toda la vida.
M.K
Extraído del facebook de Matías Kraber

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