5/11/20

 Tiempo de Peña

PEÑA “FORTÍN EL TALA” de General Alvear

Por Lis Solé

Tiempos de peña. Espacios perfectos para vivir el folklore entre bailes,     cantos, comida criolla y vino tinto.

Peñas donde el folklore es la estrella de la noche en épocas no muy lejanas donde tanto bailarines como cantantes, con gran entusiasmo y argentinidad, daban de su vida dinero y tiempo para hacer música y compartirla con        amigos.

Tal es el caso de la peña “Fortín El Tala” que empezó como reunión de          amigos en el almacén y casa de música del “viejito” Fernández como lo recuerdan muchos, alumno del maestro de la Orquesta Municipal, don Leonardo Mileo.

Mileo sabía de todo un poco: ejecutaba el clarinete y las trompas, tocaba            el violín, la guitarra y el bandoneón, maestro que supo pasar su amor por           la música a los que lo conocieron. Eran muy amigos con José María Fernández; conversaban mucho, se reunían y tocaban casi todo folklore y tango, la música nacional. La pasión por el canto, la música y la danza se trasladaba a todos tanto que cuando su pequeña hija “Coli” Fernández los escuchaba desde la casa, salía para el almacén y cantaba con entusiasmo        así que pronto era “la cantante” que entonaba más y más letras con pasión.

LA PEÑA “EL TALA”. LOS FUNDADORES

Peña es el lugar mismo donde se canta y baila; no importa el espacio ya            que una peña no tiene un lugar físico predeterminado sino que es una        reunión de gente, un concepto extraño que sólo se comprende cuando se      vive.

El grupo formado por estos amigos músicos se llamaba “Fortín El Tala” y      bajo el nombre de “Centro artístico, folklórico y cultural”, convocaba un        grupo de personas ilustradas que, tal como ellos decían, eran “fieles        cultores del acervo tradicional argentino” porque de esa manera se hacía “Patria por la Patria misma”.

Los integrantes fueron cambiando con el tiempo pero los fundadores          fueron Roberto Villaverde, José María Fernández, su hijo Rubén “Rubito” Fernández, Alicia “Coli” Fernández, Concepción “Conce” Martín, Beatriz “Betty” Crottolari, Jaime Sastre, Valentín Sosa y el “Petiso” Alberto Solé.

 

LA ESQUINA BOLICHE, ALMACÉN, CASA DE MÚSICA, PELUQUERÍA… Y      PEÑA

Todo empezó en la esquina de Fernández, un almacén que tenía de todo un poco, casi una despensa mayorista situado en el cruce de las calles San      Martín y Rivadavia, actual Papa Francisco, con la puerta de entrada sobre       San Martín. En el almacén, había cuerdas de guitarras y se podían comprar repuestos de instrumentos por encargue. Al fondo, estaba la peluquería,        lugar que también se prestaba para las largas conversaciones sobre          música e instrumentos y hasta donde se acercaba Gregorio Dilly, el          hacedor de poemas alvearense que vivía por ahí enfrente.

Cualquier momento servía para tocar y cantar y Don Fernández se olvidaba        de todo cuando hacía música y estaba hasta tarde practicando con sus instrumentos. No tenía buena voz pero no desafinaba lo que lo había un        gran acompañante y base para los coros y más que nada, demostrar esa    pasión que arrastraba a la familia y amigos.

LOS PRINCIPIOS A PURA PASIÓN

Eran épocas de gran auge folklórico y a General Alvear llegaba Santiago     Rocca, payador de Pila que sabía participar en los encuentros gauchos en “San Juan” de Giribone. Seguramente Rocca -que era asiduo visitante de Alvear, Presidente de la Federación Gaucha Bonaerense que encabezaba los desfiles del Día de la Tradición - ha participado en la fundación de la peña el Tala porque durante su gestión se fundaron varias peñas. Rocca era el      creador de canciones populares como “El Sol del Veinticinco” y “La Tropilla” que le dieron popularidad además de sus libros  “Tradiciones argentinas”   (1941 y 1944), “Jineteadas y Domadas” (1945), “Al tañido del cencerro”      (1943), “Los señuelos” (1939), “Doma de potros” (1953) entre otros.          Cuando él fallece en 1966, la Peña El Tala se llega hasta el Cementerio de            la Recoleta y deja una placa en agradecimiento a esta venerable figura del tradicionalismo que cultivó las formas populares del canto y la música      criolla.

En sus comienzos, la dirección coreográfica estaba a cargo de un señor llamado Héctor Sánchez, alvearense que vivía en Bs. As. y que después de mucho tiempo había vuelto a Alvear, amigo de la familia Fernández y de los Goyena. Sánchez y su señora tomaban clases con un profesor en la capital        y al volver, les pasaban al resto del grupo lo que habían aprendido.

Pronto el elenco creció y se incorporaron Carlos Del Valle, Valentín Sosa,      Nidia Crottolari, Marilú Sosa, Guillermo Sosa, Rodolfo Martínez, Graciela Rosales, Marta Deleris, el "Gallego" Martínez, Carlos Villarías, César Monti, Gregorio Dilly, Nelly Garaventa (la negra) e Inés Deleris entre otros.

Eran muchos porque en la peña se bailaba pero también, se cantaba. Todo        se hacía sobre el escenario, sin grabaciones; al principio “Rubito” y “Coli” cantaban y su padre, José, tocaba el violín, la guitarra o el bandoneón pero siempre llegaba alguno más: “Coco” Martínez tocaba el piano y bailaba,        Jorge Marmisolle fue durante muchos años el pianista, y las mujeres acompañaban tocando el bombo o la guitarra ya que para las canciones         los bailecitos y carnavalitos, faltaban manos para el charango, las            quenas y sikus, esos instrumentos tan característicos del norte argentino            y que aún conservan en la familia.

CUNA DE LA ZAMBA DE ALVEAR

Empezaron a reunirse en el salón de la Iglesia pero al poco tiempo se trasladaron a la casa de los Villaverde, en Alsina y Vicente López, una casa grande y con piezas enormes de pisos de madera que pronto estuvieron rallados con los círculos y zapateos de las parejas. Los padres de Roberto Villaverde fomentaban las reuniones y Nora Urrutia, esposa de “Rubito”, se asombraba de que la señora no se quejara de lo mucho que se estropeaban los pisos.

Ahí se estrenó la “Zamba de Alvear” de Oscar González en una noche de invierno cuando Oscar llegó a lo de Villaverde con la zamba escrita y de inmediato, se pusieron a hacerle los arreglos. Oscar era muy amigo de    “Rubito” y en reconocimiento por su amistad y apoyo, le regaló la hoja        donde está escrita de puño y letra la “Zamba de Alvear” y que representa          al pueblo durante tantos años.

Con más integrantes, entre los años 1958 y 60 realizaron presentaciones            en Saladillo, Espigas y  ensayaban en el salón del Club Comercio viejo,             en tardes donde el baile se mezclaba con las risas y chanzas que aún recuerdan los bailarines con una sonrisa.

MÚSICA EN VIVO POR LA PEÑA FORTÍN EL TALA

Los integrantes de la orquesta que tocaba siempre en vivo y sin pistas ni grabaciones, era variable y en un tiempo, también formaba parte del grupo        el bandoneonista José “Pepe” Rapozza, las guitarras de Valentín Sosa o          del “Chango” Tito Sosa o el piano de Ketty Valerga que estuvo por un     tiempito.  Si bien Coli recuerda que ya bailaban y cantaban en 1948, las presentaciones oficiales fueron a partir de 1950 sumando cada día más bailarines amigos.  Una vez, presentaron un Pericón Nacional con 30        parejas en el Club Colorado donde estaba el ferroviario Ricardo Girotti,           uno de los fans más activos de la peña y al que siempre le dedicaban la       “Jota Cordobesa”.

Llegaron incluso a grabar algunas canciones en discos “Minerva” donde          se escucha la voz de Alicia “Coli” Fernández cantando el carnavalito “Naranjitay”, la zamba “Luna Tucumana” y el gato “El gran remedio”.

En el año 1955, comenzaron con la giras por ciudades vecinas        presentándose en Saladillo, en Roque Pérez, Espigas o en Sierras Bayas llevando una bandera que los identificaba, publicidades y hasta un       almanaque donde se veían los fundadores. Su alegría y empeño eran        notables, esperados por todos de noche y de día, infaltables en los          eventos locales tal y como sucedió en 1959, en ocasión de la Exposición      Rural donde además de cantar y bailar representaron cuadros de gran argentinidad; mientras se escuchaban los recitados memoriosos en la        potente voz de Jaime Sastre, Rubito Fernández y Roberto Villaverde dramatizaban de pie sobre un mangrullo, como escudriñando el futuro pero     sin dejar de mirar el pasado.

 

CON VESTIMENTA TODA ARTESANAL DEL PROPIO BOLSILLO

¡Cuántos ejemplos que nos envían los de la peña desde hace ya más de 70 años! Al principio era todo ganas y con poco dinero, así que no había un vestuario definido y cada uno se vestía con las pilchas que tenía o le    prestaban. Ya más organizados, y con una Comisión oficial de amigos,      hacían festivales para beneficio de alguna escuela o del Hospital y lo que quedaba, era para reponer los instrumentos, la indumentaria o para los      gastos de traslados.

Las mujeres tenían dos o tres vestidos y los hombres un traje blanco y un      traje negro con flores rojas bordadas artesanalmente por Coli, su mamá,              o las mujeres de las familias amigas quienes se encargaban de adecuar la vestimenta a cada uno de los bailes y cuadros. En los pies, los hombres llevaban unas espuelas de cuero y “plata” que completaban el vestuario          con fajas argentinas de algodón.

LA FAMOSA LIBRETA DE COREOGRAFÍAS DEL DIRECTOR

Cuando se retira Sánchez del grupo, el director y coreógrafo fue “Rubito” Fernández quién con una letra chiquita y sumamente prolija, iba copiando    cada una de las coreografías que se practicaban en una libreta titulada “Coreografías de bailes folklóricos” iniciada en 1950. En la primera hoja, arriba dice: “Año del Libertador General San Martín” y empieza con la coreografía del gato y sus variantes pasando por 40 danzas, número verdaderamente importante si se tiene en cuenta que además las cantaban             y tocaban en vivo.

Quizás para el público en general es algo tedioso leer el nombre de esa cuarenta danzas explicadas y copiadas por Rubén Fernández pero seguramente el aficionado estará preguntándose qué es lo que bailaba este grupo tan peculiar y por eso, es necesario nombrarlas. Así aparecen las coreografías de la zamba, la cueca, El Cuando, el bailecito, el escondido y       las chacareras, El Palito, El Triunfo, El Pala Pala, Los Amores, La Lorencita,    La Mariquita, la Huella, el Remedio y sus variantes, el Caramba y El Tunante,     El Ecuador, El Prado, La Firmeza, El Marote, La Condición, el Sereno, La    Patria, El Gauchito, Los Jires, La Refalosa, La Jota Cordobesa -que tanto le gustaba a Girotti-, La Sajuriana, la Zamba Alegre y La Remesura de    Chazarreta, El Pollito, el Pajarillo, La Palomita o La Huellera y por supuesto,      las figuras del Pericón Nacional.

HACER LO QUE A UNO LE GUSTA

En las fotos se ven guitarreando y cantando felices, con fajas argentinas          en Cuadros norteños o sureños, al ritmo de carnavalitos, zambas o     chacareras y sin dudas, el grupo “Fortín El Tala” fue representante de argentinidad en Alvear, y orgullo alvearense en otros pueblos.

No hay cosa más linda que hacer lo que uno le gusta y en esos casos, no importa cuánto tiempo y dinero sea necesario para mantener eso que      produce sosiego y felicidad, sentimiento que se observa en las caras de sonrisas pícaras y el andar ligero con los brazos al viento. Realmente, ellos sentían esa pasión por el canto y la danza argentina y sabían de la         necesidad de cultivarlos.

Una peña, quizás la primera. Un orgullo de General Alvear que acompañó          al pueblo durante más de 10 años y que casi se nos está perdiendo en la memoria; un elenco que contagiaba la alegría interior en cada una de sus presentaciones; un grupo que sintió en el corazón el palpitar del acervo tradicional argentino en el convencimiento de “hacer Patria por la Patria misma”.

NOTA: agradecimientos especiales para Nora Urrutia de Fernández que      prestó las fotografías, Sergio Fernández por su dedicación y búsqueda,      Marilú Sosa y Alicia “Coli” Fernández de Paternostro por compartir       anécdotas y recuerdos. Gracias a los aportes de la Directora de Contextualización Histórica del Cementerio de la Recoleta, lic. Susana Gesualdi, a la directora del Museo de Pila, Vanina Hernández y al        investigador Darío Cerquetti.

IMÁGENES:

  1. Rubén “Rubito” Fernández junto a Roberto Villaverde sobre el        Mangrullo en la Exposición Rural.
  2. Presentación de la Peña en La Rural. De izquierda a derecha: Jaime    Sastre, Rubén Fernández, Guillermo Sosa, Roberto Villaverde, Del Valle, José María Fernández. Abajo las bailarinas: Marilú Sosa, Inés Deleris y Graciela Rosales. Los chicos: Lilian Fernández y Cuqui Sastre, el nene    que se ve a la izquierda es Abelardo Wallace porque era amigo y       siempre andaba con Lilian y Cuqui Sastre. 1959.
  3. Almanaque donde aparecen los fundadores del “Fortín El Tala”, de izquierda a derecha Roberto Villaverde, José M. Fernández, Carlos Del Valle, Rubén Fernández, Valentín Sosa, Alberto Solé, Jaime Sastre, Concepción Martín, Nidia Crottolari y Alicia “Coli” Fernández.
  4. En el Teatro Marconi de Saladillo, fueron en agosto y en noviembre de 1958. De izquierda a derecha: Rubén Fernández, José María Fernández, Coco Rodolfo Martínez, Fernández el "Gallego" Martínez, Carlos        Villarías, César Monti, Gregorio Dilly y las bailarina Marta Deleris, Inés Deleris y Marilú Sosa. Foto Lux. Foto Estudio Saladillo.
  5. En la Exposición Rural. Roberto Villaverde, Marilú (María Luisa) Sosa, Graciela Rosales e Inés Deleris, Del Valle, Guillermo Sosa y Rubén Fernández. Abajo a la izquierda, en el público, está “la Chola”, la      hermana de Inés y de Marta Deleris.

     

 

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